vacunaron 386 niños y asistieron á las escuelas durante el año 2.002 de ambos sexos. Su jurisdicción comprende 152 barrios, bajo la vigilancia de otros tantos caudillos ó matandáng sa-nayos. La fuerza de cuadrilleros la forman 74 hombres, y por último, como dato estadístico consignaremos que en el juzgado se sustanciaron 18 causas de otros tantos delitos cometidos dentro de la demarcación de dicho pueblo. Tiene destacamento de guardia civil, á cargo de un oficial de ejército; fuerza de carabineros y Administración de Hacienda. El ministerio parroquial está á cargo de la orden de San Francisco.
Lucban ha pasado en estos últimos años por un sin número de vicisitudes. La noche del 18 de Agosto de 1860 y la madrugada del 25 de Octubre de 1873, son dos fechas imperecederas que recordará Lucban mientras exista. En la primera fué reducido casi por completo á cenizas y en la segunda el vórtice de un tifón derrumbó la mayoría de sus edificios. Entre los que quedaron en pié—si bien con grandes deterioros—son dignos de citarse la iglesia, el convento y el tribunal. Aquel es de sólida fábrica, estando sus muros reforzados con grandes machones de piedra y ladrillo. La iglesia, lo mismo que el pueblo, está bajo la advocación de San Luís obispo, cuya fiesta se celebra con gran solemnidad el 19 de Agosto. El templo es muy espacioso; lo forma una extensa nave, un proporcionado crucero y un amplio y hermoso presbiterio. En dicho templo hay un cuadro muy digno de llamar la atención, no por su mérito artístico, que es completamente nulo, sino por la fuerza terrorífica de inventiva de su autor. El asunto está muy traído y manoseado en el arte pictórico indígena, y sin embargo de esto—y en ello está precisamente el mérito—el artista ha sabido dar alguna novedad al cuadro, que es, ni más ni menos, el infierno ¡pero qué infierno! Todos los dibujos, pinturas y grabados que hemos visto—que en verdad no son pocos—representando la muerte del pecador, asunto muy rebuscado por los indios, se quedan muy chiquitos al lado del que hemos convenido en llamar cuadro, más bien por el marco que tiene que por el fondo, fondo que lo constituye unas cuantas libras de almazarrón, delineando la más completa colección de pinchos, ruedas y garfios que hasta entonces habíamos visto. Sentimos no poder revelar el nombre del autor de aquella tienda de pimentón, pues no lo sabemos. Entre los méritos que tiene, es el ser anónimo.
En cambio del anterior, recomiendo á los aficionados á la pintura que pasen por Lucban, una Purísima que el Padre Mena tiene en el salón del convento, sacada de entre el polvo y las telarañas que ha muchos años ocultaban su mérito en la húmeda meseta de la escalera.
Según las crónicas de la orden de San Francisco, la iglesia y convento que hoy existen fueron concluidos el año 1738. El primer templo que se levantó en Lucban, según las expresadas crónicas, fué en el año 1595 por Fr. Miguel de Talavera.
Dicho templo fué arruinado en 1629, construyéndose otro más sólido, que á su vez fué presa de las llamas, consumiéndose hasta el punto que no pudo salvar el párroco más que el copón y una Purísima. ¿Sería esta imagen la misma que hoy se admira en el salón del convento? Pregunta es esta á que no han podido dar contestación las muchas horas que he dedicado á buscar la historia del cuadro.
El templo, como el convento, reclamaban en la fecha en que escribo estas líneas, una pronta reparación en el maderamen, tanto que ambos edificios estaban hechos una completa gotera.
Á más de las anteriores construcciones, es digno de citarse el tribunal, que puede competir con los mejores de su clase, y en el que el transeunte encuentra todo género de auxilios, que proporciona un mayordomo mediante los precios de tarifa que están expuestos al público. El viajero que llega á Lucban no debe preocuparse por nada teniendo dinero, pues en el tribunal halla buenas y limpias camas, magnífico servicio de mesa, elegante vajilla, fina cristalería y un cocinero municipal bastante aceptable, que cuenta no solo con los recursos de sus conocimientos culinarios, si que también con los abundantes y escogidos surtidos de Europa que guardan los escaparates de dos establecimientos. Uno de estos pertenece á una simpática é inteligente mestiza, cuya afabilidad lleva á su tienda gran número de consumidores.
