Javier Tapia

Mitología china


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de la piratería, aprovechando los primeros intentos de expansión occidental vía marítima.

      Hoy en día está perfectamente datado y comprobado que el general Zheng He viajó desde China hasta Asia y África, e incluso hay quien lo sitúa en América hacia el año 1401, mientras le terminaban de hacer la Montaña de Oro al padre de Yongle, para dejar de mencionarlo en adelante, como si los chinos hubieran dejado de surcar la Mar Océana.

      Las pinturas, sedas y jarrones de la dinastía Ming se venden actualmente por miles y millones de dólares, y ya en su día fueron muy apreciadas en el mundo entero, pero la bonanza económica de la Dinastía Ming no fue suficiente para mantener el poder y esa misma bonanza creó una inflación galopante y la necesidad de establecer como patrón económico de referencia los metales preciosos, sobre todo las monedas de plata, ya que por una parte, y para preservar su cultura, China se cerró al mundo, pero por la otra mantuvo un comercio muy vivo con Japón, Portugal y España, sin dejar de lado a otras potencias europeas.

      El Tao y Confucio volvieron a tomar las riendas de la espiritualidad y el orden social del pueblo chino, los gobernantes recuperaron su halo divino y su deseo de trascendencia y elevación al cielo mientras el budismo, el islam y sobre todo el catolicismo y el evangelismo eran rechazados oficialmente, aunque dejaron su impronta en una que otra leyenda y en uno que otro mito.

      -Dinastía Qing, en 1664 se establece en Pekín tras conquistar la Ciudad Prohibida y derrocar a los Ming, con la novedad de instaurar el manchú como lengua oficial palaciega, porque los Qing provenían de la extensa provincia de Manchuria, al noreste de China, dejando al chino mandarín como lengua del vulgo.

      Como algunas dinastías anteriores, la Qing inicia con potencia su gobierno en la segunda mitad del siglo XVII de nuestra era, pero acaba muy debilitada tras un largo proceso de degradación que culmina a finales del siglo XIX con la Guerra del Opio y la invasión japonesa, así como la pérdida de diversas provincias del sur.

      El último emperador de China, Puyi, no va a perder el poder, aunque quizá nunca lo tuvo, hasta 1912, cuando es proclamada la República China y Sun Yat Sen es nombrado primer presidente de China.

      Los últimos años de la Dinastía Qing están marcados por la disolución social y la pérdida de identidad, la superstición religiosa y la corrupción estatal, el juego, el vicio y la prostitución, bajo el mando de una emperatriz madre, anciana y enloquecida, y un heredero al trono débil e inútil, demasiado occidentalizado como para comprender a su propio pueblo.

      China nunca fue tan legendaria como en ese tiempo, y si bien las hambrunas populares y los levantamientos bélicos se producían constantemente, el lujo y el esplendor de la Ciudad Prohibida se vivió y disfrutó hasta sus últimas consecuencias, la desaparición total y final de las chinas milenaria, imperial y dinástica, cambiando los mitos, las leyendas y las creencias esotéricas por las ideologías emergentes del nuevo orden mundial.

      China comunista

      Tras la breve y tormentosa República China, y la terrible instauración de la República Popular, con la Larga Marcha de Mao y la sangrienta Revolución Cultural, China entró en un periodo del cual aún no ha salido, si bien es cierto que ha mejorado mucho en los últimos cincuenta años para posicionarse como posible primera potencia mundial en todos y cada uno de los terrenos de la humanidad dentro de tres o cuatro décadas, para hacer valer las profecías de su mítico origen, con los dioses mirando con admiración a la población china.

      La lucha eterna

      China, como ningún otro pueblo, lleva milenios viviendo la lucha de la razón contra la emoción, del cerebro contra el corazón, del espíritu contra el alma. Sus mitos y leyendas son una delicia, pero no lo son menos sus proposiciones filosóficas, con lo que unos no se explican sin los otros, y, por más que quieran separarse o anularse entre sí, no han tenido más remedio que caminar juntos.

