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la fluidez de su escritura, y los múltiples nombres propios y temáticas en que incursiona, habilitan nuevas e insospechadas aproximaciones a su obra. “Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación: políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro”, escribió nuestro autor en la presentación inicial de su revista Amauta.[5] La perdurable atracción que ejerce Mariátegui obedece también a las posibilidades de lectura que se derivan de esa sorprendente ubicuidad de sus intereses.

      De los dos libros editados por Mariátegui a los otros dos que tenía casi listos al morir –El alma matinal y Defensa del marxismo–, pasando por una selección del resto de su abundante producción, esta antología se organiza entonces siguiendo los pasos de las continuas aperturas de nuestro autor en su afán de un socialismo cosmopolita.

      Periodismo y “edad de piedra”

      Una de las dimensiones más acusadas que ese período juvenil legó a la entera trayectoria de Mariátegui tuvo que ver precisamente con su contacto inicial con el mundo de la prensa. En uno de los ensayos que, ya cercano a su muerte, escribió sobre el escritor estadounidense Waldo Frank, señalaba: