José Carlos Mariátegui

Antología


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sobre la realidad peruana, Mariátegui había entrevisto que la cuestión del indio, atinente a las grandes mayorías que habitaban el Perú, se vinculaba al “problema de la nacionalidad”[76] (como especificó Terán, “a la posibilidad de constitución de estructuras nacionales sobre la base de realidades heterogéneas y muchas veces centrífugas”). [77] Ya se vio cómo el autor de los 7 ensayos llega a atisbar este horizonte a la hora de preguntarse por el despliegue de una estrategia socialista que apunte a incorporar a las masas. Sin embargo, si el discurso de Mariátegui llegó a admitir una mirada positiva del nacionalismo, ello tuvo que ver con esquemas y situaciones que trascendían el caso particular del Perú. En primer lugar, y en sintonía con los postulados defendidos entonces por la Internacional Comunista y, de modo más amplio, por el campo antiimperialista que se había desarrollado vigorosamente en el mundo tras el fin de la guerra, Mariátegui suscribía a la tesis según la cual “el nacionalismo que en las naciones de Europa tiene forzosamente objetivos imperialistas y, por ende, reaccionarios, en las naciones coloniales o semicoloniales adquiere una función revolucionaria”.[78] Las simpatías hacia movimientos antiimperialistas de países como China, la India o Marruecos, así como los fluidos lazos que mantenía entonces con el naciente proyecto del APRA de Haya de la Torre, eran muestras de esa tesitura. Pero además, esa variante de nacionalismo prototercermundista merecía la atención de Mariátegui tanto por encarnar valores universales como por abonar al clima romántico y convulsionado que daba tono a la época. Así, mientras podía comenzar un artículo sobre Egipto señalando que “despedida de algunos pueblos de Europa, la Libertad parece haber emigrado a los pueblos de Asia y África”, en otro se entusiasmaba al comprobar que “la revolución rifeña [en referencia a la República del Rif, en Marruecos] cesó de ser un hecho aislado para convertirse en un episodio y en un sector de la revolución mundial”.[79]

      Nuestro autor tuvo ocasión de elaborar sus discrepancias con Haya de la Torre en “Punto de vista antiimperialista”, texto enviado a la I Conferencia Comunista Latinoamericana que se realizó en Buenos Aires en 1929. Allí una vez más se expresó a favor de “la formación de partidos de clase y poderosas organizaciones sindicales”, en contraposición a las “vagas fórmulas populistas” que observaba en el jefe aprista. La referencia es de interés para una historia del concepto de populismo en América Latina que está aún por hacerse, puesto que los usos de la noción por parte de Mariátegui se cuentan entre los primeros provenientes de figuras de izquierda en el continente (junto a los que, en tono de ácida diatriba, el cubano Julio Antonio Mella espeta al aprismo en su panfleto “¿Qué es el ARPA?”). En el peruano, además, esos empleos se solapan con sus críticas al “populismo literario”.

      Y mientras esta polémica de gran resonancia posterior en las izquierdas peruanas y latinoamericanas tenía lugar, Mariátegui reafirmaba su colocación socialista y marxista en otro terreno de debate. Entre julio de 1928 y junio de 1929 publicaba en Variedades y Mundial una saga de textos a modo de respuestas a un libro aparecido un par de años antes, primero en alemán y casi de inmediato en otras lenguas, y que en Europa había generado vivaces controversias: Más allá del marxismo, del dirigente del socialismo reformista belga Henri de Man. Ese ensayo, que Mariátegui situaba en la serie de intervenciones que desde fines del siglo XIX señalaban las insuficiencias (cuando no la crisis) de la doctrina inspirada en Marx, pretendía efectuar no solo una revisión sino una “liquidación” del marxismo, que a juicio de De Man subsistía preso de los presupuestos filosóficos decimonónicos de corte racionalista que eran ya obsoletos.

      la experiencia racionalista ha tenido esta paradójica eficacia de conducir a la humanidad a la desconsolada convicción de que la Razón no puede darle ningún camino. El racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón. […]