Laura Gallego

Memorias de Idhún. Saga


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la verdad. Pero entonces descubrió, con horror, que Alsan ya había entrado en la enorme caverna. Y supo con total certeza qué era lo que iba a encontrar en su interior.

      —¡Alsan! –gritó–. ¡¡ALSAN!!

      —... Alsan... Alsan... Alsan... –repitió el eco.

      Jack se dispuso a correr hacia él, pero la mano de Shail lo detuvo.

      —¿Se puede saber qué os pasa a vosotros dos?

      —No sé si ese báculo está o no en esa caverna –dijo Jack, respirando agitadamente–. Pero, en cualquier caso, Kirtash ha llegado primero, y sigue allí dentro.

      Victoria ahogó un grito. Shail los miró a los dos, desconcertado.

      —Pero, ¿cómo...?

      Jack podía haberle explicado lo de la sensación de frío, el repentino sentimiento de odio y aversión que lo había invadido al acercarse a la caverna, pero no había tiempo.

      —¡Maldita sea, Shail, confía en mí! ¡Hay que sacarlo de ahí como sea!

      Shail lo miró un momento, con el ceño fruncido; entonces se giró bruscamente y echó a correr por el túnel. Jack y Victoria lo siguieron.

      La galería se abrió, dejando paso a la caverna por la que había desaparecido Alsan. Era una enorme abertura en el interior de la montaña, iluminada, sin embargo, por la luz natural que se filtraba por un enorme boquete del techo. Al fondo había un montón de rocas y, clavado en ellas como una lanza, estaba el Báculo de Ayshel, emitiendo un suave resplandor sobrenatural.

      Pero ninguno de los tres se fijó en el extraordinario objeto.

      Porque vieron ante el báculo el cuerpo inerte de Alsan, tendido sobre la arena, y junto a él una inconfundible figura que vestía totalmente de negro incluso en pleno desierto, y que se movía con agilidad felina.

      Kirtash sacudió la cabeza para apartarse el pelo de la frente y fijó en ellos la mirada de sus fríos ojos azules.

      En ellos, no. En Jack..

      El muchacho respiraba entrecortadamente. El sofocante calor que lo agobiaba incluso allí dentro le nublaba los sentidos y le impedía apreciar desde allí si Alsan seguía vivo o no. Le pareció que lo veía moverse, y se aferró a aquella esperanza. Pero seguía sintiendo la mirada de Kirtash clavada en él, y no pudo seguir eludiéndola.

      Estaban a unos veinte metros del joven asesino, demasiado lejos como para que él pudiese llegar a dañarles... todavía. Sin embargo, ni Jack ni sus amigos se atrevieron a moverse un solo paso. Kirtash tampoco hizo ademán de avanzar hacia ellos.

      Tras él apareció otra figura, la de Elrion, el mago que solía acompañarlo. Este parecía impaciente por actuar, pero Kirtash se mantenía sereno e imperturbable.

      Victoria inspiró profundamente al volver a ver a Kirtash por primera vez desde su encuentro en el metro. De nuevo, aquellos sentimientos de atracción y repulsión se adueñaban de su corazón, y se sentía muy confusa.

      Kirtash pareció darse cuenta de la presencia de Victoria, porque volvió su mirada hacia ella. La chica se estremeció de pies a cabeza y quiso apartar la vista, pero no fue capaz. Sabía que a aquella distancia él no podía alcanzar su mente; sin embargo, se sintió indefensa de pronto, como si Kirtash la desnudara interiormente para conocer todos los secretos de su alma. Quiso huir, quiso gritar; pero también se dio cuenta, sorprendida, de que una parte de ella deseaba... acercarse más a él.

      El joven entornó los ojos. Jack habría jurado que apreciaba algún tipo de emoción en su rostro. ¿Curiosidad, quizá? ¿Interés? Sí, tal vez, pero no por él.

      Por Victoria.

      Jack percibió que Shail respiraba hondo, y casi entrevió que comenzaba a concentrarse. Sabía que el joven mago podía hacerlos regresar a su escondite en Limbhad en cualquier momento. Pero... ¿abandonarían a Alsan?

