Pierre Joseph Proudhon

Escritos Federalistas


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«En el reino animal todo es género y especie, diferencia, progresión y serie […]; si de los animales pasamos a las plantas, encontramos la misma ley: división y grupo o serie»[65]; o aún: «Llamo ORDEN a toda disposición seriada o simétrica. El orden implica necesariamente división, distinción, diferencia. Algo indiviso, indistinto, no diferenciado no puede ser considerado ordenado, nociones ambas excluyentes»[66]. Todo, absolutamente todo responde al modelo de la serie inicial que la observación científica o sociológica («identidad-diferencia» o «unidad-diversidad») muestra con meridiana claridad: «La serie es al mismo tiempo unidad y multiplicidad, particular y general, verdaderos polos de la percepción y que no pueden existir el uno sin el otro». Del respeto o no de ese orden inicial seriado (uno y múltiple) que el conocimiento inductivo aportado por la mera observación nos facilita, de ese respeto y no de otra cosa, explica Prou­dhon, depende la ulterior concepción del hombre y de la sociedad. Entiéndase la sociedad como unidad orgánica compuesta de individuos atomizados y cerrada (o insensible) al exterior y a la diferencia, y se habrá roto la serie natural. No quedará en dicha sociedad más que las ruinas de la libertad individual. Entiéndase al hombre como soberano y opuesto a la sociedad y a sus semejantes, ensimismado en el egoísmo natural del que parte su soberanía y su racionalismo omnipotentes, y también se habrá roto la serie natural. No habrá más que intereses particulares y dispersión:

      ¿Cómo –se preguntará– impedir que la serie artificial creada por el hombre a partir de la percepción y conocimiento que tiene de sí mismo y del mundo que lo rodea no acabe desnaturalizando el orden inmanente de la sociedad? La respuesta proudhoniana, tan sencilla que debería sonrojar más de una mejilla, es la siguiente: volviendo la espalda a las teorías que explican el origen, causa y fin de la sociedad atendiendo a principios suprasensibles (Dios, Idea, Universales, etc.), inaccesibles para la razón humana por otro medio que no sea la especulación o la fe, haciendo de este modo que el orden social y el progreso pendan de una hipótesis inverificable, tan absoluta como inmutable. La razón, el idealismo, el ideal han de permanecer, según Proudhon, dentro de los límites de la razón, toda humana, sólo humana, pegada a la realidad: