por su muerte, que lo acometiò poco despues, en una edad avanzada, y fuera de su patria, adonde habia deseado tanto volver.
Buenos Aires, Junio de 1836.
PEDRO DE ANGELIS.
AL MARQUES DE CASTEL RODRIGO,
Virey, Gobernador y Capitan General de Portugal, por el Rey D. Felipe III, Nuestro Señor.
D. MARTIN DEL BARCO CENTENERA,
ARCEDIANO DEL RIO DE LA PLATA.
Habiendo considerado y revuelto muchas veces en mi memoria el gran gusto que recibe el humano entendimiento con la lectura de los varios y diversos acaecimientos de cosas, que aun por su variedad es la naturaleza bella; y que aquellas amplísimas provincias del Rio de la Plata estaban casi puestas en olvido, y su memoria sin razon obscurecida, procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendì y vì en ellas, en veinticuatro años que en aquel nuevo orbe peregrinè:—lo primero, por no parecer al malo é inutil siervo que abscondiò el talento recibido de su señor:—lo segundo, porque el mundo tenga entera noticia y verdadera relacion del Rio de la Plata, cuyas provincias son tan grandes, con gentes tan belicosas, animales y fieras tan bravas, aves tan diferentes, víboras y serpientes que han tenido con hombres conflicto y pelea, peces de humana forma, y cosas tan exquisitas, que dejan en éxtasis à los ánimos de los que con alguna atencion las consideran.
He escrito, pues, aunque en estilo poco pulido y menos limado, este libro, á quien intitulo y nombro Argentina, tomando el nombre del subjecto principal que es el Rio de la Plata; para que V. E., si acaso pudiera tener algun rato como que hurtado à los necesarísimos y graves negocios de tan grande gobierno como sus hombros tienen, pueda con facilidad leerle, sin que le dè el disgusto y fastidio que de las largas y prolijas històrias se suele recibir; y héme dispuesto à presentarla y ofrecerla á V. E., como propia suya; pues, segun derecho, los bienes del siervo son vistos ser del señor.
Y así confio que, puesto en la posesion del amparo de V. E., cobrará nuevo ser y perpetuo renombre mi trabajo; y pido à Dios te siga solo haber acertado á dar à V. E. algun pequeño contento con este mi paupèrrimo servicio: lo que será para mi muy aventajado prémio, y crecerán en mì las alas de mi flaco y débil entendimiento para volar, aspirando siempre à cosas mas altas y mayores: enderezadas todas à su fin debido, que es el servicio de Dios, de S. M. y de V. E., à quien Dios nos guarde por largos y felicísimos tiempos, para el buen gobierno y amparo de este reino, y como yo siervo y perpetuo capellan de V. E. deseo.
De Lisboa, 10 de Mayo de 1601.
LA ARGENTINA.
CANTO PRIMERO.
En que se trata del órigen de los Chiriguanas ó Guaranís, gente que come carne humana, y del descubrimiento del Rio de la Plata.
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Del indio Chiriguana encarnizado
En carne humana, orìgen canto solo.
Por descubrir el ser tan olvidado
Del Argentino reino, ¡gran Apolo!
Envìame del monte consagrado
Ayuda con que pueda aquí, sin dolo,
Al mundo publicar, en nueva historia,
De cosas admirables la memoria.
Mas ¡qué digo de Apolo, Dios eterno!
A vos solo favor pido y demando.
Què mal lo puede dar en el infierno
El que en continuo fuego está penando.
Haré con vuestra ayuda este cuaderno,
Del Argentino reino recontando
Diversas aventuras y estrañezas,
Prodigios, hambres, guerras y proezas.
Tratar quiero tambien de sucedidos
Y estraños casos que iba yo notando.
De vista muchos son, otros oidos,
Que vine à descubrir yo preguntando.
De personas me fueron referidos
Con quien comunicaba, conversando
De cosas admirables codicioso,
Saber por escribirlas deseoso.
Perú de fama eterna y estendida Por sus ricos metales por el mundo; La Potosì imperial ennoblecida, Por tener aquel cerro tan rotundo;[15] La tucumana tierra bastecida[16] De cosas de comer, con el jocundo Estado del Brasil, daràn subjecto A mi pluma que escriba yo prometo. Que aunque en esta obra el fundamento Primero y principal, Rio de la Plata, Y así es primero su descubrimiento; Con todo no serà mi pluma ingrata: Que aquí pintarà al vivo lo que siento Del nuevo orbe al Marques Mora:[17] y si trata Contrario à la verdad, yo sea borrado De su libro, y à olvido condenado. Tambien dirè de aquel duro flagelo, Que Dios al mundo diò por su pecado, El Drake que cubrió con crudo duelo[18] Al un polo y al otro en sumo grado. Trataré de castigos, que del Cielo Parece nuestro Dios nos ha enviado: Temblores, terremotos y señales Que bien pueden juzgarse por finales. En todo hallará bien, si lo quisiere, A su gusto el lector, gusto sabroso. Y guste lo que mas gusto tuviere, Y deje lo sin gusto y disgustoso. Hará al fin lo que mas gusto le diere: Què esto de escribir es azaroso. En nombre de Jesus comienzo agora, Y de la Vírgen para Emperadora. Despues del gran castigo y gran justicia, Que hizo nuestro Dios Omnipotente, Por ver como crecia la malicia Del hombre que compuso sabiamente, Habiendo recibido la propicia Señal del amistad, Noé prudente, De Japhet, hijo suyo, así llamado, Tubal nació valiente y esforzado.[19] Aqueste fué el primero que en España Pobló: pero despues viniendo gentes Con la de aqueste Tubal y otra estraña Mas, del mismo Noè remanecientes, España se pobló, y tanta saña Creció entre unos hombres muy valientes Tupìs, que por costumbre muy tirana Tomaron á comer de carne humana. Creciendo en multitud por esta tierra Estremadura bella, aquesta gente De tan bestial designio y suerte perra, Por atajar tal mal de incontinente Hicieron los Ricinos grande guerra[20] Contra aquestos caribes fuertemente; En tiempo que no estaba edificada La torre de Mambrós tan afamada.[21] Ni menos el alcazar trujillano, En que vive la gente trujillana: Ni la puente hermosa, que el Romano En Merida nos puso á Guadiana. Ni habia comenzado el Lusitano,[22] Que habita en la provincia comarcana. Empero habia Ricinos en la tierra, Muy fuertes y valientes para guerra. Aquestos son nombrados Trujillanos; Cual pueblo Castrum Julii fuè llamado:[23] Qué cuando le poblaron los Romanos El nombre de su Cèsar le fuè dado. Fronteros de estas tierras los profanos De aquel designio pèrfido, malvado, Caribes inhumanos habitaban, Y toda la comarca maltrataban. Corriendo las riberas del gran Tajo, Y à veces por las sierras de Altamira,[24] Ponian en angustia y en trabajo La gente con su rabia cruda y dira. No dejan cosa viva: que de quajo, Cuanto puede el Caribe, roba y tira; A cual quitan el hijo y los haberes, Y á otros con sus vidas las mugeres. Vistos por los Ricinos trujillanos, Con ánimo invencible belicoso, Contra aquellos caribes inhumanos Formaron campo grande y poderoso. Venido este negocio ya á las manos, De entre ambas partes fuè muy sanguinoso: Mas siendo los caribes de vencida, Las reliquias se ponen en huida. Espulsos