conocías la biblioteca?
—No; Londres es una ciudad muy grande, y nunca he pasado por allí. No me la imaginaba así, sin embargo.
¿Qué haría Kirtash en un sitio como ese?
Los dos tuvieron la misma idea a la vez y cruzaron una mirada.
—¿Sacar un libro? –susurró Victoria, pero Jack negó con la cabeza.
—¿Un libro de magia idhunita en la Biblioteca Británica? Suena absurdo.
—¡Tal vez no! Piénsalo, Jack. Un libro escrito en un idioma desconocido. Sería un ejemplar muy raro. Es lógico que acabase en un museo, o en una biblioteca importante, ¿no? ¡A lo mejor alguien estaba tratando de descifrarlo!
Los dos se miraron, emocionados por su descubrimiento. Entonces, una extraña sensación de familiaridad los recorrió. Jack enrojeció levemente y a ella se le escapó un suspiro casi imperceptible.
Él carraspeó, incómodo, apartando la mirada.
—Me parece que deberíamos hacer una visita a la biblioteca, ¿no crees? –dijo por fin.
—¿Y qué es exactamente lo que esperas encontrar allí? –preguntó Victoria.
—No estoy seguro, pero pienso averiguarlo.
—¿Averiguar el qué? –dijo una voz tras ellos.
Jack se volvió hacia Shail, que acababa de entrar y los miraba con curiosidad.
—Es que el otro día –respondió Jack, algo incómodo–, cuando vi a Kirtash, acababa de conseguir un libro en idhunaico arcano y estaba en un edificio que, según lo que acabamos de descubrir, es el de la Biblioteca Británica de Londres.
—¿Qué? –exclamó Shail–. ¿Y por qué no lo dijiste antes?
—Nadie me preguntó nada al respecto –se defendió Jack.
—Bueno –dijo Shail–, no nos pongamos nerviosos. Voy a llamar a Alsan. Tienes que contarnos eso con más detalle.
—De acuerdo –decidió Alsan, muy serio–. Eso tenemos que investigarlo: Shail, nos vamos.
—¿A la Biblioteca Británica? –preguntó Jack.
Alsan asintió. Jack respiró hondo; estuvo a punto de pedirle que lo dejase acompañarlos, pero, después de todo lo que había pasado, no se atrevió. Shail lo miró, adivinando lo que pasaba por su mente. Pareció que iba a hacer algún comentario, pero en aquel momento se oyó la voz de Victoria:
—Mirad esto.
Se volvieron hacia ella. Había pasado un buen rato buscando en internet noticias y artículos relacionados con la Biblioteca Británica, y seguía con la vista fija en la pantalla del ordenador.
—¿Qué es, Vic? –preguntó Shail, acercándose–. ¿Qué has encontrado?
Los cuatro se reunieron en torno al monitor. La pantalla mostraba una noticia de unas semanas atrás. Jack tradujo el texto inglés en voz alta, para que Alsan pudiera entenderlo:
—«Llega a la Biblioteca Británica un libro escrito en un idioma desconocido. El volumen, que tiene cientos de años de antigüedad, fue hallado en el interior de una vasija en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas cerca de Dingwall, en Escocia».
—¿Y por qué no lo han llevado a un museo? –dijo Victoria.
—Aquí dice que un investigador, un tal Peter Parrell, está seguro de poder descifrar lo que dice. Pero no da muchos detalles.
—Y ya no podrá darlos –dijo Alsan–, porque, si él tenía el libro, a estas alturas seguro que está muerto.
Victoria asintió.
—Mirad esta otra noticia. Es de hace tres días, y habla de la desaparición del libro... y de Parrell.
—¿La desaparición de Parrell? –repitió Jack–. ¿Quieres decir que no saben si está muerto?
—Kirtash nunca deja huellas de su paso, así que no es de extrañar que no hayan encontrado ningún cuerpo. Lo darán por desaparecido, pero jamás podrán probar que murió.
Jack se estremeció, pensando en sus padres. Shail le había dicho que la policía no había encontrado nada en su casa. Simplemente... todos habían desaparecido. Incluido el perro. Kirtash mataba, pero no dejaba cuerpos tras de sí. ¿Qué hacía con ellos? El muchacho tragó saliva al preguntarse, una vez más, qué habría sido de sus padres. Todavía se le hacía raro pensar que hubiesen muerto; pero, ahora que ya se había hecho a la idea, le inquietaba no tener un lugar donde ir a llorarles.
—Espera –murmuró Shail, mirando fijamente la pantalla–. ¿Puedes hacer más grande esa imagen?
Antes de que Victoria pudiera contestar, él mismo se apoderó del ratón y pinchó sobre la fotografía. La portada del libro misterioso se hizo más grande, y Shail se acercó más al monitor para intentar descifrar los símbolos que aparecían en ella.
—¿Entiendes lo que dice? –preguntó Victoria.
Tras un breve silencio, el rostro de Shail se ensombreció.
—¡Sagrada Irial! –exclamó–. Si es cierto lo que dice ahí, eso es el Libro de la Tercera Era, escrito por los magos idhunitas que se exiliaron a la Tierra hace siglos. Se supone que es un diario que recoge sus experiencias en este mundo, nuevo para ellos...
—¿Qué tiene eso de importante? –cortó Jack.
—Verás, Jack, esos magos se llevaron consigo objetos mágicos de gran valor. Algunos regresaron y otros no. Si ese libro es lo que dicen las crónicas que es, sin duda podrá dar al que lo lea alguna pista sobre los objetos que se perdieron. Me parece que ya empiezo a comprender por qué Kirtash tenía tanto interés en conseguirlo. No cabe duda de que está al tanto de lo que pasa en el mundo. Reconozco que esta noticia se me había pasado por alto.
—Está claro que tenemos que ir cuanto antes a investigar esto –dijo Alsan, ceñudo.
Jack desvió la mirada. Seguía sin atreverse a pedir que le reservasen un puesto en aquella misión.
—Jack –dijo entonces Alsan–. Ve a tu cuarto y coge algo de abrigo. Victoria y tú venís con nosotros.
El chico alzó la cabeza, sorprendido. También Victoria se había quedado sin habla. Los dos miraron a Alsan y después a Shail, inseguros. El mago sonreía, pero fue Alsan quien explicó:
—En realidad, no vamos a ir a luchar, sino solo a investigar. Nos vendrán bien vuestros conocimientos; al fin y al cabo, es vuestro mundo. Y los dos sois parte de la Resistencia.
—Además –añadió Shail–, seguro que Kirtash ya no anda por allí. Estará tratando de descifrar el libro.
Jack y Victoria cruzaron una mirada ilusionada. El chico reprimió un grito de alegría.
Por fortuna, el cielo sobre Londres estaba cubierto por un denso manto de nubes grises. Jack estaba seguro de que, de haber lucido el sol, le habría cegado. Y aun así ahora caminaba parpadeando, con la vista baja, mientras se acostumbraba de nuevo a la luz del día.
Shail se detuvo para mirarlo.
—Estoy bien –dijo el chico antes de que el mago pudiese hacer ningún comentario.
Shail movió la cabeza.
—Vaya, Alsan, creo que Jack ya llevaba demasiado tiempo encerrado en Limbhad –le dijo a su amigo–. Un poco más y habría acabado convertido en un vampiro.
—No sé lo que es un vampiro –replicó Alsan, que iba en cabeza, sin volverse.
Shail suspiró con infinita paciencia, y Jack sonrió. El joven mago había estudiado con entusiasmo la historia, mitos, tecnología y costumbres de