Fina Navarro

Viajeros de luz


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      Letrame Editorial.

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      Colección: Autoayuda

      © Fina Navarro

      Edición: Letrame Editorial.

      Maquetación: Juan Muñoz Céspedes.

      Diseño de portada: Antonio F. López.

      Fotografía de cubierta: © Fotolia.es

      ISBN: 978-84-17499-06-8

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      A mis padres,

      por enseñarme como ser mejor persona.

      A mis hijos, Ana y Pedro,

      por mostrarme la sabiduría de vuestra alma,

      fuente de inspiración para mí.

      A toda mi familia,

      por vuestro apoyo incondicional

      que me sostiene y me da fuerzas.

      Y

      A todos los que demostráis, día a día y a pesar de todo,

      cuanto amor hay en este mundo.

      Gracias desde lo más profundo de mi corazón

      Prólogo

      “No venimos a sufrir, pero es innegable que lo hacemos”.

      Así nació este libro. Como resultado de una búsqueda. Como resultado del intento de entender la existencia del sufrimiento. Denominador común de muchas de mis experiencias de vida y seguro que de alguna de las tuyas también. Y, en cierta medida, creo haberlo logrado. Quizás no tenga todas las explicaciones pero sí algunas de ellas. Explicaciones, que pienso, te pueden ayudar a paliar ese sufrimiento, como lo hacen en mi caso.

      Y en el proceso, he descubierto como nace, vive, crece y cómo podría morir el alma. He podido ser testigo de primera mano de la creación y expansión del universo, desde el punto de vista del alma.

      Cuando empecé a escribir este nuevo libro, las palabras iban tomando forma sin consultarme. Mi intención era una y las líneas se confabularon para dar otro sentido a mi pensamiento. Cada libro es un nuevo aprendizaje para mi alma y mi deseo es compartirlo con vosotros. Quizás así, entre todos, logremos entender un poquito más todo aquello que nos rodea.

      Te propongo viajar conmigo por los confines de los múltiples universos, para encontrar respuestas a solo algunas preguntas: ¿Qué somos? ¿Cómo nace el alma? ¿Para qué tengo que encarnar? ¿Para qué tanto sufrimiento? ¿Qué puedo hacer yo?

      Como decía, no tengo todas las respuestas pero sí algunas. No pretendo que éste sea un libro de física cuántica, ni mucho menos. Solo mostrarte que la vida va mucho más allá de nuestro cuerpo físico.

      Lo único que deseo es compartir lo que he ido aprendiendo sobre ese ser que somos. Pues creo que te puede ayudar a entender algo más de esa realidad por la que te mueves, tal y como me ha ayudado a mí.

      Este libro está escrito con el alma para el alma. No en vano ese es mi trabajo. Los médicos trabajan con el cuerpo, los psicólogos con la mente y yo lo hago con el alma. Porque realmente somos la unión de tres cosas en un solo ser. Somos cuerpo, alma y mente. Y todo influye, todo cuenta, pues eso es lo que somos, un Todo.

      Las conclusiones de este libro son el resultado de mis experiencias, tanto en regresión como en los trabajos de interiorización. De mis viajes, más allá del cuerpo que habito aquí en la Tierra. Y de las experiencias de aquellos, encarnados y no encarnados, que confiaron en mí al compartir conmigo el dolor que les llevó a su propio entendimiento.

      Sea como fuere ésta es mi verdad hoy. Mañana… está por definir, según sean mis vivencias en el transcurso de esta experiencia al vivir la materia.

      Porque, al fin y al cabo, como una vez me dijeron mis hijos: Qué es la verdad, salvo aquello que nosotros vemos bajo el prisma de nuestra propia experiencia. Y ésta, querido lector, es mi experiencia.

      Solo me queda pedirte una cosa antes de empezar este viaje: Por favor, no te pierdas en las anécdotas, sino en el mensaje que se esconde tras ellas.

      Y ahora sí. Abróchate el cinturón que allá vamos…

      1. Creando bolitas de luz. El nacimiento del alma.

      Sígueme —me dijo.

      Aquella noche me acosté con la cabeza hecha un bombo de tanto pensar. Seguía sin entender por qué todo tenía que ser tan complicado en el universo; el sufrimiento, el dolor, la forma de enfrentarnos a la muerte, las envidias, el sentir… “¿Por qué tenemos que encarnar?”, me preguntaba por enésima vez.

      —¡Para ya! —me reprendí— ¡Déjalo estar por esta noche!

      Sin embargo, el sueño se mostraba esquivo. Perdida en la luz que se filtraba por el ventanal y los ojos como platos, sentí que alguien entraba en mi dormitorio. Menos mal que ya estaba acostumbrada, pero os aseguro que las primeras veces me asustaba de lo lindo. Miré a mi derecha y le vi. Era este hombre, vestido con traje de chaqueta blanco, moreno de piel, con barba blanca y edad indefinida. Le lancé mi mirada de pocos amigos, esa que dice “si sabes lo que te conviene, déjame” y sin embargo solo le dije,

      —Hoy estoy cansada para nuestras charlas.

      —Lo sé —me contestó mientras sonreía—, por eso estoy aquí.

      La mayoría de nuestras conversaciones siempre estaban sembradas de discusiones, motivadas por su insistencia en el avance de mi conocimiento y mi reticencia a ello. Pues normalmente venían acompañadas de lecciones que me costaba comprender y que suponían para mí algún tipo de sufrimiento. Con el tiempo terminé por entender que nuestros dolores físicos, mentales y emocionales son más difíciles de superar cuanto mayor es nuestra resistencia al entendimiento, y al cambio que eso conlleva.

      Yo sabía que, a pesar de mi mal humor, terminaría prestándole atención, lo que no supe entonces es hasta dónde llegaría esta aventura.

       —Querida Fina —me dijo para mi asombro pues nunca me llamaba así, y eso me mosqueó aún más— Ven conmigo y te mostraré el motivo por el que tenemos que vivir la materia. Sígueme y siente.

      Pero, ¿sabéis qué fue lo peor de todo el asunto? que le seguí. (Si es que nunca aprendo). Y esto fue lo que pasó.

      Empecemos por el principio

      ¡Ah!, esperad un momento, si no os he dicho como se llama este maestro, también llamado por mí en mis momentos oscuros, el señor “toca… mmm… narices”, no penséis mal.

      La verdad es que tampoco os puedo decir exactamente su nombre porque, por algún motivo, nunca recuerdo como se escribe. Así que le llamaré, con su permiso y el vuestro, Shalom. Que, como bien sabéis, significa paz o bienestar en hebreo. Es una broma ante nuestras continuas disputas.