estos años se publican obras menores que conocerán cierto éxito, como el Manuel du spéculateur à la Bourse (sólo la tercera edición, de 1857, irá fimada por Proudhon). Su obra maestra, De la Justice dans la Révolution et dans l’Église (1858), está entonces en gestación. Proudhon parece llevar razón: sus mejores escritos se forjan en el infortunio y la adversidad.
Curiosamente De la Justice, que debía ser inicialmente una breve respuesta a una biografía poco amable de Proudhon publicada en 1855 por un católico reaccionario, Eugène de Mirecourt, y precedida de un prólogo del arzobispo de Besançon, se acabará convirtiendo en la Suma Teórica del francés, compendio de su pensamiento filosófico, político y social, nada más y nada menos que 1.675 páginas en su edición original. El libro sale a la venta el 22 de abril de 1858 y en dos días ya se han vendido 6.000 de los 6.500 ejemplares de la primera tirada. Causa tal sensación que seis días más tarde, el 28 de abril, el Ministerio Fiscal ordena el secuestro del libro. Como cada vez que el buen Proudhon encuentra el éxito, ya sea literario, ya sea periodístico, que le hubiere procurado un confort material duradero, la censura aniquila sus esperanzas[53]: es condenado a tres años de prisión, 4.000 francos de multa y la supresión de la obra. Esta vez no hará como en 1849, cuando, a pesar de la condena de prisión que pesaba sobre él, había decidido permanecer en París. Optará por el exilio. El 18 de julio de 1858 llega a Bruselas, en donde su familia se reunirá con él unos meses más tarde. En Bélgica pasarán los Proudhon los próximos cuatro años.
En el exilio, crece su interés por cuestiones de política internacional. Entramos en lo que sus biógrafos consideran como la fase política de su obra. La opinión es muy matizable, pero lo cierto es que es durante su exilio belga cuando estalla la cuestión de las nacionalidades en Italia y Polonia, tema en el que, una vez más, Proudhon adoptará una posición original, solo de nuevo contra todos e incomprendido por sus amigos socialistas. Como veremos, su análisis de la cuestión de las nacionalidades, la dura crítica que realiza de la unificación de Italia o Polonia responde a la misma lógica (anterior a estos años) que preside su teoría federativa.
Pero antes de presentar su teoría positiva, el federalismo, Proudhon publica en 1861 una obra que producirá un soberano escándalo. Se trata de La Guerre et la Paix. En ella Proudhon se convierte en el adalid del derecho a la fuerza, expresión que mal entendida, como es frecuente en toda su obra, provocará entre las filas de la democracia liberal una condena total. Algunos llegan a pensar que Proudhon ha perdido definitivamente la razón. El problema es que, como de costumbre, el uso de un lenguaje ambiguo y la falta de una verdadera explicación del mismo (¿qué es el derecho a la fuerza para el autor?, ¿qué la guerra?), asociado a su peculiar estilo (la forma, siempre la forma, acaba estropeando el fondo)[54], produce en sus lectores una incomprensión total y acaban viendo en Proudhon el más fiel discípulo de Marte. En realidad, Proudhon expone aquí un correlato de su teoría de la justicia o dialéctica serial: todo es guerra y lucha en el hombre, lucha por la afirmación, lucha por la libertad, lucha interior contra sus instintos más oscuros, etc. Todo aquel que deja de luchar deja, en definitiva, de ser hombre, pierde su dignidad de persona para convertirse en individuo, mónada o cosa. Materialismo básico que siempre condenará. En definitiva, la guerra proudhoniana no es la guerra convencional, con sus ejércitos y campos de batalla; antes al contrario, Proudhon explica que la ausencia de guerra (convencional) no es ni puede suponer el fin de la guerra (la lucha de clases es un buen ejemplo); que el fin de la guerra, el fin de la lucha, de la fuerza individual y colectiva llevarían consigo el fin de la humanidad. Base teórica de su pensamiento que encontrará en el equilibrio de fuerzas, no en su supresión, su parte positiva por medio del derecho y del pacto federativo.
