Блейк Пирс

Si Ella Se Ocultara


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una hora la reportera sería capaz de averiguar que el FBI había sido llamado. En consecuencia, le pareció bien mostrar su placa al tiempo que ella y DeMarco caminaban hacia la casa.

      —Somos del FBI —dijo Kate—. Tenga eso en mente si se le ocurre seguirnos hasta adentro.

      La reportera frenó, tan de súbito que el cámara casi chocó con ella. Detrás de ambos, venía el oficial. Kate vio por la identificación y la placa prendidas en su uniforme que era el sheriff de Deton. Este hizo una mueca a la reportera al pasar junto a ellos.

      —Ya ven —le dijo a la reportera de manera más bien gruñona—. No soy solo yo. Nadie los quiere por aquí.

      Se unió a Kate y DeMarco, y las condujo hasta la puerta principal. En voz baja, añadió: —Ustedes conocen las leyes tan bien como yo. No puedo sacarlos a patadas porque técnicamente no están haciendo nada malo. Los condenados buitres esperan que un pariente o alguien más venga.

      —¿Cuánto tiempo llevan estacionados allí? —preguntó DeMarco.

      —Ha habido al menos un equipo reporteril aparcado aquí desde que esto sucedió hace dos días. Hubo un momento ayer en que estaban tres. Todo este asunto ha resultado por aquí una noticia importante. Las vans de los noticieros y sus equipos han estado apostados también alrededor de la estación policial del condado. Es algo que saca de quicio.

      Pasó el pestillo de la puerta principal y las hizo entrar. —Soy el Sheriff Randall Barnes, por cierto. Tengo la desgracia de ser quien está a cargo en este asunto. Los estatales se enteraron de que el Buró venía en camino y decidieron hacerse a un lado. Todavía llevan a cabo la búsqueda de la hija, pero dejaron en mi puerta la parte del homicidio.

      Kate y DeMarco pusieron sus pies adentro al tiempo que se presentaban. No entablaron conversación, sin embargo. La vista que tenían enfrente, aunque no era ni de cerca tan mala como otras escenas de homicidio que Kate había visto, era sobrecogedora. Las manchas parduzcas, ya secas, sobre la alfombra azul, eran el foco de la atención. Había una sensación desoladora en el lugar, algo que Kate había percibido en escenas como esta —algo que había intentado describir sin éxito en incontables ocasiones.

      Sin ningún motivo, pensó en Michael. Había intentado una vez explicarle esta sensación, afirmando que era casi como si una casa pudiera sentir una pérdida y que esa sensación desoladora en el aire era la reacción de la casa. Él se había reído y dicho que sonaba casi espiritual en una forma extraña.

      Para ella estaba bien... principalmente porque era exactamente lo que sentía al echar un vistazo al hogar de los Fuller.

      —Agentes, voy a devolverme al porche —dijo—. Para asegurarme que no haya fisgones. Griten si necesitan algo. Pero les diré algo… cualquier cosa que quieran saber que no esté ya en los reportes que enviamos va a tener que venir de uno de mis otros oficiales, un hombre llamado Foster. Aquí en Deton, no estamos muy acostumbrados a casos como este. Estamos descubriendo lo poco preparados que estamos para estas cosas.

      —Nos encantaría hablar con él después de esto —dijo DeMarco.

      —Le llamaré y me aseguraré que esté en la estación, entonces.

      Salió discretamente por la puerta principal, dejándoles la escena. Kate dio unos pasos alrededor de las manchas de sangre de la alfombra. Había algunas en el sofá, también, y otras en la pared encima del mismo. Una pequeña mesa de café se hallaba delante del sofá y unas pocas cosas sobre ella parecían desparramadas —unas facturas, una taza de plástico vacía y volteada, y un control remoto. Posible indicativo de una breve lucha, aunque de haber sido así, no fue particularmente encarnizada.

      —No hay verdaderas señales de lucha —dijo DeMarco—. A menos que su hija fuera muy fuerte y atlética, no veo cómo pudo haber hecho esto.

      —Si fue la hija, puede que ellos no lo hayan visto venir —opinó Kate—. Pudo haber entrado a la habitación, llevando el arma oculta detrás de ella. Uno de ellos pudo haber sido muerto antes de que el otro tuviese idea de lo que estaba sucediendo.

      Estudiaron el área por unos minutos, sin hallar nada extraordinario. Había fotos en la pared, varias de las cuales eran familiares. Era la primera vez que veía a la chica que presumía era Mercy Fuller. Las fotos la mostraban en distintas etapas de su vida: desde alrededor de cinco hasta su edad actual. Era una linda niña que probablemente se convertiría en una hermosa chica al llegar a la universidad. Tenía el cabello negro, ojos pardos, y una radiante sonrisa.

      Luego se internaron en la casa, llegando a una habitación que obviamente pertenecía a la adolescente. Un deslumbrante diario se hallaba colocado sobre el escritorio, cubierto con bolígrafos y papeles. Una piña rosada de porcelana se hallaba en el borde del escritorio, una especie de portaretrato con un sujetador de alambre en la parte superior, y la foto de dos chicas adolescentes, sonriendo abiertamente ante la cámara.

      Kate abrió el diario. La última entrada era de hacía ocho días y era acerca de cómo un chico llamado Charlie la había besado fugazmente en la escuela, durante el intermedio entre una y otra clase. Revisó entradas anteriores y encontró que eran notas similares: comentarios sobre un difícil examen, el deseo de que Charlie le prestara más atención, que a la necia de Kelsey Andrews se la llevara por delante un tren.

      En ningún lugar del interior de la habitación había indicaciones de un intento de homicidio. Revisaron a continuación el dormitorio de los padres y lo encontraron igualmente falto de interés. Había unas pocas revistas para adultos ocultas en el closet, pero aparte de eso, los Fuller parecían rechinar de limpios.

      Cuando salieron de la casa al cabo de veinte minutos, Barnes estaba todavía en el porche, sentado en una vieja y desgastada tumbona, fumando un cigarrillo.

      —¿Encontraron algo? —preguntó.

      —Nada —respondió DeMarco.

      —Aunque me pregunto —añadió Kate—, ¿encontraron ustedes o la policía estatal un celular o un portátil en la habitación de la hija?

      —No. Ahora bien, con respecto al portátil… eso no es de sorprender. Quizás se pueda afirmar por el estado de la casa, pero los Fuller no eran exactamente el tipo de familia que pudiera permitirse la compra de un portátil para su hija. En cuanto al teléfono, el plan de pago de los Fuller muestra que Mercy Fuller tenía de hecho el suyo. Pero hasta ahora nadie ha sido capaz de rastrearlo.

      —Quizás está apagado —dijo DeMarco.

      —Probablemente —dijo Barnes—. Pero aparentemente, y esto es nuevo para mí, incluso cuando un teléfono está apagado, puede ser rastreado hasta el lugar donde fue apagado… el último sitio donde estuvo encendido. Y los estatales determinaron que la última vez que estuvo encendido fue aquí en la casa. Pero, como ustedes han señalado, no se encuentra en ningún lado.

      —¿Cuántos hombres trabajan activamente en el caso? —preguntó Kate.

      —Tres en la estación en este momento, pero básicamente conduciendo entrevistas e indagando en cosas como las últimas compras, los últimos sitios que se sabe que visitaron y cosas así. Hay un hombre de los estatales que fue dejado aquí y está ayudando, aunque no está muy fe!iz que digamos.

      —¿Y tiene otro hombre en la fuerza que usted considera está a cargo aparte de usted?

      —Correcto. Como dije, ese es el Oficial Foster. El hombre tiene una mente como de caja fuerte.

      —¿Nos podría llevar a la estación para una breve reunión informativa? —preguntó Kate— Pero solo usted y este Oficial Foster. Mantengámoslo entre unos pocos.

      Barnes asintió con una mueca, al tiempo que se levantaba del asiento y tiraba la colilla en el patio. —¿Quieren considerar a Mercy como sospechosa sin que lo sepa mucha gente. ¿Correcto?

      —Pienso que es tonto descartar la posibilidad sin indagar —dijo Kate—. Y mientras lo hacemos, sí, tiene razón. Mientras menos personas lo sepan, mejor.

      — Llamaré