punto suscitan la misión y son signo del pueblo de Dios: ¿No deberían promoverse las reuniones de tipo apostólico, caritativo, etc., más que las asambleas cultuales, cuando no puede estar presente el sacerdote?Finalmente se señala otro peligro que es la incomprensión del pueblo que se deja llevar por el peso de las costumbres y tradiciones.Experiencias hechas en Alemania dan este resultado de poca aceptación, precisamente por ser pueblos de tradición católica no familiarizados con este tipo de asambleas.
4 Condiciones básicas
De los documentos del episcopado francés se deducen algunas condiciones que se consideran imprescindibles para las ADAP, sobre todo después de haber revisado algunas experiencias ya realizadas. Tales condiciones podrían clasificarse en tres grandes grupos:
1 Los que hacen referencia a los sacerdotes ausentes.
2 Los que hacen referencia a los animadores de las ADAP.
3 Los que hacen referencia a las mismas celebraciones y a la comunidad.
a) Los presbíteros ausentes. Cuando el presbítero está ausente de la asamblea dominical, hay que dejar en claro tres cosas:
1 Que el presbítero ordenado es imprescindible para celebrar la Eucaristía Solamente él ha recibido el orden sacerdotal, en virtud del cual puede consagrar el pan y el vino de la Eucaristía, y puede ofrecer el sacrificio que es el memorial de la cruz, dando así a la asamblea la plenitud y perfección de la oración de alabanza y de acción de gracias.
2 El sacerdote ordenado no puede recorrer demasiados lugares celebrando rápidas misas, ni tampoco puede dejar demasiado abandonados a los cristianos de pequeños pueblecitos. Las ADAP intentan solucionar en parte el problema, pero deben ser planificadas y preparadas por equipos de sacerdotes y laicos.
3 Aunque el pastor esté ausente, la asamblea se reúne bajo su responsabilidad pastoral y doctrinal. Por tanto el sacerdote no queda excluido sino que es el responsable y en cierto sentido animador de estas asambleas, que por su esquema litúrgico están unidas al presbítero y por él a la Eucaristía. El sacerdote ausente deberá responsabilizar al equipo animador, e ir con regularidad a celebrar la Eucaristía en estas pequeñas localidades.
b) El equipo animador. La responsabilidad del equipo animador debe entenderse como un servicio que se hace a la Iglesia, jamás debe imaginarse como un poder usurpado al presbítero. Es muy conveniente que no sea una persona sola sino un equipo diverso y pastoral en el que colaboren religiosos, religiosas y laicos, animados por el sacerdote responsable, aunque después esté ausente de la celebración. Estos equipos son más significativos y eficaces que una persona sola; al mismo tiempo son más expresivos del pueblo de Dios, tienen más eficacia y aseguran una fe más profunda y una vida misionera más viva. La misión de los responsables es eminentemente pastoral en la asamblea, cada uno según su competencia y misión en el pueblo de Dios. 70
Aunque la Iglesia confía ministerios a los laicos, siempre lo hace con un cierto orden y prudencia, cuando es conveniente. Requiere el mandato del obispo, que lo da según la responsabilidad, conducta y formación de los laicos, teniendo en cuenta no solo que sean técnicos especializados en la lectura, canto, animación, etc., sino que sean sobre todo cristianos con testimonio en la vida diaria, disponibles y competentes; que aseguren su permanencia, la fidelidad y la unidad de acción. La formación de los animadores debe ser progresiva y adaptada, pero sobre todo espiritual, para realizar un servicio a la oración de la comunidad. El equipo animador no duraría si no se suscita en cada uno de ellos una conversión permanente hacia los sacramentos y la oración personal.71
c) Celebración, Asamblea, Comunidad. Toda celebración debe tener un esquema litúrgico completo que debe estar unido íntimamente con la Eucaristía, debe tener un deseo y una tensión hacia la Eucaristía que se celebrará de vez en cuando, sobre todo en los tiempos fuertes y festividades principales del año litúrgico. Debe evitarse toda ambigüedad, como si fuera una especie de misa enmascarada que hiciera olvidar la celebración auténtica de la Eucaristía. Las ADAP no dispensan de la misa cuando esta es posible.
