una primera cita. No creo que debáis tener ningún contacto físico hasta después de la tercera… —Mira a sus asistentes y luego a Jim—… ¿de la cuarta cita? Es decir, estamos intentando vender esto como un romance sano.
Todos empiezan a lanzar ideas sobre cuándo y cómo sucederá ese contacto físico. Alguien dice que debería besarme en la frente. Otra persona sugiere que coloque la mano en mi zona lumbar. Y hay otro voto para que nos cojamos de la mano.
Sigo asimilando el concepto del contacto físico cuando Paisley, la traidora, pregunta:
—¿Cuándo empezaste a cogerte de la mano con W?
Antes de responder, Oakley interviene riéndose por lo bajo.
—¿Has salido con un tío que se llama W?
—¿Y qué? —Guau. ¿Sus primeras palabras hacia mí son para burlarse del nombre de mi novio? Es como si Oakley estuviese intentando hacer que no me gustase.
—Parece un idiota pretencioso. —Se recuesta sobre el respaldo de la silla de cuero y se cruza de brazos. Ese gesto hace que sus bíceps vuelvan a flexionarse.
Aparto la mirada.
—Vale, señor Titulo-mis-discos-con-mi-nombre Ford.
Alguien al otro lado de la mesa ahoga un grito al oír mi audacia, pero Oakley se queda impertérrito ante el insulto.
—Hasta Madonna tiene uno con su nombre deletreado.
—W no es pretencioso.
—Si tú lo dices —sonríe con suficiencia.
—Pues sí. Es increíble. Y muy dulce.
—¿Entonces por qué rompiste con él?
—No lo he hecho —respondo, indignada.
Arquea las cejas.
—¿Rompió él contigo, pues? —Suena… confundido. Como si lo que acabara de decir no tuviera mucho sentido para él.
—¡No!
Oakley se gira hacia Claudia.
—Vaya, ¿mi novia normal, corriente y centrada es infiel?
—Vuelve a arquear las cejas—. Esto va a salir muy bien.
—Ah, te refieres a la ruptura de mentira —digo. Por un momento, se me había olvidado.
Parece como si quisiese poner los ojos en blanco, pero se contiene.
—Él romperá con ella mañana. Cuanto antes, mejor. Esperaremos aproximadamente dos semanas tras la ruptura, y luego ella publicará en Twitter tu dibujo. Luego habrá diversas citas, pero sin nada de contacto físico. —Claudia se gira hacia mí—. ¿Cuándo fue tu primer beso?
—¿El primero, primero? —Me doy cuenta de que es una pregunta estúpida, pero mi mente sigue dándole vueltas a lo de romper con W. No he asimilado todo este asunto. Me he centrado tanto en el dinero y en que vamos a poder pagar la hipoteca y la matrícula de la universidad de los gemelos, además de que Paisley va a poder dormir mejor por las noches, que no había procesado realmente los detalles importantes de cómo va a suceder todo esto.
—Sí, el primero de todos —dice Oakley, y esta vez sí que pone los ojos en blanco.
Estas preguntas personales son un asco.
—¿Y el tuyo? —contraataco, aun pensando en lo de W. Últimamente ha estado más distante. Dice que es culpa mía. Que no actúo como una persona adulta sobre nuestra relación porque sigo negándome a tener sexo con él.
—¿Con lengua? Creo que a los once. Fue con Donna Foster, la hija de la amante de mi padre.
Pongo los ojos como platos. ¿Su primer beso con lengua fue a los once? Yo todavía creía que los niños seguían teniendo piojos a esa edad. Oakley se mearía de la risa si se enterase de que soy virgen.
—¿Y tú? —me la devuelve.
—Eh… —Jope, ahora estoy hasta más avergonzada, pero por otra razón muy distinta—. A los dieciséis —murmuro.
—Oh, los dulce dieciséis. Qué adorable.
Aprieto los puños. Si el equipo de Claudia no estuviese sentado entre los dos, puede que me hubiese lanzado hasta él para borrarle a la fuerza esa sonrisa de creído que tiene en la cara.
Paisley me coge de la mano; un gesto mudo para que recupere la compostura.
Hasta Claudia debe de percibir que mi paciencia está a punto de agotarse. Rápidamente, dice:
—Hagamos lo de cogeros de la mano en la tercera cita, y luego el beso en la cuarta. Las dos primeras las mantendremos en secreto, pero filtraremos las últimas a los paparazzi.
—Espera, ¿nos vamos a besar? Yo tengo novio —les recuerdo—. Nadie había dicho nada de besos.
—¿Vamos a tener una relación de un año y no nos vamos a besar? ¿Por qué no anunciamos que es una farsa desde el principio? —se burla Oakley.
—Pero…, pero…
Sí, definitivamente no he procesado todo esto. Me giro enseguida hacia Paisley en busca de ayuda.
Ella pone una mueca.
—Tienen razón. Nadie va a creerse que Oakley y tú no os hayáis besado. No si vais en serio. —Su tono de voz es de disculpa, pero sus palabras no me ofrecen ningún consuelo.
—No esperaréis que… —dejo caer, sin ser capaz de decir las palabras en voz alta.
—Por supuesto que no —interrumpe Jim con brusquedad—. No somos ese tipo de agencia.
Intenta decirlo como si fuese una broma, pero, eh… en realidad, sí lo son. Le están contratando a este muchacho una novia y esperan que nos besemos.
¿Cómo le voy a explicar esto a W? Lo siento, cariño, no estoy dispuesta a acostarme contigo todavía, pero voy a besarme con otro tío. En público.
Sí, la conversación irá de lujo.
Claudia se inclina hacia adelante.
—No es diferente a como si estuvieses actuando en una serie de televisión. Recuerda, eres la protagonista de una gran historia de amor.
Su aplomo tampoco me ayuda. Puede que no sepa lo que quiero en la vida. Puede que le diga a todos que quiero ser profesora porque es más fácil que admitir que no tengo ni idea de cuál va a ser mi futuro y que preferiría esconderme en un bar, como camarera, durante los próximos cinco años. Pero sí sé que la industria del cine y de la música no me interesa.
Paisley me vuelve a dar un apretón en la mano, probablemente para recordarme por qué estoy haciendo esto. Al hacerme pasar por novia, voy a poder quitarle una gran carga de encima a mi hermana mayor y voy a poder mantener a mis hermanos. No es como si estuviese vendiendo toda mi vida. Es solo un año.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunto con resignación.
—Solo os tenéis que dar unos cuantos besos, cogeros de la mano en ciertas ocasiones. No es nada, de verdad. —Claudia mueve la mano con frivolidad—. Y no hace falta que incluyamos en el contrato más que algunos términos generales sobre el contacto físico cuando sea necesario.
—¿Es necesario que aparezca en el contrato? —pregunta Oakley, molesto.
—Estoy de acuerdo. Si alguna vez sale todo esto a la luz, sería horrible para la imagen de Oak —puntualiza Jim.
—Los términos han de ser específicos para que la chica pueda atenerse a ellos —contesta uno de los hombres trajeados. Luego él y Jim se enzarzan en una discusión en voz baja hasta que el abogado cierra la boca con clara derrota, aunque a regañadientes—. Vale, pueden ser generales, pues. Un contrato genérico de servicios.
En cuanto eso estuvo