de Elimelec. Lo había amado y seguido en busca de refugio hasta los campos de Moab.
Cuando las circunstancias no mejoran, cuando la vida se estanca, cuando la batalla se enardece y el camino se alarga, todo parece insoportable, injusto y triste. Cuando nosotros sólo vemos dolor, Dios jamás desperdicia el sufrimiento en la vida de sus hijos. Noemí, en medio de su dolor y resentimiento, debía seguir siendo una mujer hebrea que cree en el Todopoderoso, que lo ve como al Dios soberano que es. Él da y quita, y su nombre debe ser glorificado4. En adelante, ella tomará decisiones para superar el desamparo y no estará sola.
Cuando sabemos reconocer nuestros errores
Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan (Rt 1.6).
Volvamos nuestra mirada a Belén. Dios estaba disciplinando a su pueblo. El hambre era temporal. En medio de su ira por el caos social y político, se acuerda del amor por su pueblo. Lo que sucede luego en Belén, la “casa del pan,” nos muestra lo especial que es su pueblo para Dios.
Las crisis no duran para siempre, y el mismo Dios que envió el hambre, envío de nuevo el pan como un gran gesto y señal de su misericordia. Noemí no estaba escuchando noticias del tipo: “Hubo una gran inversión económica en la ciudad” o “Las cosas han mejorado en los mercados de Belén”. Las noticias llegaron como el evangelio llega a nosotros: Él nos ha visitado, ha llovido, el grano ha dado su fruto, las cosechas han sido abundantes, Dios ha dado una nueva gran oportunidad a su pueblo, un gran regalo del Todopoderoso.
Mientras atravesamos el escenario de la historia, somos convocados a responder a cada una de las oportunidades que Dios nos da. Es nuestra gran oportunidad el desenvolvernos de la mejor manera posible. El Nuevo Testamento llama kairós a estas oportunidades o momentos, espacio de tiempo importante, ocasión adecuada o propicia. Algo así como lo que sucede con nuestra fruta predilecta si no hemos estado atentos, a su temporada de cosecha, para saborearla, no la veremos más hasta la siguiente temporada. Debemos estar atentos a lo que Dios está haciendo en la historia. Dios visitó a su pueblo, les prestó atención y les dio pan.
Noemí tomó valor, se levantó, la amargura no la iba a doblegar. Seguía confiando en el Dios que ha visitado a su pueblo. Era el tiempo oportuno para volver a su Belén querido, sus nueras irían con ella a Judá.
El tiempo oportuno de Dios exige atención y pronta reacción, pues puede pasar como un cometa a gran velocidad. Quien pestañó, se perdió el espectáculo. No hay espacio para prórrogas y displicencias. La oportunidad en medio de la crisis exige sabiduría y disposición para tomar valor, y retroceder si es necesario. Salir, cambiar, alejarse, regresar, afirmarse. En nuestro tiempo, los plazos necesitan ser liberados de la indiferencia, de la desidia, de los apuros compulsivos, estresantes, sin sabiduría. El apóstol Pablo nos advierte que las circunstancias que nos rodean son malas. Cuando decimos “ahora es demasiado tarde, ya pasó el tiempo”, hemos dejado escapar la oportunidad que Dios nos estaba dando5.
Noemí supo aprovechar la oportunidad que Dios le entregaba y decidió caminar a la sombra de la eternidad. En tiempos difíciles, es necesario aprender a retroceder, a cambiar de dirección, y a volver sobre nuestros pasos. Cualquiera de nosotros podría decir lleno de orgullo: “No volvería nunca atrás, pues sería el hazmerreír de todo el mundo”. Sin embargo, para regresar no solamente se necesita humildad, también hace falta valentía, porque reconocer errores es de gigantes.
Uno de los problemas de las congregaciones de hoy es que no estamos abriendo espacio para que las personas se equivoquen. No es común escuchar en el liderazgo, entre los ministros del evangelio, que alguien reconoce que se ha equivocado, que tomó una mala decisión, que no consideró la voluntad de Dios, que invirtió mal el dinero del Señor, que no tuvo la palabra y la actitud adecuada ante una situación, o que le aterra la sola idea de la escasez y la austeridad. En una cultura que exalta el triunfalismo y la ley del que menos se equivoca, no hay cabida para el arrepentimiento y el reconocimiento del error.
La teología de Noemí es la de seguir creyendo en Dios, quien es todopoderoso y misericordioso (Rt 1.8, 20) a pesar de su resentimiento, el cual ella describe más adelante como “amargura”. Noemí es una mujer que lucha con sus contradicciones, no deja que la amargura se vuelva terquedad. No trató de probar a un Dios de misericordia en medio de justas consecuencias. Su teología no la dejó en un camino sin alternativas, con un Dios despreocupado de la historia, que no da nuevas oportunidades o no perdona. Porque al fin y al cabo ese también es el problema de nuestras familias, nos cuesta detenernos y regresar, ceder, volver atrás y ver el perdón como una acción real. Noemí inició el camino de retorno, la esperanza era muy leve en ella, sus sentimientos eran encontrados. En su mente, sólo estaba la idea de salir del lugar al que había ido. La mayor gracia en el creyente no consiste en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que cae. El impío cae en el mal y no se levanta, pero el justo cae y se levanta6. Noemí era una mujer justa. Vio la muerte de su familia, quedó desamparada, se resintió contra Dios y allí estaba tomando valor, levantándose para regresar. El camino tomado por su familia lejos de Belén fue de muerte y perplejidad. En algo se habían equivocado y sólo ella, mujer y hebrea, sobrevive para contarlo. Aprendamos a reconocer nuestros errores. Dios no quiere avergonzarnos, quiere restaurar nuestra suerte, así como lo hizo con Noemí.
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1 Lucas 16.13. “Mamón” es el término utilizado en el Nuevo Testamento como el símbolo de la avaricia material o el dios de las riquezas. La versión en inglés King James traduce como “mammon”, sin embargo, la versión en español Reina-Valera 1960 lo hace como “riquezas”.
2 1 Samuel 3.1.
3 Génesis 19.37.
4 Job 1.21.
5 Efesios 5.16; Colosenses 4.5.
6 Proverbios 24.16.
Rut 1.7–13
Situaciones en dramas familiares II
En las escenas anteriores vimos a una familia que no tuvo sabiduría suficiente para manejar sus tiempos de crisis. Algunas situaciones de este drama familiar fueron planteadas y pudimos extraer algunas ideas para afrontar nuestros propios dramas familiares.
Después de la muerte de Elimelec, entran en el escenario Rut y Orfa como las moabitas que se casan con los hijos. Los hebreos tenían prohibido casarse con extranjeras. Sin embargo, la fe y las acciones poderosas y misericordiosas de Dios para con su pueblo y los que le temen han de ser conocidas entre las naciones, para que vayan y adoren a Jehová en su santo templo, en Jerusalén.
De algún modo, después de la desaparición de Elimelec, nacía una luz de esperanza con los matrimonios de Mahlón y Quelión. Ellos llevan nombres que los describen como descontentos y nostálgicos. Tal vez el refugio forzado les hizo dejar atrás amistades, y tuvieron que confrontar, por unos diez años, una cultura diferente, y situaciones que finalmente los llevarían a una muerte prematura.
A la muerte de su esposo Noemí queda viuda y ahora también tenía que sepultar a sus dos