La asamblea o comunidad no puede encerrarse en sí misma, sino que expresando la vitalidad del grupo local cristiano, debe tener espíritu de apertura y de acogida; que se note que es asamblea de Iglesia, solidaria a los hombres y fiel a Dios. La asamblea no puede vivir en demasiada intimidad, sino integrada a la pastoral diocesana y abierta también a otros grupos eclesiales.
Para que una ADAP sea auténtica reunión dominical de una comunidad cristiana hace falta:
1 Una comunidad consciente, con un número suficiente de fieles. Cierta diversidad de edad, sexo, clase social... para expresar la unidad del cuerpo de Cristo en la diversidad.72 Por eso el modelo no pueden ser los pueblos pequeños de poca práctica cristiana, sino que debe partirse de una relación de comunidad humana y cristiana. Pablo VI dijo:Estudiad la cuestión de las ADAP principalmente en los sectores rurales, donde los pueblos forman una cierta unidad natural, tanto en la vida como en la oración, cosa que sería peligroso abandonar o dispersar.73
2 Un equipo animador con cierta competencia para asumir las diversas responsabilidades, sin que sea una persona sola que lo acumule todo en perjuicio del mismo ministerio presbiteral. La unión con el sacerdote responsable subrayara la misión de este equipo dentro de la comunidad eclesial.
3 Una apertura a las diversas misiones y responsabilidades de la Iglesia, pues el verdadero culto supone el anuncio de Jesucristo, la misión y el esfuerzo de presencia cristiana en el mundo.
4 Una voluntad constante de apertura y también un ansia permanente de comunión con otras comunidades cristianas, expresándolo concretamente a través de la cooperación con el sacerdote a quien el obispo ha dado misión.
5 Una orientación hacia la Eucaristía, momento en que se realiza plenamente la comunidad cristiana. Por ello es importante que según un ritmo fijo la asamblea dominical reciba la visita del sacerdote que, unido a la comunidad, celebre la Eucaristía.74 Si las ADAP no deben desconectarse de las celebraciones eucarísticas, tampoco estas –cuando se celebren en cada lugar– no deben desconectarse de las habituales celebraciones sin sacerdote.
5. Condiciones prácticas
Para finalizar señalaremos algunas cuestiones de tipo práctico. Unas son de aspecto moral, que afectan a la conciencia de los creyentes, y otras de planificación y organización por parte del sacerdote responsable de la comunidad.
Convendría realizar más iniciativas y experiencias para poder estudiar tanto teológica como pastoral y sociológicamente a través de encuestas, el buen resultado y perfeccionamiento de estas asambleas. No se trata solo de poder cumplir una obligación sino de testimoniar el amor. Hoy son ya muchos los laicos que a través de la catequesis, Cáritas, movimientos de Iglesia..., vitalizan y encarnan el mensaje cristiano dando testimonio de la fe. Su tarea es irremplazable, deben animarse y promocionarse, ayudando a suscitar nuevos ministerios en la Iglesia. Para ello se está trabajando en muchas diócesis, especialmente en las más rurales.
Sobre la necesidad de estas asambleas, debe ser el sacerdote –junto con la comunidad– quienes lo han de pensar y proponer, sin olvidar la previa creación de grupos apostólicos y de formación, como son por ejemplo las Escuelas de Teología para laicos que aportan un esfuerzo eficaz en este momento en que para toda la Iglesia ha sonado la hora de los laicos. La pastoral demasiado exclusivista centrada solo en el culto tiene sus límites; por ello conviene primero una pastoral de evangelización, catequesis, etc., estando atentos a las realidades e instituciones humanas. Solamente así la comunidad cristiana podrá tener los auténticos signos de Iglesia.
En lo que se refiere a los sacerdotes no resulta aceptable una pastoral dominical de «decir misas» de un pueblo a otro; como tampoco resulta aceptable la concentración presbiteral y cultual en los pueblos grandes o céntricos. Debería cuidarse mucho la formación de los laicos, para que se integren en la planificación de la pastoral parroquial y diocesana. En este sentido Pablo VI decía:
Hay que estar muy convencidos de la necesidad de escoger juiciosamente y preparar los animadores laicos, dejando claro el servicio del sacerdote como más importante.75
Finalmente