Fina Navarro

Viajeros de luz


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ir poco a poco. A ver si logras entender esta vez —parecía que de un momento a otro iba a soltar una carcajada.

      No le hice un gesto obsceno porque soy una persona educada, pero ganas me dieron. En cambio me limité a gruñir.

      —Grrrrr… adelante, vamos allá.

      Me llevó por los canales de la conciencia colectiva hacia un pasado muy muy lejano en el tiempo lineal, para verme siendo algo parecido a un helecho, en un planeta hace miles de millones de eones. Me sentí “fresca”, esa es la palabra. Sentí una gran conexión con la tierra, con su humedad. Podía respirar perfectamente.

      —¡Qué bien estoy! Me siento vital. Es como si estuviera creciendo mi energía, a la vez que crece la planta. ¡Me siento tan viva! —le dije a Shalom

      Él sonreía y asentía con la cabeza.

      —Pero ahora mira lo que pasa.

      De pronto todo cambió y mis maravillosas sensaciones empezaron a apagarse. Ya no podía respirar bien y sentía que mi esencia empezaba a desprenderse de esa planta herbácea.

      —Siento miedo. ¿Qué está pasando? Estoy empezando a desaparecer. ¿Por qué me siento tan mal?

      —Porque acabas de ser consciente de tu individualidad.

      —Venga hombre, ¿qué significa eso? Quiero que esto acabe.

      —Entonces déjate ir. No te aferres a la materia y todo será más fácil.

      —Pero, estoy desapareciendo —decía yo presa del pánico.

      —Esa es solo tu sensación. Mira más allá de lo que crees que eres.

      —Veo a alguien. Es una presencia de luz enorme.

      —¿Y quién crees que es?

      Me quedé unos minutos observando mientras poco a poco el dolor se iba amortiguando.

      —Parece que es algo parecido a mí. Como si fuésemos la misma luz.

      —Exacto. Date cuenta de que vibras en la misma frecuencia que ese ser. Siente como, al ir dejando el helecho, tu “fuerza vital” vuelve a ese ser que vibra en tu misma frecuencia, pero con una sutil diferencia. Ahora acabas de nacer, como una personalidad individual pero conectada a toda la inmensidad del universo por la red de energía que lo creó, lo mantiene y lo hace crecer.

      —No entiendo muy bien —le decía mientras seguía retorciéndome en mi lucha por no dejar la materia.

      —Déjate ir y lo entenderás.

      Y así lo hice, por fin.

      —Uuffff, ¡qué bien se está ahora! –exclamé.

      Miré a Shalom con expresión atónita, mientras él me sonreía.

      —Sigo sin entender. ¿Qué ha pasado?

      Me hizo un gesto con la cabeza para señalarme a ese ser que vibraba en mi misma frecuencia. Algo me decía que él había provocado que tuviera que dejar el arbusto.

      —Él te va a explicar. Te dejo en las mejores manos. Nos vemos en un ratito.

      Y se fue. “Cachis” pensé “¿y se va sin más?”

      De pronto este ser enorme, se transformó en una persona vestida con una túnica blanca. Su piel era tersa, su pelo canoso recogido en una coleta, parecía joven. Sin embargo, al mirar sus ojos vi una antigüedad que abrumaba.

      ¿Mi creador?

      Hizo un gesto con su cabeza a modo de saludo, mientras me guiñaba un ojo. Y, en un pis pas, me vi siguiéndole por un frondoso bosque, con caminos bien cuidados. Miré a mi alrededor impresionada por la belleza que me rodeaba. Yo había estado allí muchas veces, pero nunca con esa percepción tan intensa de todo. Árboles milenarios de todas las formas, tamaños y colores. ¿Cómo era posible? Incluso algunos que nunca había visto. No es que yo los haya visto todos, ni mucho menos, pero como me encanta pintarlos, los observo y sé sus formas, aunque no sus nombres.

