Martin del Barco Centenera

La Argentina: La conquista del Rio de La Plata


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Como la creacion maravillosa

       Enseña, Señor mio, el poder vuestro,

       En su tanto tambien aqueste rio

       Muestra grande saber y poderío.

       Inmensas gracias, Dios Señor, os damos,

       Pues todo á nuestra causa lo criastes;

       Y á nosotros que mal os lo pagamos,

       Para vuestro servicio nos formastes.

       Cuanto sois, mi Señor, si bien miramos

       Las cosas que en el mundo vos plantastes,

       Nos da bien á entender, y la grandeza

       De vuestro gran saber y la riqueza.

       El rio que llamamos Argentino,[37] Del indio Paraná ó mar llamado, De norte á sur corriendo su camino En nuestro mar del norte entra hinchado. Parece en su corriente un torbellino, O tiro de arcabus apresurado. Más con el viento sur placidamente Se vence navegando su corriente. De mas de treinta leguas es su boca, Y dos cabos y puntas hace llanas. Al tiempo que en la mar brava se emboca, Al un cabo dos islas, como hermanas, Estan, que cada cual parece roca. Los Castillos se dicen, muy cercanas Al cabo que nombré Santa Maria, Que poco de estas islas se desvía. Al otro cabo, Blanco le llamamos, El cual en la mar entra mas derecho Y mas bajo, y por esto navegamos, Por mas seguro este otro, un poco trecho. Despues al otro cabo nos tornamos, El cual está á la banda del Estrecho: Entrambas costas son muy peligrosas, Y de futuros casos portentosas. Pasadas estas islas de Castillos, Adelante estan dos algo mayores: De los Lobos se dicen, que lobillos Como becerros hay, poco menores. Un poco mas arriba dos islillos Estan, nombrados islas de las Flores, Y habiendo treinta leguas caminado, Al puerto San Gabriel hemos llegado. Siete islas hay en él, altas, graciosas,[38] Un poco de la tierra desviadas, De palmas y laureles muy copiosas, Estan aquestas islas bien pobladas. Aquí llegan las naves poderosas, Como salen de España despachadas. Frontero es Buenos Aires ya poblado, Y del sur importuno resguardado. De ancho nueve leguas ó mas tiene El rio por aquí, y muy hondable. La nave hasta aquí segura viene: Que como el ancho mar es navegable, Pasado este parage le conviene Al piloto mirar el gobernable, En la mano llevando siempre sonda, O seguir la canal que va bien honda. Doce leguas de aquí Martin Garcia,[39] Una isla de este nombre está llamada: Una legua de tierra se desvía, Y mas de legua y media es prolongada. A partes por el bosque está sombria, Y á partes tierra alta y asombrada, Don Pedro, y Juan Ortiz allí poblaron, Y de hambre mucha gente sepultaron. Aquí llegó Eduardo de Fontano, El año sobre mil y los quinientos De ochenta con mas dos, con viento sano, Mas no supo de pueblos ni de asientos: Que si acaso supiera el luterano Que allí habia poblados y cimientos, Sin duda en pesadumbre nos pusiera, Que habia el aparejo en gran manera. Cuatro leguas de aquí ya navegadas Las islas de San Lázaro estan juntas, De tierra media legua desviadas A dó enderezan ambas sendas puntas. Estan aquestas islas separadas, Aunque al parecer no estan disjuntas, Y habiendo media legua navegado, Está el Uruguay, rio afamado. Es rio de caudal y poderoso, Su boca legua y media casi tiene. Entra en este parage muy furioso, Que de peñas y riscos altos viene. En él entra otro rio con reposo, Que al parecer entrando se detiene; Al cual San Salvador llamó Gaboto, Antes que de los indios fuese roto. A dos leguas entra otro, que es nombrado El Rio Negro, que Hum tenia por nombre. Aquí en nuestros tiempos se han hallado Pescados semejantes mucho al hombre.[40] Aquesto de pasada lo he tocado, Ninguno de léerlo aquí se asombre, Que, siendo Dios servido, en otro canto Diré cosas de vista y mas espanto. Dejemos este rio, que corriendo De allá hácia el Brasil viene derecho; Y en él se vienen otros mil metiendo, Que le tienen famoso y grande hecho. Al nuestro de la Plata revolviendo, Desde aquí él comienza á ser deshecho, Y en once brazas grandes se reparte, Tirando cada cual su larga parte. Del rio Nilo refieren escritores Lo mismo: pero es tanta la grandeza De aqueste y de sus brazos, que mayores Los juzgo, que no estiman la braveza Del Nilo en tanto grado los autores. Y si del Nilo fuera la estrañeza Tan grande como este, y se escríbiera, Al mundo admiracion mayor pusiera. En el nuestro se forman muy hermosas Islas, de á doce leguas y mayores: En sus tiempos muy frescas y frondosas, Pobladas de mil rosas y de flores: De caza y bastimentos abundosas; En