La escuela es muy espaciosa, siendo de piedra su construcción. El resto de los edificios de Lucban no presentan nada de particular, viéndose algunas casas con teja y zinc, si bien la generalidad son de tabla con cubiertas de cabo negro. Por todas partes se conservan las huellas del terrible tifón del 25 de Octubre.
La proximidad á los altos picachos del Banajao y los vecinos bosques, hacen que raro sea el día que no llueva. En cuanto á su humedad, es tan constante, que estoy seguro pocos sitios habitados habrá en el mundo que acusen en los higrómetros una intensidad mayor; á pesar de esto, Lucban no es malsano, teniendo la precaución de resguardarse de el relente de la tarde, y sobre todo, dormir entre lana, con el vientre fajado, cosa que en nada atormenta, pues aun prescindiendo de la ciencia higiénica, las necesidades de la materia hacen que los que duermen en aquel pueblo busquen la manta, y no diré las mantas porque no se me tache de exagerado, por más que las he usado en los meses de Diciembre y Enero, en los que tenía mi cama con todo el servicio de las de Europa. Tuve ocasión de observar los termómetros, señalando 12° centígrados en algunas madrugadas. En Manila la temperatura fluctúa en todo el año, entre los 22° á 33°. Estas cifras señalan una grandísima desproporción, tanto más de notar, cuanto que de un punto á otro solo hay unas 22 leguas. Semejante desnivel de temperatura en tan corto espacio, solo se explica por la grandísima altura que tiene Lucban con relación á Manila y por las continuas lluvias que mantienen una latente humedad en la atmósfera, refrescada por los Nortes y purificada por las azoadas emanaciones que recogen aquellos al recorrer las elevadas y espesas frondas del Banajao. Sin embargo de tales condiciones climatológicas, altamente beneficiosas para el cultivo del campo, en dicho pueblo se dedican poco á la agricultura, verdad es, que su jurisdicción es escasa, y á más de escasa, difícil de ponerla en situación de beneficio por lo quebrado del terreno y los árboles y malezas que lo pueblan. No es agricultor, pero en cambio es artista como pueblo alguno de Filipinas. En esta ocasión, como en otras muchas de este libro, advierto á mis lectores escribo muy en serio, llevando por norma la pura verdad. Hago esta salvedad, por juzgarla muy oportuna antes de decir lo que conservo en mi memoria y en las notas de mi cartera. Lucban tiene 12.247 habitantes, que son otros tantos artistas. El oro, la plata, el acero y el hierro los manejan á la perfección. La fragua, el yunque, la lima y el cincel producen preciosas obras de joyería, útiles maquinarias, variados artefactos y primorosos objetos de colección y adorno. Incrustaciones en el hierro y el acero he visto, que francamente, hasta mis ojos dudaban que tales hombres, y sobre todo con las herramientas que empleaban, pudieran hacerlas. Los cuchillos cortos de hoja ancha, que el natural llama bolos, no tienen rival con los que se fabrican en Lucban. [5]
Con la varilla de un paraguas viejo, hacen un buril, y con este y un mal cortaplumas, tallan todo lo tallable, luciendo principalmente su habilidad en el cuerno del carabao cimarrón, haciendo objetos primorosos. Puños de armas, de bastones, de cuchillos; cajas, salacots, cucharas, tapas de libros, pequeñas estatuas, estuches, petacas y otros cientos de objetos, hacen del cuerno del carabao, que ha de ser cimarrón y no doméstico, porque la fibra del primero es más compacta que la del segundo; circunstancia fácil de explicar al tener en cuenta el constante uso que hace el carabao montaraz de sus cuernos y el poco que hace el doméstico.
A más de los anteriores trabajos, son dignas de citar, y muy en primer término, las obras femeniles. En Lucban, las niñas no juegan, pues todas trabajan: la niña limpia, estira y prepara las fibras del burí, el cabo-negro y el buntan, con las que la hermana arma, y la madre teje finísimos sombreros, petacas, salacots, guardavasos, petates, tampipis, y hasta unos pantalones, si le dan horma, tiempo y dinero, y digo esto, porque ya se ha hecho un chaleco, tejido con la fibra del burí.
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