Bessel van der Kolk

El cuerpo lleva la cuenta


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contado lo que vi y oí, pero solo una parte de ello. Para la mayoría de las cosas, no tengo palabras».

      Cuando las palabras fallan, las imágenes aterradoras captan la experiencia y vuelven como pesadillas y flashbacks. A diferencia de la desactivación del área de Broca, en nuestros participantes se iluminó otra región, el área 19 de Brodmann. Es una región de la corteza visual que registra las imágenes cuando entran por primera vez en el cerebro. Nos sorprendió ver activación cerebral en esta área tanto tiempo después la primera vivencia del trauma. En situaciones normales, las imágenes en bruto registradas en el área 19 se difunden rápidamente a otras regiones cerebrales que interpretan el significado de lo que se ha visto. De nuevo, estábamos viendo una región cerebral activada como si el trauma estuviera ocurriendo realmente.

      Como veremos en el capítulo 12, en el que hablaremos de la memoria, otros fragmentos no procesados del trauma, como los sonidos, los olores y otras sensaciones físicas, también se registran separadamente de la historia en sí. Sensaciones similares suelen desencadenar un flashback que los lleva de nuevo a la conciencia, aparentemente inalterados por el paso del tiempo.

      PASAR A UN LADO DEL CEREBRO

      Los escáneres también revelaron que, durante los flashbacks, solo se iluminaba el lado derecho del cerebro de nuestros sujetos. Actualmente existe mucha literatura científica y popular sobre las diferencias entre el cerebro derecho y el izquierdo. A principios de los años noventa, escuché que algunas personas habían empezado a dividir el mundo entre la gente de hemisferio cerebral izquierdo (gente racional, lógica) y la gente de hemisferio cerebral derecho (gente intuitiva y artística), pero no presté mucha atención a esa idea. Sin embargo, nuestros escáneres mostraban claramente que las imágenes de los traumas del pasado activan el hemisferio derecho del cerebro y desactivan el izquierdo.

      Actualmente sabemos que los dos hemisferios del cerebro hablan lenguajes diferentes. El derecho es intuitivo, emocional, visual, espacial y táctil; y el izquierdo es lingüístico, secuencial y analítico. Mientras que el hemisferio izquierdo del cerebro se ocupa de la conversación, el derecho es el que se ocupa de la música de la experiencia. Se comunica mediante expresiones faciales y lenguaje corporal, y componiendo los sonidos del amor y de la pena: cantando, jurando, gritando, bailando o imitando. El cerebro derecho es el que se desarrolla primero en el útero, y transmite la comunicación no verbal entre las madres y sus hijos. Sabemos que el hemisferio izquierdo se conecta cuando los niños empiezan a comprender el lenguaje y aprenden a hablar. Esto les permite nombrar las cosas, compararlas, comprender sus interrelaciones y empezar a comunicar sus experiencias únicas y subjetivas a los demás.

      Los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro también procesan las huellas del pasado de maneras drásticamente distintas.2 El cerebro izquierdo recuerda los hechos, las estadísticas y el vocabulario de los acontecimientos. Recurrimos a él para explicar nuestras experiencias y ponerlas en orden. El cerebro derecho almacena los recuerdos sonoros, táctiles, olfativos y las emociones que evocan. Reacciona automáticamente a las voces, las características faciales y a los gestos y los lugares vividos en el pasado. Lo que recuerda parece una verdad intuitiva; es el modo en que funcionan las cosas. Incluso cuando describimos las virtudes de una persona amada a una amiga, nuestros sentimientos pueden mezclarse profundamente si, por ejemplo, su cara nos recuerda a la tía que quisimos cuando teníamos cuatro años.3

      En circunstancias normales, ambos lados del cerebro funcionan conjuntamente de manera más o menos fluida, incluso en las personas en las que un lado predomina más que el otro. Sin embargo, tener un lado o el otro desconectado, aunque sea temporalmente, o tener un lado completamente desconectado (como pasaba en los inicios de la cirugía cerebral) resulta limitante.

      La desactivación del hemisferio izquierdo tiene un impacto directo sobre la capacidad de organizar la experiencia en secuencias lógicas y de traducir nuestros sentimientos y pensamientos cambiantes en palabras. (El área de Broca, que se apaga durante los flashbacks, está en el lado izquierdo). Sin secuenciar, no podemos identificar la causa y el efecto, comprender los efectos a largo plazo de nuestras acciones ni hacer planes de futuro coherentes. Las personas que están muy afligidas dicen que están «perdiendo la cabeza». En términos técnicos, están experimentando la pérdida del funcionamiento ejecutivo.

