–Yo conozco un sitio en el que sí se te quiere. Y mucho.
–Gracias, pero me las arreglaré.
–Venga, te llevo a casa.
–He venido en coche.
–No pienso dejar que conduzcas con ese disgusto.
–¿No tenías que irte a París?
Connie debía habérselo dicho, pensó Flynn. Además de darle su dirección. Aunque no le importaba.
Entonces miró su Rolex. Podía retrasar la reunión o enviar a otra persona, preferiblemente esto último.
–No voy a ir.
–Pero…
–Voy a llevarte a casa.
–Flynn, no tienes que llevarme a casa. Puedo ir yo sola.
–No –insistió él, mirándola con una ternura inesperada–. Siéntate y relájate un momento. Vuelvo enseguida.
En cuanto Danielle entró en su casa y miró lo que tan pronto se había convertido en su hogar se sintió invadida por la desesperación. Echaría de menos aquel espacioso apartamento, las vistas…
Pero no era solo eso. Aquél había sido su nuevo principio. Se sentía segura allí.
Y ahora todo había terminado.
Flynn apretó su cintura y, por una vez, supo que tenía alguien en quien apoyarse. En él. Pero sería la última vez, se prometió a sí misma. Los brazos de Flynn Donovan eran demasiado cálidos, demasiado reconfortantes.
–Lo siento –murmuró, sacando un pañuelo del bolsillo–. Es que no me esperaba este disgusto.
–No tienes que disculparte.
Danielle lo miró. Y en ese momento se dio cuenta de que no era solo su apartamento lo que la hacía sentir segura. Era Flynn. Se sentía protegida, como jamás se había sentido. Al contrario que con Robert.
Robert. Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en él, pero decidió apartar los malos recuerdos y concentrarse en el presente. Estaba a punto de perder su casa.
–Flynn, yo pensé que esta sería mi casa durante un par de años por lo menos. Va a ser tan difícil marcharse…
–Intenta no preocuparte por eso.
–¿Cómo no voy a preocuparme? Firmé un contrato de buena fe. Siempre firmo las cosas después de leerlas cuidadosamente. Incluso habría firmado esos papeles que Robert quería que firmase…
Danielle no terminó la frase.
–¿Estás hablando del préstamo?
Ella se mordió los labios. ¿Si le contaba la verdad se lo diría a Monica? ¿Podría suplicarle que no lo hiciera? Sí, por su hijo, lo haría.
–¿Danielle?
–Sí, Flynn, estoy hablando del préstamo –suspiró por fin–. Robert falsificó mi firma. Yo no sabía nada de ese préstamo, nada en absoluto. Robert intentó que firmase unos papeles, pero no quiso decirme para qué eran y eso me hizo sospechar. Así que no los firmé. Y no volví a oír nada sobre el tema hasta que recibí tu carta. Y ni siquiera entonces se me ocurrió pensar que Robert hubiera falsificado mi firma. ¿Pero por qué vas a creerme ahora si no me creías antes?
–Ahora te conozco y sé que estás diciendo la verdad.
–Ah, qué magnánimo.
–No soy tan mala persona. ¿Pero por qué no me lo contaste antes? ¿Qué estás intentando esconder, Danielle?
–Pensé que se lo dirías a Monica y que Monica usaría eso contra mí…
–¿Cómo?
–Monica quiere quedarse con el niño a toda costa y pensé que usaría lo del préstamo en mi contra. Por eso te mandaba los cheques. No quería arriesgarme a que ella supiera nada sobre el asunto. Si tú no creías que mi firma era falsificada, Monica podría decidir no creerlo tampoco. Y sabía que usaría cualquier treta para quitarme a mi hijo. Aún podría hacerlo.
–Por encima de mi cadáver.
–Gracias, Flynn.
–Por eso te pusiste tan nerviosa el día que Monica me pilló aquí, ¿no?
–Sí, por eso.
–Danielle, yo no le habría hablado del préstamo entonces y no debes temer que se lo diga ahora. Esa mujer es la última persona en el mundo que debería criar un niño. Cualquier niño.
Danielle tragó saliva.
–Desgraciadamente, nada de esto resuelve mi problema.
–¿Por qué no esperas a ver qué pasa?
Eso era fácil de decir cuando se tenía dinero. Él podía irse a vivir a un hotel. Incluso podría comprar el hotel.
–No, tengo que enfrentarme con la realidad ahora. No tiene sentido enterrar la cabeza en la arena.
–Ya encontraremos alguna solución, no te preocupes.
–Flynn, en caso de que no lo haya dejado claro, no necesito tu ayuda.
–Si te casaras conmigo al menos no tendrías que preocuparte por eso.
Danielle lo miró con los ojos muy abiertos.
–Ben encontrará un apartamento para mí.
–¡Olvídate de Ben! Te meterá en algún agujero diminuto en el peor barrio de Darwin…
–Pues a ti parece que no te ha ido tan mal.
–No todos los chicos de mi barrio acabaron siendo millonarios, Danielle.
–¿Nadie más que tú y tus amigos tenía cerebro? –rio ella.
–Cásate conmigo.
–No.
–Serás muy feliz. Te lo prometo.
–No hagas promesas que no puedes cumplir.
Flynn apretó los dientes.
–¿Quieres que tu hijo sufra sin un padre?
–Eso no es justo. Pienso ser la mejor madre del mundo para él.
–Pero tú tuviste un padre y una madre. ¿Vas a negarle a tu hijo algo que debería tener, algo que tienen la mayoría de los niños?
–Quizá me case algún día, pero con el hombre adecuado. Y ese hombre no eres tú.
–¿Por qué no?
–Porque eres… un poco manipulador.
–¿Yo?
–Usar el sexo para conseguir lo que quieres es ser un manipulador. Y me parece muy curioso que no hayas mencionado para nada la palabra amor, por cierto. La gente suele casarse por amor.
–Prefiero no empezar el matrimonio con expectativas exageradas.
–No… pienso… casarme… contigo.
–Seguro que aprenderíamos a querernos con el tiempo. Seríamos felices.
–No.
–Danielle, no quiero discutir.
–¡Ni yo tampoco!
De repente, Danielle tuvo que agarrarse a él. De nuevo había vuelto a marearse. Y aquella vez era más fuerte que nunca.
–¿Qué te pasa? ¿Te has mareado?
–Sí, un poco.
–Eso te ocurre demasiado a menudo. Voy a llamar a mi médico… y no quiero discutir.
Aquella vez, tampoco Danielle quería discutir. Últimamente no se