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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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sabes con quién te enfrentas –suspiró ella.

      –La única persona que me importa eres tú, cariño.

      * * *

      Una hora después, Danielle estaba leyendo una revista cuando oyó voces airadas en el pasillo. Y una de ellas era la de… ¡la de Monica!

      Que entró en su habitación como una tromba un segundo después.

      –¡No me lo puedo creer! ¡La has secuestrado!

      –Danielle no ha sido secuestrada. Ha venido por propia voluntad, aunque dudo que tú entiendas ese concepto –suspiró Flynn.

      –Mira quién habla. A Danielle ni siquiera le caes bien. Ella misma me lo dijo. ¡Te odia! ¡Por eso la has secuestrado!

      Danielle había oído más que suficiente.

      –Flynn tiene razón, Monica. He venido por propia voluntad.

      –¡No tienes que decir eso solo porque él está aquí! Yo te protegeré.

      –¿De qué? ¿De qué quieres protegerme? Flynn no me ha hecho nada, al contrario. Se ha portado muy bien conmigo.

      –Deberías haber venido a mi casa…

      –No hace falta. Estoy bien aquí.

      Monica la agarró entonces por la muñeca.

      –¿Pero no te das cuenta de que él solo quiere una cosa de ti?

      –Lo único que quiero de Danielle es que se case conmigo.

      –¡Casarse contigo! No puedes casarte con ella. Está embarazada de mi hijo, es el hijo de Robert.

      –El niño también es parte de Danielle y, como mi mujer, también será parte de mi vida.

      –Tú nunca podrías amar al hijo de otro hombre –replicó Monica, airada.

      –Al contrario.

      Algo le ocurrió a Danielle al oír esas palabras. No sabía por qué ni intentó entenderlo, pero por primera vez desde la muerte de sus padres sintió que su corazón estaba lleno.

      –¡A ti no te importan ni Danielle ni el niño!

      –No soy yo el que está gritando cuando ella no se encuentra bien –replicó Flynn.

      –Danielle, ¿cómo puedes hacerme esto? Tú sabes que el niño es de Robbie. ¡Es mío!

      –Vete de mi casa –dijo Flynn entonces–. No voy a permitir que la manipules.

      –¿Yo? ¡Eres tú quien la está manipulando! Tú quien quiere algo de ella… todo esto es culpa tuya.

      –No, Monica, es culpa tuya –dijo Danielle–. Tú mimaste tanto a Robert que lo convertiste en un hombre sin carácter, una persona que lo quería todo sin dar nada a cambio.

      –¡Pero tú eras su mujer!

      –Era su mujer, no su esclava. Yo también tenía derechos.

      Monica abrió la boca y volvió a cerrarla. Y entonces algo pareció romperse dentro de ella.

      –Era mi hijo. ¡Mi hijo! Y ahora está muerto. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer sin mi Robbie?

      Flynn le hizo una seña a Jean.

      –Flynn…

      –No, deja que ella se encargue. Es una profesional.

      Jean tomó a Monica por la cintura y la sacó suavemente de la habitación.

      –Monica es la responsable de que me echaran del apartamento, ¿verdad?

      –Sí, creo que sí –contestó él.

      –Y tú querías protegerme de ella.

      –Sí. Pero esa no es la única razón por la que te he pedido que te cases conmigo.

      –¿No?

      –No, Danielle. Me siento muy atraído por ti. Quiero que seas mi esposa. Por mí, no por Monica. Pero si después de que nazca el niño quieres marcharte… no te detendré. Y te debo una disculpa por todo lo demás. Por cómo te he tratado, por lo que he pensado de ti, por creer las mentiras que contó Robert…

      –Déjalo, Flynn.

      –Aunque sospecho que todo eso no es más que la punta del iceberg.

      –Sí, me temo que así es.

      –Cuéntamelo, Danielle.

      Ella dejó escapar un largo, largo suspiro.

      –Casarnos fue un error desde el principio, pero yo quise creer que no era así. Después de un tiempo ya ni siquiera podía disimular…

      –¿Lo querías?

      –Pensé que lo quería, pero pronto descubrí que su idea del matrimonio era muy diferente a la mía. Él quería amor incondicional y yo… yo quería ser libre.

      –Pero te quedaste embarazada.

      –Fue un error, un accidente. Yo no habría querido que un niño se criase en ese ambiente. Robert me juró que todo sería diferente, que iba a cambiar, que no iba a dejarse manipular por su madre, pero… murió en un accidente una semana después.

      Flynn la miró, pensativo.

      –Siento lo que te hizo, lo que te hicieron. Ojalá pudiera borrar esa etapa de tu vida.

      De repente, los ojos de Danielle se llenaron de lágrimas.

      –Ya lo has hecho. Cuando hacemos el amor me haces sentir como una mujer, no como una pobre excusa de esposa.

      –Tú nunca serías una pobre excusa de nada.

      –Gracias –murmuró ella.

      Una hora después, cuando Danielle se había quedado dormida, Flynn bajó al estudio y se sirvió una copa de whisky. Debería haberle quemado la garganta, pero no era así. Estaba ardiendo por dentro. Ardiendo por tomar a un hombre muerto del pescuezo y arrancarle el corazón.

      Y Monica. A la que Jean había tenido que llevar a casa después de darle un calmante. Menuda pareja.

      Pero lo peor de todo era que él le había hecho lo mismo que su marido y su suegra. La había tratado mal, la había despreciado… pobre Danielle. No podía perdonárselo a sí mismo.

      Connie le había entregado por la mañana el informe que había encargado sobre Danielle y su marido. Y esa información lo había puesto enfermo. Ahora sabía que todas sus acusaciones habían sido infundadas. Danielle no era una buscavidas y no se había gastado el dinero del préstamo.

      Y, a pesar de lo mal que se había portado con ella, Danielle lo había perdonado.

      Flynn volvió a tomar otro trago de whisky. Había hecho falta una seductora rubia de ojos azules para recordarle que el mundo no se había hecho a medida de Flynn Donovan. Se sentía humilde y esa era una sensación que no había tenido en mucho tiempo.

      Dos semanas después, Flynn tuvo que ir a Brisbane para una reunión de negocios y Danielle descubrió que lo echaba de menos. Nada era lo mismo sin él. Los días eran eternos, las noches solitarias…

      Sin embargo, ninguno de los dos había pronunciado la palabra amor.

      –Lo echas de menos, ¿verdad? –le preguntó Louise.

      –Pero si se marchó ayer –bromeó Danielle.

      –Te estás engañando a ti misma, niña.

      –¿Yo?

      –Flynn te necesita. Y a tu hijo. Sé que le haces feliz, Danielle, y eso me hace feliz a mí. Lo recuerdo de niño y era un niño muy triste…

      –¿Lo