      Cuando a las personas traumatizadas algo les recuerda el pasado, su cerebro derecho reacciona como si el acontecimiento traumático estuviera sucediendo en el presente. Pero como su cerebro izquierdo no está funcionando muy bien, puede que no sean conscientes de estar reexperimentando y representando el pasado; simplemente están furiosas, aterradas, rabiosas, avergonzadas o paralizadas. Cuando esta tormenta emocional ya ha pasado, puede que busquen algo o a alguien a quien culpar. Se han comportado así porque nosotros hemos llegado diez minutos tarde, o porque nosotros hemos quemado las patatas, o porque nunca me escuchas. Evidentemente, la mayoría hemos hecho esto alguna vez, pero cuando se nos pasa solemos admitir nuestro error. El trauma interfiere con este tipo de conciencia, y con el tiempo nuestra investigación ha demostrado por qué.

      ATRAPADOS EN LA LUCHA O EN LA HUIDA

      Lo que le sucedió a Marsha en el escáner poco a poco empezó a tener sentido. Trece años después de su tragedia, activamos las sensaciones (los sonidos y las imágenes del accidente) que seguían almacenados en su memoria. Cuando estas sensaciones salieron a la superficie, activaron su sistema de alarma, que hizo que reaccionara como si estuviera otra vez en el hospital escuchando que su hija había fallecido. El paso de esos trece años quedaba borrado. El ritmo cardiaco acelerado y el aumento de la presión arterial reflejaban su estado de alarma agitado.

      La adrenalina es una de las hormonas críticas para ayudarnos a luchar o a escapar en situación de peligro. El aumento de adrenalina fue el responsable de la drástica aceleración del ritmo cardiaco y del aumento de presión sanguínea de nuestros participantes mientras escuchaban la narración de su trauma. En condiciones normales, la gente reacciona a una amenaza con un aumento temporal de las hormonas del estrés. En cuanto la amenaza desaparece, las hormonas se disipan y el cuerpo recupera la normalidad. Las hormonas del estrés de las personas traumatizadas, en cambio, tardan mucho más a volver al nivel basal y crean picos rápida y desproporcionadamente en respuesta a unos estímulos ligeramente estresantes. Entre los efectos insidiosos de tener las hormonas del estrés permanentemente elevadas figuran problemas de memoria y de atención, irritabilidad y trastornos del sueño. También contribuyen a muchos problemas de salud a largo plazo, en función del sistema corporal más o menos vulnerable de cada persona.

      Ahora sabemos que existe otra respuesta posible ante la amenaza que nuestros escáneres todavía no pueden medir. Algunas personas simplemente recurren a la negación: sus cuerpos registran la amenaza, pero su mente consciente sigue como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, aunque la mente pueda aprender a ignorar los mensajes del cerebro emocional, las señales de alarma no se detienen. El cerebro emocional sigue funcionando y las hormonas del estrés siguen mandando señales a los músculos para que se tensen para actuar o se inmovilicen colapsados. Los efectos físicos sobre los órganos siguen sin cesar hasta que reclaman atención expresándose como enfermedad. Las medicaciones, las drogas y el alcohol también pueden apagar o anular temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables. Pero el cuerpo sigue llevando la cuenta.

      Podemos interpretar lo que le sucedió a Marsha en el escáner desde diferentes perspectivas, cada una de las cuales tiene implicaciones para el tratamiento. Podemos centrarnos en las alteraciones neuroquímicas y fisiológicas tan evidentes y decir que sufre un desequilibrio bioquímico que se reactiva en cuanto recuerda la muerte de su hija. Entonces, podemos buscar un fármaco o una combinación de fármacos que anulen la reacción o, en el mejor de los casos, restauren el equilibrio químico. Basándose en los resultados de nuestros escáneres, algunos de mis compañeros del MGH empezaron a investigar fármacos para que la gente respondiera menos a los efectos de una adrenalina elevada.

      También podemos afirmar que Marsha está hipersensibilizada a sus recuerdos del pasado y que el mejor tratamiento sería alguna forma de desensibilización.4 Después