Laura Gallego

Memorias de Idhún. Saga


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se pusieron de su parte y gracias a ellos los sheks se apoderaron de Idhún por primera vez.

      —¿Ya lo habían hecho antes? –exclamó Jack, sorprendido.

      —Oh, sí. La historia tiende a repetirse, ¿no te parece? La guerra de la que te hablaba antes, la que se libró entre las Torres y los Oráculos y en la que finalmente vencieron los sacerdotes, fue provocada por Talmannon y sus magos aliados. Aquella vez, los dragones vencieron a los sheks, y los sacerdotes a los hechiceros. Pero, lógicamente, los magos cayeron en desgracia. Por eso los Oráculos tomaron medidas tan severas durante la Era de la Contemplación. Claro que los magos dicen que fue por culpa de un objeto mágico que poseía Talmannon, que gobernaba las voluntades de todos ellos y que los obligó a ponerse de su parte.

      —¿Un objeto mágico?

      —Tonterías de magos –replicó Alsan, encogiéndose de hombros.

      —Shiskatchegg –dijo entonces la voz de Shail desde la puerta–. El Ojo de la Serpiente. No es ninguna tontería. Gracias a los dioses, ese artefacto maldito se perdió para siempre tras la caída de Talmannon. La Era Oscura no es algo de lo que los miembros de la Orden Mágica estemos orgullosos, así que te agradecería que no bromeases con ello.

      Alsan clavó los ojos en Shail, muy serio.

      —¿Tengo aspecto de estar bromeando?

      —Basta ya –intervino Jack; Alsan y Shail eran amigos, pero los caballeros de Nurgon, la orden militar a la que Alsan pertenecía, nunca habían confiado en los magos; de hecho, por lo que Jack sabía, habían sido siempre el brazo armado de las dos Iglesias de Idhún, con lo que sus relaciones con los sacerdotes eran excelentes–. Sé que los dos tenéis dos puntos de vista diferentes con respecto a algunas cosas, pero me parece que no es el momento de desenterrar viejas diferencias. ¿O sí? Eso pasó hace mucho tiempo; no tiene nada que ver con nosotros.

      —Tal vez sí –dijo Shail, pero su tono de voz había dejado de ser desafiante–, porque me parece que ya sé lo que está buscando Kirtash: el Báculo de Ayshel.

      —¡Ayshel! –repitió Alsan, sorprendido–. ¿Te refieres a la Doncella de Awa? Pensaba que era solo una leyenda...

      —El Libro de la Tercera Era incluye un dibujo del báculo, así que me temo que es más que una leyenda.

      Sin duda los magos se lo trajeron consigo durante su exilio y ahora está en algún lugar de la Tierra. Estoy convencido de que el libro nos dirá exactamente dónde. Solo tengo que descifrarlo...

      —Pues date prisa –lo urgió Alsan–. Si esa cosa existe, debemos evitar a toda costa que Kirtash se haga con él.

      —¿Por qué? –intervino Jack–. ¿Qué hace exactamente ese bastón?

      —Báculo –corrigió Shail; miró a Victoria, que acababa de entrar tras él–. Sentaos; tengo una historia que contaros.

      Los tres tomaron asiento en torno a la gran mesa que presidía la biblioteca. Shail, en cambio, estaba tan nervioso que se quedó de pie.

      —Esta historia me la contaron cuando yo no era más que un aprendiz –empezó el joven mago–. Veréis, todos hemos oído hablar de la tristemente célebre Segunda Era de Idhún, la Era Oscura, cuando los sheks invadieron nuestro mundo por primera vez, de la mano del que se llamó a sí mismo Emperador Talmannon, y todos los hechiceros de la Orden Mágica.

      »Nadie sabe muy bien cómo fueron derrotados Talmannon y los suyos en aquella ocasión. Pero las leyendas hablan de la intervención de una criatura extraordinaria, una mestiza entre hada y humano. Su nombre era Ayshel, la Doncella de Awa, y era una semimaga.

      —¿Qué es un semimago? –preguntó Jack.

      —En Idhún, los magos lo son porque alguna vez los ha tocado un unicornio –explicó Victoria en voz baja.