      «No, Shail», pensó con desesperación. «No lo hagas». Shail dudaba. Kirtash estaba retándoles a que se atreviesen a enfrentarse a él para rescatar a su amigo. El mago no sabía qué hacer. Si intentaba salvar a Alsan, podían acabar todos muertos. Pero no se sentía capaz de abandonarlo. En cuanto a Victoria...

      Victoria seguía con la mirada clavada en Kirtash. Y, desde el fondo de la caverna, también él la miraba a ella.

      —¿Qué es lo que quieres? –preguntó Jack, sin poder soportarlo más.

      Kirtash apartó por fin los ojos de Victoria. Ella suspiró débilmente y se apoyó en Shail, como si de pronto le hubiesen fallado las fuerzas. Jack sintió que los ojos azules de su enemigo se clavaban en los suyos, y algo en su interior estalló como un volcán.

      —¿Qué pretendes? –repitió.

      Kirtash se inclinó junto al cuerpo caído de Alsan y posó suavemente la mano derecha sobre su cabeza. En ningún momento dejó de mirar a Jack. «Me está desafiando», pensó el chico, con rabia.

      No pudo contenerse.

      —¡Aparta las manos de él! –gritó–. ¡Apártalas o...! Algo lo retuvo. Se dio cuenta entonces de que casi había echado a correr hacia Kirtash, y de que Shail lo había agarrado por la camisa al pasar por su lado.

      —Te está provocando –susurró el mago–. No caigas en su trampa.

      Pero Kirtash sacó a Haiass, que llevaba a su espalda en una vaina, y avanzó unos pasos. El filo de la espada relució un momento, herido por un rayo de sol que se filtraba por el techo de la caverna. Jack inspiró profundamente.

      —Jack, no –murmuró Shail.

      El chico comprendió entonces por qué Kirtash no había matado a Alsan aún.

      Era un cebo.

      Kirtash colocó suavemente, casi con mimo, el filo de su espada sobre el cuello del inerte Alsan. Jack sabía que Shail tenía razón y que solo lo estaba provocando, pero la idea de que Alsan fuera a morir le resultaba tan insoportable que no pudo quedarse quieto. Con un grito de rabia y los ojos llenos de lágrimas, desenvainó su propia espada y corrió hacia Kirtash. Victoria gritó su nombre y Shail alargó la mano para retenerlo, pero no lo logró.

      Todo fue muy rápido. Kirtash pareció recibir con satisfacción la embestida de Jack, pero con un solo movimiento de su espada arrojó lejos el arma del muchacho, que quedó indefenso frente a él.

      —¡No! –chilló Victoria–. ¡¡JACK!!

      Quiso correr hacia él, pero Shail la detuvo. Victoria se debatió entre sus brazos, desesperada, gritando el nombre de su amigo, luchando por acudir junto a él. Pero Shail no la dejó marchar.

      Temblando de rabia, odio y miedo, Jack se quedó parado ante Kirtash, sintiéndose humillado. La punta de Haiass estaba apoyada en su pecho.

      Había vuelto a hacerlo. Se había dejado arrastrar por sus emociones, había perdido la cabeza y ahora iba a morir. Y lo peor de todo era que no había conseguido nada con ello, no había logrado ayudar a Alsan. «Perdóname», pensó. «He vuelto a fallarte. Pero, si he de morir, no bajaré la mirada».

      Levantó la cabeza y clavó los ojos en Kirtash, desafiante. Pero este parecía... ¿decepcionado?

      Si lo estaba, desde luego no dijo nada al respecto. Sin una sola palabra, Kirtash hizo un elegante movimiento con la espada. Rápido, certero y letal. Jack aguardó que el frío acero de Haiass se hundiera en su pecho.

      Y entonces...

      ... Entonces algo detuvo la espada de Kirtash, algo claro y resplandeciente, como un escudo de luz, que rodeó a Jack y apartó de él el acero que iba a matarle. Sorprendido, Kirtash retrocedió unos pasos, y Jack se volvió hacia todos lados, sin comprender qué estaba pasando.

      Y descubrió que aquella luz no emanaba de su cuerpo, sino que lo envolvía como un manto protector. Y procedía del Báculo de Ayshel...