está tambien otra ciudad, Cuarenta leguas mas arriba de esta. En ella hay de metales cantidad, Empero, aunque los haya ¿de que presta?— Hablando como es justo la verdad, Que el hombre es lo que solo allá les resta, Pues vemos plomo saca Melgarejo, Y hierro, con tener poco aparejo. Al Paraná es ya tiempo que dejemos, Y al Paraguay ameno revolvamos; En el cual á la clara bien veremos, Que está cifrado el bien que deseamos. El bien, digo, que en tierra pretendemos, Que agora del divino no hablamos; Que aquese solo y sumo bien superno, Está solo en gozar de Dios eterno. Entrando al Paraguay á izquierda mano, El Ipití se vé, que es rio famoso: Muy plácido desciende por un llano De palmas y laureles muy copioso. El Paraná-miri está cercano, Que al Paraná traviesa caudaloso, Haciendo triangular una isla llana, De doce leguas casi de sabána. Si en este riachuelo el otro fuera, Que dicen á buscar su muger iba, El rio arriba espanto no pusiera; Pues vemos que este corre hácia arriba Algunas veces, y es de esta manera, Que es justo la razon aquí se escriba: Está cuando uno crece el otro bajo, Y el chico corre arriba y corre abajo. No corre el Paraguay tanto furioso, Y es un rio mayor que él de Sevilla, De vista y parecer es muy gracioso, Con ribera vistosa y linda orilla. De frescas arboledas muy copioso, Y en partes prado verde á maravilla. Tambien tiene en los valles mas cercanos Lagunas, negadizos y pantanos. Una laguna tiene de gran fama Llegada al Ipití que dicho habemos. De los Mahomas es, y así se llama, Que aquesta gente habita sus extremos. En el rio Bermejo se derrama, Y que esta tenga perlas lo sabemos, El Mahoma, Señor de esta laguna, Estando en la Asumpcion me diò mas de una. En gran precio las perlas estos tienen; Empero ellos no saben horadarlas. Si en su asiento españoles se detienen, De los hostiones procuran de sacarlas, Y al español con ellas luego vienen. El órden pues que tienen en pescarlas Es facil; que en pequeños redejones, A veces sacan veinte y mas hostiones. Antes de la Asumpcion hay angostura Del rio, y así corre allí furioso. Alegre es por allí y de frescura, De muchas arboledas muy umbroso: Con islas que hay en él de hermosura Estraña, y parecer muy deleitoso. Entra aquí Pilcomayo que, vertiendo Sus aguas, del Perú viene corriendo. Cuatro leguas arriba está situada La gran ciudad, antigua y populosa, Que es dicha la Asumpcion, que fué poblada, Por Salazar en era muy famosa. Es aquesta ciudad tan regalada, Que mi pluma escribirlo aquí no osa: Algunos, por baldon con mal aviso, La llaman de Mahoma paraiso. Poblóse de muy buena y noble gente, En tiempo de D. Pedro de Mendoza, Aunque hay, como sabemos, al presente En abundancia ya de toda broza. La causa de este mal inconveniente Pareceme será la gente moza, Que, aunque salen valientes y esforzados, Al mal y no al bien son muy inclinados. Gran copia de mestizos hay en ella, Pero mas abundancia de mugeres: Porque la guerra hace en ellos mella, La cual sin interes y sin haberes, Con solo el fin la siguen de tenella. Y así, lector curioso, si quisieres El número saber de las doncellas De cuatro mil ya pasan como estrellas. De frutos de la tierra y de Castilla, De pan, y vino, y carnes y pescado Hay copia; pero oid la maravilla, Que sé que aconteció un dia pasado. Un peje palometa, que freilla Pensaba una muger enharinado, De la sartén saltó muy derrepente, Y el dedo le cortó redondamente. Un palmo y mas tendrá la palometa, Y mayor en el ancho que una mano. A donde hace presa fuerte aprieta, Como suele hacer el crudo alano. Es cosa de notar ver que acometa Este pequeño pez á todo humano. Del rio ví salir un dia un soldado Gritando, y en el muslo un gran bocado. Jugóse allí al presente que faltaba De carne media libra al desdichado, Y el peje palometa lo llevaba En la boca redondo aquel bocado. Mas de otro oí decir que lamentaba Su suerte desastrosa y triste hado, Que en la boca de un pez perdido habia, Lo que el pez le cortó con gran porfia. Dorados hay enormes y crecidos, Mandís, rayas, pacues amarillos: Muchos pescados hay desconocidos, Por tanto determino no escribillos. Los indios naturales mantenidos Los mas son de pescado y venadillos, Los Guaranís son solo labradores, Los mas dados á caza y pescadores. Aves la tierra cria diferentes, Que habitan por las islas de este rio, Pavas y avestruces muy valientes, Neblies y falcones de gran brio. Culebras hay y vívoras, serpientes, Que han tenido con hombres desafio: En otro canto aquesto contaremos, Y cosas admirables trataremos. Que aquesto ahora tocamos de pasada; Y cierto que en pensar yo la estrañeza De las cosas que he visto, embelezada Me queda la memoria, y mi rudeza En estasis se pone enagenada, De toda la humana naturaleza: Y habiendo de escribirlo todo en suma La mano está temblando con la pluma. Dejemos, pues, ya el rio, que corriendo Por èl quinientas leguas sin contento, Del enemigo á veces yo huyendo, Jamas pude hallarle nacimiento. De otros con porfia les siguiendo, He hallado el principio y fundamento; Y quiero darle ya al canto tercero, Que cosas espantosas cantar quiero.