      —Los unicornios canalizan la energía del mundo y la entregan al futuro mago, el «recipiente», a través de su cuerno –asintió Shail–. Los semimagos son aquellos que han visto un unicornio, pero este no ha llegado a rozarlos. Obtienen entonces una cierta sensibilidad para la magia y tienen algunas habilidades curativas, pero no se los admite en la Orden Mágica.

      Victoria bajó la cabeza, y Jack adivinó lo que pensaba. Estaba al corriente de sus problemas con los ejercicios de magia, y por primera vez comprendió que ella temía ser una semimaga nada más, en vez de una hechicera completa.

      —¿Ayshel era una semimaga? –preguntó.

      —Eso dice la leyenda –asintió Shail–, y tiene su lógica. La tradición habla también de ese objeto que te he mencionado, Shiskatchegg, el Ojo de la Serpiente. Se dice que con él, el Emperador Talmannon controlaba la voluntad de todos los magos. Un hechicero completo no habría logrado resistir la hipnótica llamada del Ojo de la Serpiente.

      Pero sí un semimago, porque apenas podría escucharla.

      »Ayshel vivía en el bosque de Awa, lugar de magia y misterio porque se dice que es de allí de donde proceden las hadas. Era una persona anónima y sencilla hasta que los dioses la eligieron para enfrentarse a Talmannon y a los sheks.

      »Una tarde, un unicornio se acercó a ella. No le permitió que lo tocara, pues la necesitaba como semimaga, y el roce de su cuerno la habría transformado en una hechicera auténtica. Pero le reveló cuál era su misión en la historia.

      »Se dice que entre los dos, de alguna manera misteriosa, crearon el báculo: una maravilla de plata, diamante y cristal, pero que también contenía luz de las tres lunas, lágrimas de hada y, ante todo, el poder del unicornio.

      »Y esto último es importante, porque, de ser cierto, el báculo funcionaría de forma similar al cuerno de un unicornio. Eso quiere decir que no es un objeto que contenga magia en sí mismo, sino que es un canalizador.

      —¿Un canalizador? –repitió Jack–. Sigo sin entenderlo.

      —Yo puedo explicártelo –intervino Victoria–. Imagina una tostadora, ¿vale? ¿Por qué funciona una tostadora?

      —¿Porque va enchufada a la corriente eléctrica? –aventuró Jack.

      —Exacto. Imagina que esa corriente es la magia y que está en todas partes. Pero por sí sola la tostadora no puede emplearla para tostar el pan, ¿no? El unicornio es el enchufe y el cable. El unicornio entrega al mago el poder necesario para materializar sus hechizos. Con la diferencia de que, una vez recibida esa energía, el canalizador ya no es necesario. La tostadora necesita enchufarse a la corriente cada vez para funcionar. Para convertirse en mago, una persona solo necesita ser tocada por el unicornio una sola vez.

      —Pero, ¿de dónde sale la magia, si no la tiene el mismo unicornio?

      —Ya te lo he explicado: es la energía que está en todas partes y que hace girar todo mundo vivo.

      —En Idhún la magia está en el aire en mayor cantidad que en la Tierra, a pesar de ser un mundo más pequeño –intervino Shail–. Eso me tenía intrigado al principio, hasta que descubrí por qué: en tu mundo, Jack, utilizáis la mayor parte de esa energía para mover gran cantidad de máquinas y artefactos.

      —El báculo funciona entonces como un unicornio –resumió Alsan, volviendo al tema principal de la conversación.

      —No exactamente –Shail paseaba arriba y abajo, pensando a toda velocidad–. Los unicornios pueden transmitir la magia del mundo a un ser vivo, pero no pueden utilizarla de forma ofensiva. Los magos, en cambio, pueden darle forma a su poder mediante su voluntad y las fórmulas mágicas que emplean. Muchos usan un bastón que concentra su propia magia, otorgando así más fuerza a sus hechizos. Si el Báculo de Ayshel es lo que creo que es, actuaría como el cuerno de un unicornio, pero sería casi como un bastón de mago de poder ilimitado...

      —... ¡porque no emplearía el poder del hechicero que lo usa, sino que canalizaría la magia del mundo..., que es inagotable! –comprendió Victoria.

      —Según