En 1862 Proudhon abandona su exilio belga y vuelve a París. Las causas de su retorno, que había demorado por problemas económicos a pesar del indulto del que se beneficiaba desde finales de 1860, las explica el propio Proudhon en las páginas de La Fédération et l’Unité en Italie, que el lector encontrará traducido en el presente volumen. En un par de artículos que el francés acostumbraba a publicar en la prensa belga manifestaba su oposición al principio de las nacionalidades (una nación, un Estado, centralización, etc.) al que por entonces apelaban el liberalismo y el socialismo europeos para justificar la unificación de Italia en un único Estado-nación, y argumentaba a favor de una confederación italiana. Como quiera que la prensa liberal belga había adoptado la defensa del principio de las nacionalidades de los unitarios italianos, Proudhon responderá de manera irónica (otro de sus más preciados recursos retóricos) diciendo que si el principio de las nacionalidades (unidad de cultura, lengua, historia, costumbres, etc. que llevaría a la fusión de la diversidad en una única entidad nacional soberana) y de las fronteras naturales era bueno para Italia, también debía serlo para Bélgica con respecto de Francia, explicando, por consiguiente, a sus colegas belgas que, en buena lógica y coherencia (misma lengua y cultura), si aceptaban la unificación de Italia tenían también que aprobar la anexión de Bélgica por parte de Francia. El escándalo que provocarán los artículos de Proudhon, que llega incluso a temer por su integridad física al ver las violentas manifestaciones que se organizan espontáneamente ante su casa, le hará cambiar rápidamente de opinión. A los pocos días lo encontramos en París, en donde prepara y publica su respuesta. Será La Fédération et l’Unité en Italie.
Como ya ocurriera con otro de sus grandes textos (De la Justice dans la Révolution et dans l’Église), Du Principe fédératif et de la nécessité de reconstituer le parti de la Révolution (1863) se acaba convirtiendo en una de sus principales obras casi por casualidad. Inicialmente previsto para contestar brevemente a las críticas recibidas por La Fédération et l’Unité en Italie, Proudhon acabará produciendo un voluminoso texto que hará posteriormente su gloria. La idea federativa recibía de la mano del francés uno de sus más coherentes y profundos desarrollos teóricos.
Disminuido por el cansancio y la enfermedad que desde mediados de la década anterior no dejará de acosarlo, todavía encuentra Proudhon fuerzas para escribir en 1863 otras obras menores, como Si les Traités de 1815 ont cessé d’exister? o Les Démocrates assermentés et les réfractaires. Llega 1864 y su salud empeora ostensiblemente. Sólo le queda un año por delante, en el que lo más destacable será su «testamento político», De la capacité politique des classes ouvrières, publicado póstumamente en 1865. Dicho texto será la respuesta de Proudhon a un grupo de obreros de influencia proudhoniana que representarán luego al proletariado francés en la Primera Internacional de Trabajadores de Londres, autores del famoso Manifiesto de los sesenta, y que acudían a Proudhon en busca de su estimado consejo. La respuesta que Proudhon les había prometido la encontrarán en De la capacité politique des classes ouvrières, resumen de su mutualismo o federalismo económico y político, en el que aconsejaba a la clase obrera sacudirse la influencia de la burguesía, autogestionar su acción política.
El 19 de enero, tras varias semanas de sufrimiento –desde finales de noviembre de 1864 sus textos y correspondencia son dictados a su hija Catherine ante su imposibilidad de redactarlos por sí mismo–, Proudhon fallece. Deja tras su muerte un buen número de textos inéditos y una deuda de más de 22.000 francos, que su viuda e hijas podrán pagar gracias a una suscripción abierta por algunos de los amigos de la familia y que les aportará más de 33.000 francos. Más que suficiente para cubrir la deuda contraída. Si a esto añadimos los importantes derechos de autor que su viuda cobrará tras su muerte, podemos ver que una de las mayores y constantes preocupaciones de Proudhon –en gran parte por su incorruptible integridad[55]– dejará de ser un problema. Podía, por fin, el dialéctico de la guerra descansar en paz.
Si atendemos ahora, como apuntábamos al principio de esta breve biografía, a la inevitable influencia del contexto sobre la obra y el pensamiento federal de Proudhon, tenemos que retener dos aspectos fundamentales:
1) Proudhon es, entre los más conocidos socialistas decimonónicos, uno de los pocos que por haber nacido y crecido en el seno de la clase obrera sabe de lo que habla cuando escribe sobre la desigualdad y la injusticia.