————————————
CANTO TERCERO.
En que se trata de la calidad de la tierra, animales reptiles, y espantosìsimas víboras y serpientes; de la sirena, del carbunclo, de unas mariposas, que se tornan en gusanos, y despues en ratones, y otras maravillas.
————————————
Demas de que en nosotros señalada
La lumbre està de Dios como creemos,
Y el alma por él mismo fué criada
A su bendita imagen, lo leemos.
Para que de esta suerte doctrinada
En bien fuese así mismo; si queremos
Mirar las corporales criaturas,
Veremos que son vivas escripturas.
La flor de la granada ó granadilla
De Indias, y misterios encerrados,
¿A quien no causarà gran maravilla?
Figúranse los doce consagrados,
De una color verde y amarilla:
La corona y los clavos tresmorados
Tan natural estan, y casi al vivo,
Que yo me admiro agora que lo escribo.
Un àrbol hay pequeño de la tierra
Que tiene rama y hoja menudita:
En tocando la hoja ella se cierra,
Y en el punto se pone muy marchita.
Yo he visto yendo veces à la guerra
Por los campos aquesta yerbecita,
Caycobé se llama, y es tenida Por yerba viva, y nòmbranla de vida.[41] Quièn no se admirarà luego en oyendo Que hay un papagallo muy hermoso, La hembra cuando huevos va poniendo, Tres pone, que es el nùmero gracioso. Al punto que los pollos van saliendo Conoce el papagallo el que es vicioso Y sobra; y asì le mata en aquel dia, Dejando macho y hembra para cria. Al Micuren diò Dios una bolsilla[42] Por medio de los pechos, en que encierra Siete ù ocho hijuelos: si seguilla Procura otro animal, le hace guerra A quien le sigue; y guarda su cuadrilla Como suele hacer la brava perra: Y en viendose de mal libre y de duelos, Abre la bolsa y salen los hijuelos. El Yumirì, que es oso hormiguero, ¿A quien no espantará su compostura? Por boca tiene un muy chico agujero, Como un novillo grande, y de hechura Del oso acà comun: no es carnicero, Y prívale de serlo el angostura De la boca: mas vence al tigre fuerte, Causàndole por hambre cruda muerte.[43] El instinto de un vil animalejo, Eyra ha por nombre, me ha admirado; De suerte es y de forma de un conejo, Mas mata, como vemos, un venado. Salta y aferra firme en el pellejo, Y en el seseso dá fiero bocado, Haciendo con las uñas tal camino, Que saca al animal el intestino. Lo mismo hace al hombre y otra cosa Una horrenda culebra, que es nombrada Curiyú; muy grande y espantosa,[44] De largo, y de grosor descompasada. Lo que ha comido y traga no lo bosa, Ni echa por abajo: mas posada En tierra la barriga, se abre y echa Aquello que de nada le aprovecha. Las víboras que son mas ponzoñosas, Cascabel en la cola tienen puesto, De diversas colores son vistosas, Saltando de la tierra, y de su puesto, Arremeten al hombre muy furiosas. Hasta morder con rabia el rostro y gesto. A dó las hay criò Dios una yerba, Que es dicha por su nombre contrayerba.