ellas Guaranís son pobladores, Sin que alguna nacion otra se atreva En él poblar, en ella hacer prueba. Pasadas estas islas, torna el rio A su primera madre acostumbrada. De una y otra parte gran gentío La tierra firme tiene bien poblada. El Guaraní les manda con gran brio, Que tiene la mas tierra sujetada: Entre ellos Yamaudú, gran hablador, Que se titula y nombra Emperador. Este malvado y perro como artero, A todos los mas indios comarcanos Los trae á su opinion al retortero: Y como son los indios tan livianos, Y el pica su poquillo en hechicero, Donde el pone los pies ponen las manos: De suerte que si quiere hacer la guerra, Al punto le vereis juntar la tierra. Y no piense el que lea aquesta história Que al falso Yamandú perecedero Le falta quien levante su memoria, Que en mi tiempo murió: mas su heredero Levantar procurò su fama y gloria: Y lo hizo en mas grado que el primero. Así que Yamandú, es el dictado, Y nombre que se pone el que ha heredado. De aquelle trataremos adelante, De sus embustes, falsos y marañas. De cuerpo y parecer era gigante, Y así lo demostraban sus hazañas. Un poco tiempo fuí su doctrinante, Teniendole en prision, á dó sus sañas Procuré doctrinar: trabajé en vano, Porque era muy malvado este pagano. De aquí el rio arriba, navegadas Ciento y veinte leguas ya del rio, Otras islas estan tan bien pobladas De gentiles naciones y gentío. Timbues las mas de ellas son llamadas, Que muy poco temor tienen al frio. La torre de Gaboto está cercana Y la gente llamada Cherandiana. De allí á veinte leguas, otro asiento, Que Santa Fé se dice, está poblado: Garay le dió principio y fundamento, Cuando Martin Suarez ha mandado. Tratarse ha en otra parte aqueste cuento: Volvamos al negocio comenzado. El rio hace aquí muchos islones, Poblados de onsas, tigres y leones. Al pié de ochenta leguas adelante El grande Paraguay entra famoso, Con mas quietud se muestra, y mas semblante A este rio corriendo con reposo. El Paraná se aparta allá á levante, De á dó corre con fuerza muy furioso; Del norte corre el otro, consumiendo Las aguas que el Perú viene virtiendo. Entrando el Paraná está Santa Ana, De Guaranís provincia bien poblada. Es tierra aquesta firme buena y llana, Que mucha de la dicha es anegada. Empero esta enjuta es muy galana, De nuestros españoles conquistada; Y así tienen aquí repartimiento Los que en el Paraguay tienen asiento. La peña pobre está mas adelante: Es alta como roca muy crecida. Aquí han visto muchos un gigante De gran disposicion y muy crecida. No está, segun yo supe, el aquí estante: Que allá la tierra adentro es su guarida; Mas viene aquí á pescar muy á menudo, De sus redes cargado, mas desnudo. Arriba de aquí están los remolinos, Que es cosa de admirar y gran espanto. En el medio del agua hay torbellinos, Como suele acá en tierra: y esto tanto, Que navegando algunos, los vecinos Celebran sus exéquias con gran planto, Diciendo que Caribdis está á punto, Para lo que viniere tragar junto. Aquí muchas canoas se han perdido, Y muchos en mi tiempo se anegaron. Muy mal al de la Puente ha sucedido, Y á aquellos que con él aquí bajaron. Que habiéndoles Caribdis sumergido, Las vidas y haciendas trabucaron, Y aquellos, que mejor les fué en la féria, Aun lloran todavia su miseria. El Salto ya me está gran priesa dando, Diciendo este lugar ser propio suyo: Y yo, solo en lo estar imaginando, De miedo, y de pensarlo de mí huyo. Decir aqueste cuento procurando La mano está temblando, y lo rehuyo; Por ser la cosa horrible y espantosa, Y en todo el Paraná maravillosa. Por aquí el Paraná dos leguas tiene, Y peñascos y sierras hasta el cielo: Y al pié de una gran legua de aquí viene Con impetu furioso y crudo vuelo. Cualquiera que navega le conviene Con tiempo tomar tierra, que en el suelo De mil picas en alto dará cierto: Por tanto muy de atras se toma puerto. De legua mas atras encanalado El Paraná desciende poderoso: Un peñasco terrible está tajado De á dó se arroja y cae muy furioso. El estruendo que hace es muy sobrado, Y el humo al aire tiene tenebroso, Una noche dormí en una sábna, Dos leguas de él, mas fué la Toledana. Yo proprio lo he oido á naturales, Tratando de este salto y su grandeza, Que estaban con temores desiguales, A oir aquel sonido y su braveza. Las aves huyen de él; los animales, Oyendo su estruendo, sin pereza Caminan, no parando apresuradas, Y con temor las colas enroscadas. Despues está Guaira, ciudad enferma, Y que por Malgarejo fué poblada. Mas él, podrá decir cierto Belerma, De mi para mi mal fué engendrada. Es causa