Janice Wicka

El gran libro de la reencarnación


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en dos gases que se elevan al cielo para juntarse otra vez y ser gota de agua de nuevo.

      Puedo ser una chispa, total, todos somos intrínsecamente energía, que tarde o temprano volverá a la luz primordial, para sumarme al eterno continuo con una nueva consciencia de ser y estar.

      Tal vez soy un experimento de los dioses, un ser mortal intrascendente que no tiene la menor importancia dentro del concierto cósmico, lo que al fin y al cabo sería una liberación, un descanso reconfortante en la más absoluta nada, sin dolor ni hambre, sin género ni urgencias de sexo, sin odio, sin rencor y sin amor, sin pecados ni virtudes, sin responsabilidades ni necesidades, sin poder ni debilidades, e incluso sin dioses que me crearan para su solaz esparcimiento, haciéndome vivir una o varias vidas. ¡Qué paz! ¡Qué armonía! ¡Qué felicidad más pura e intensa!

      En ese sentido siempre he ambicionado la nada.

      Morir y que no haya nada, absolutamente nada. ¡Qué descanso eterno más maravilloso!

      Sin cielos, nirvanas o infiernos, sin divinidades ni demonios.

      El todo y la nada unidos, final y principio, armonía absoluta.

      Sin embargo presiento que no es así, que no me será nada fácil liberarme de todo y que una sola experiencia vital, al menos en mi caso, no será suficiente para alcanzar tal regocijo.

      Una sola vida no me va a dar verdadera sabiduría.

      Una sola vida no me otorgará el conocimiento necesario.

      Una sola vida no será suficiente para experimentar todo lo que este mundo ofrece, mucho menos lo que ofrece el cosmos y lo que está más allá de todo esto.

      Sé que estoy lejos de la meta.

      Soy consciente de muchas de mis carencias, aunque no de todas. Hay muchas cosas que se me escapan, cosas que no conozco, cosas que no comprendo, cosas que ni siquiera se me pasan por la imaginación.

      Al menos en mi caso me hacen falta muchas vidas para llegar a ser consciente de mi propio ser, y en la vida presente, por mucho que me esfuerce, van a quedarme cientos o miles de pendientes.

      Como bien apunta el Libro Tibetano de los Muertos, el Bardo Thodol, una sola vida y una sola muerte no es suficiente para la iluminación y el desapego.

      Astrológicamente tampoco estoy en la línea de los signos evolucionados, y si bien es cierto que el maestro Jay Tatsay me asegura que puedo dar un gran salto espiritual en la presente vida, porque soy Virgo ascendente Capricornio, sé que el salto no será el puente para liberarme de mis dudas, demonios y carencias.

      Si usted es Capricornio ascendente Capricornio, puede ser que ya esté muy cerca de la puerta que se abre al universo espiritual, que su alma sea vieja, que su espíritu esté rebosando de conocimiento, incluso sin que usted se dé cuenta, pero yo estoy, cuando mucho, a la mitad del camino.

      Buena parte de la humanidad tiene un espíritu joven, almas de un siglo de vida e incluso recién nacidas, a las que les falta por lo menos 143 vidas bien vividas para pasar a otro plano, y digo bien vividas porque en esta teoría de las 144 vidas obligadas también existe el camino de la involución, de dar pasos hacia atrás, de vivir sin ser, de existir sin aprender y sin experimentar, por lo que tendrán que repetir una y otra vez las mismas situaciones hasta que se conviertan en verdaderas experiencias.

      Siento que yo estoy repitiendo esta vida, y que cometí muchos errores en la experiencia pasada, los cuales intento no volver a cometer, para ir hacia adelante y no quedarme estancada.

      No sé si la teoría de la reencarnación hindú sea la correcta, de lo que sí estoy segura es de que esta vida ya la viví, y de que hay muchas cosas más de las que creemos reales. En mi experiencia pasada no hice caso de muchas cosas, de avisos claros a los que mi mente racional se negaba a aceptar, y que en esta repetición sí escucho y atiendo, y quiero compartir con todos ustedes, porque sé que en cierta medida todos nosotros estamos unidos en un mismo destino, y que la falta de unos arrastra a los otros hacia un lado o hacia otro, hacia una evolución positiva o hacia una involución negativa, porque la nave en que viajamos todos es la misma, el planeta Tierra, y lo más sensato sería que todos remáramos en la misma dirección.

      Es cierto que tenemos muchas vidas por delante, pero el tiempo de este universo es finito y en algún momento se acabará, y lo que ahora nos parece muy lejano el día de mañana estará a la vuelta de la esquina.

      A lo largo del presente libro, expondré diversas teorías sobre la reencarnación junto con mis propias y humildes experiencias, agradeciendo que me permitan compartir lo que he vivido, lo que intuyo y lo que siento y pienso más allá de las mismas teorías, creencias y conocimientos que hay sobre el tema, intentando ser objetiva, pero no determinista, porque al final cada uno de nosotros experimenta la vida y la existencia a su manera.

      Un fuerte abrazo. Muchas gracias.

      I

      ¿Dónde estamos antes de nacer?

      Nada se crea ni se destruye,

      solo se transforma.

      Rudolf Julius Emmanuel Clausius

      Mark Twain, el famoso autor de Tom Sawyer, que nació y murió con el paso de un cometa, se hizo a menudo la misma pregunta: si la vida dura apenas unos cuantos años, muchos o pocos para los humanos, comparada con la duración del universo, apenas si vivimos un instante, casi nada, entonces dónde estábamos antes de nacer y dónde estaremos después de este instante vital.

      ¿Existimos antes de nacer en este mundo?

      ¿Hay una conciencia previa al nacimiento?

      Cuando nacemos nos llenan la cabeza de información positiva y negativa y se nos enseña a ser quién somos, pero no me refiero a este tipo de conciencia que absorbemos en el contexto en el que nacemos y nos desarrollamos, sino a una conciencia previa de ser y estar antes del nacimiento.

      A las hembras nos enseñan a ser mujeres y femeninas, y a los varones les enseñan a ser hombres y machos aprovechando ciertas condiciones biológicas dependiendo del lugar y la época del nacimiento.

      Sexo solo hay uno y somos animales de reproducción sexual desde el nacimiento hasta la muerte, con las hormonas necesarias para la función fisiológica de la reproducción, independientemente de si nacemos hembra, varón o andrógino, el resto es una construcción social que depende de los factores contextuales a los que nos enfrentemos, y, dependiendo de la época y el contexto social, adoptaremos las figuras que se nos presenten.

      Hoy podemos transformarnos en prácticamente lo que se nos antoje, y nos podemos maquillar, operar o disfrazar de lo que queramos dentro de nuestro contexto, imitando lo que vemos y lo que conocemos, pero no de lo que desconocemos. Los hombres que quieren ser mujeres imitan a las mujeres de su entorno, de la misma manera que las mujeres que quieren ser hombres imitan a los hombres de su entorno.

      Los occidentales imitan a los occidentales, y los orientales imitan a los orientales, pero ni el alma ni el espíritu tienen sexo, por lo que antes de nacer no hace falta disfrazarse de nada, y la conciencia previa a la concepción carece de cargas morales, religiosas o sociales adosadas al género sexual.

      Hago la distinción entre alma (sensaciones, emociones y sentimientos) y espíritu (ser esencial), porque a menudo tendemos a confundirlos y a tratarlos como si fueran una misma cosa, cuando no lo son en absoluto.

      El alma se deposita en el cuerpo y se une a él por medio de la glándula pineal, mientras que el espíritu acompaña el proceso desde el chacra coronario y se manifiesta muy pocas veces a lo largo de nuestra vida material en este mundo.

      Ese espíritu, nuestro ser esencial, como todo lo que hay en el universo, no debería crearse ni destruirse, sino ser eterno e inmanente, inmaterial, pero siempre presente ya sea en forma de energía, quinta esencia o subpartícula atómica sin masa, pero siempre presente, antes y después de cualquier formación material biótica o inerte.

      Pues bien, ¿ese espíritu tiene conciencia, voluntad, recuerdos, intenciones?

      Si