      Los amores trágicos e imposibles, la creación de la humanidad, la cruel locura de los dioses, el caos que se convierte en cosmos, la aniquilación panteísta de la divinidad y la eclosión de la trascendencia de la humanidad, el todo que nace de la nada y la nada que nace del todo, son mitos y leyendas que sirven de base y fundamento a la razón, a la investigación, a la invención práctica, al descubrimiento, a la filosofía y a la ciencia.

      Nuestro campo es la mitología, y no se puede negar que la mitología china es precursora de la imaginación, de lo imposible que se convierte en posible, de esa luz de oriente que iluminó al mundo entero hace milenios y que quizá vuelva a hacerlo dentro de poco, por lo que no estaría de más aprender chino mandarín y así comprender mejor una de las fuentes más importantes del pensamiento humano, que intentaremos esbozar a lo largo y ancho del presente libro sobre, nada más y nada menos, 500 mil años de mitología china.

      I: Cosmogonía china

      Todo nació de un simple huevo,

      todo nació de una humilde semilla,

      la nada puso el huevo y sembró la semilla

      tras ser fecundada por el todo.

      Dentro del estudio de las diferentes mitologías que en el mundo han sido, podemos encontrar símbolos que insinúan, en cierta manera, lo que más tarde terminamos llamando ciencia. Es por eso que muchas teorías de la física teórica parecen haber salido de propuestas imaginarias, de sueños, de observaciones empíricas limitadas en la percepción de los sentidos pero llenas de creatividad e inventiva.

      La mitología china está llena de referentes simbólicos que bien pueden rescatarse como propuestas precientíficas, ya que al igual que la mitología griega, propone un caos previo al cosmos, es decir, un desorden que da lugar al orden o, en palabras de Lao Tse, una nada que da lugar a un todo.

      La nada de Lao Tse bien puede equipararse a la energía oscura y a la materia oscura, las cuales no vemos ni podemos medir pero sabemos que están ahí por el comportamiento de los cuerpos celestes, que al final no están vagando por un espacio negro, frío y vacío, sino que se nutren y se sustentan sobre algo que es la nada y es el todo al mismo tiempo.

      ¿Dónde estamos?

      En el mundo.

      ¿Y dónde está el mundo?

      En el Sistema Planetario Solar.

      ¿Dónde está el Sistema Planetario Solar?

      En la Vía Láctea, nuestra galaxia, que pertenece a su vez al cúmulo de Virgo.

      ¿Y dónde están la Vía Láctea y el cúmulo de Virgo?

      En el universo.

      ¿Dónde está el universo?

      En un espacio formado de materia oscura que se nutre de energía oscura.

      ¿Y dónde están la materia y la energía oscuras?

      No se tiene la menor idea.

      Nuestra ciencia sigue siendo mítica en muchos sentidos, hija de la imaginación, los sueños, las intuiciones, las creencias, las posibilidades, las ideas e incluso de las creencias.

      No sabemos dónde estamos, no hay referentes que nos indiquen realmente nuestra posición en el espacio y se podría decir perfectamente que del universo visible apenas si sabemos nada, y del que no hemos visto todavía, sabemos aun mucho menos. Sabemos, por ejemplo, que nos movemos, que todo es movimiento, que no hay nada estático, aunque no podemos afirmarlo al cien por ciento, simple y llanamente porque solo percibimos lo que se mueve, mientras que los ceros absolutos de movimiento y temperatura solo son imaginaciones, propuestas teóricas que no se pueden confirmar.

      La leyenda del huevo y la ciencia moderna

      Para la mitología china la Tierra es un huevo de tortuga, y más específicamente de la Tortuga Milenaria inseminada por el Dragón Celestial, que al abrirse dio lugar a las aguas y a las montañas, a las plantas y a las flores, a los animales y, entre ellos, a los seres humanos.

      Como en la mitología maya, la tortuga nada sobre las aguas oscuras del universo primordial y, en algunas versiones, sostiene a la Tierra