      —¿Ves todo esto? —dijo, mientras señalaba el entorno con su mano derecha— Es producto de mucho tiempo y de la energía que hemos proyectado en su formación, millones de nosotros. Porque todo se consigue con la unión de todos. Sin embargo no nos pertenecen, nosotros solo prestamos una parte de nuestra energía en su comienzo, el resto del trabajo lo han hecho ellos mismos.

      Le miré con un atisbo de entendimiento en mi mente y pensé, “entonces, ¿este hombre es mi creador?”.

      —No Fina — ¡vaya!, ya volví a pensar de nuevo en voz alta— No soy tu creador, tal y como podéis entenderlo en la Tierra. Solo soy aquel que prestó un poco de su energía para dar lugar al nacimiento de otra nueva consciencia, que terminará siendo un nuevo ser. Realmente, tú eres el resultado de tu propia creación, como todos lo somos. Cada uno de nosotros tiene sus peculiaridades, su propia personalidad y eso es lo bonito de este universo.

      A estas alturas no me extrañé que hubiera adivinado mi pensamiento.

      —Tienes una naturaleza rebelde —continuó—. Eso te hace buscar una forma de aprender que no acarree tanto sufrimiento, y ahí estás, en tu búsqueda. Pero ten en cuenta siempre, que cada uno de nosotros elegimos una forma de “entender” a nuestra manera, para evolucionar en conciencia, que es la que nos hace avanzar. Respétalo. Respétate.

      Una flor. La campanilla.

      De la nada apareció un banco de piedra, sin respaldo y señalándolo, me dijo

      —Ven, siéntate a mi lado. Voy a mostrarte una cosa.

      Me senté. De pronto vi a una mujer como yo, vestida con una túnica azul, arrodillada en el suelo y haciendo algo con sus manos.

      —Fíjate bien —me dijo— ¿A quién te recuerda esa mujer?

      —¡¿A mí?! —exclamé sorprendida.

      —Eso es porque eres tú. Está formada por la misma energía que te forma a ti. Vibráis en la misma frecuencia y procedéis de la misma “bolita” de energía. Creo que algunos de vosotros llamáis a esa bolita el Yo Superior.

      —¿Y qué está haciendo? –le pregunté mientras miraba a esa persona que era yo también. Solo que en otra dimensión, quizás también en otro tiempo.

      —Está creando materia, para prestarle una parte pequeñita de su propia energía y ver si arraiga una personalidad en ella. Para ver si ahí nace un nuevo ser.

      Imaginaos, mi cara era todo un poema mientras la miraba en su quehacer.

      —¿Qué dices? Eso no puede ser. ¿Qué voy a hacer yo eso?

      Le vi sonreír abiertamente.

      —Perdona, no recordaba lo ciegos que podemos llegar a estar, cuando encarnamos en esos planos de existencia tan densos como en el que te encuentras —me dijo, mientras sus ojos brillaban con la picardía de quien ha entendido un chiste y mira al que no ha entendido nada, riéndose aún más fuerte.

      —Ja ja —dije toda mosqueada—. No veo mucha gracia en mi desconocimiento.

      —Pero si es muy divertido. La expresión de tu cara ya ha merecido la pena —decía mientras se secaba los ojos húmedos de risa— Despreocúpate y vive con alegría.

      Yo le miré, toda muy digna, hasta que por fin se serenó y comenzó su clase.

      —Permite que te cuente. Hay diferentes formas de crear una personalidad, un ser, pero no la entiendas como una persona tal y como se conoce en la Tierra. Solo utilizo palabras conocidas para poder explicarme. Como decía, una de esas formas es tal y como yo te ayudé a ti a nacer. Tal y como tú lo hiciste con ella. Es decir, prestando parte de nuestra energía a una materia creada por nosotros, o por varios de nosotros.

      Entonces señaló hacia esa parte de mí, que seguía manipulando la materia, arrodillada en el suelo.

      Vi como esa