Pablo C. Díaz Martínez

El reino suevo (411-585)


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href="#ulink_90accb98-c4ea-56ec-8cad-f8ba541e0cbb">[2], obispo de Aquae Flaviae[3], la actual Chaves, en el norte de Portugal, una pequeña localidad del interior de Gallaecia, quien, en una crónica escueta y de lacónico estilo, decidió lamentarse de todas las ofensas que los invasores hicieron a los provinciales, tanto como del abandono del Imperio. Hidacio es un genuino representante de una aristocracia provincial que poco antes de las invasiones aún confiaba y se sentía segura en el universo del Imperio cristiano[4]. No en vano, Hidacio inicia su crónica recordando que pretende continuar la que había escrito Jerónimo, uno de sus ídolos, a quien parece haber conocido en Palestina en el contexto de un viaje de peregrinación que ha realizado siendo niño[5]. Hidacio se siente de esta manera el continuador de la Historia narrada por Eusebio hasta el vigésimo año de Constantino y proseguida por Jerónimo hasta el decimocuarto del reinado de Valente. Hidacio asume esa responsabilidad porque cree que en los últimos años de su vida Jerónimo, considerando «que tras la devastación de los bárbaros del territorio romano todo estaba mezclado y confuso, descuidó la sucesión cronológica de los acontecimientos»[6]. Se sitúa el cronista, por lo tanto, ante la necesidad de recoger con exactitud el devenir de los acontecimientos del mundo para poder precisar, en última instancia, la cadena de sucesos que han de llevar a la definitiva Parusía[7].