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Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero


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y solo se hace plena cuando se celebra la Eucaristía con la presencia mística y sacramental del Señor resucitado. Para la Eucaristía es totalmente indispensable la presencia del sacerdote, puesto que sin presbítero no hay misa. La Eucaristía es el centro y punto de partida de la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia.62 Hace presente a Jesucristo principio y fin de toda vida cristiana: «El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él»,63 «porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de este único pan».64 Y el Concilio Vaticano II dice que la Eucaristía es «fons et culmen» de toda vida cristiana.65 Mientras esperamos el retorno del Señor Jesús celebramos la Eucaristía; así lo proclamamos en la aclamación litúrgica después de la consagración de la misa: «Ven Señor Jesús». La Iglesia se reúne cada domingo para celebrar el memorial del Señor y su plena realización culmina en la Eucaristía. «Celebrar la Eucaristía –dicen los obispos franceses– es acoger a Cristo viviente. Viene a nosotros con todo el realismo de su presencia y se da a nosotros por su sacrificio. Él hace la Iglesia y se ofrece al Padre con nosotros unidos por el Espíritu, y nos envía a nuestros hermanos».66Con todo no podemos olvidar otras muchas presencias del Señor que viene a nosotros que formamos su Iglesia en comunidad de fe y caridad: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo»: «todo lo que hacéis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hacéis».67Cuando por distintas razones el sacerdote no puede estar presente en una comunidad reunida, ciertamente que esta no puede celebrar la Eucaristía, pero sí puede reunirse en asamblea bajo la responsabilidad de religiosos o laicos que sirven de enlace con el sacerdote ausente y que de él han recibido el encargo o misión. La misión de la Iglesia es llamar y convocar al pueblo fiel en asamblea dominical para alabar al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo. Es una necesidad vital más que disciplinar. No existiría Iglesia sin asambleas, por eso ni tan solo la ausencia del sacerdote puede dispensar de la reunión dominical. La asamblea reunida ayuda a que los cristianos escuchen la Palabra de Dios y vivan el misterio de la fe. Facilita a todos, y sobre todo a los miembros más débiles –niños, ancianos, pobres– el poder recibir el don de Dios y construir la Iglesia de Jesucristo.Las ADAP son reuniones de Iglesia donde se anuncia y se realiza la salvación de los hombres a través de la Palabra de Dios y de los diversos signos de su presencia y acción. La comunidad de fe es la manera normal de vivir en la Iglesia y todo cristiano está llamado a formar parte de una comunidad de fe en la Iglesia. Cuando por falta de sacerdote no puede ser celebrada la Eucaristía, es esencial que los fieles se reúnan en asambleas litúrgicas para que –aun en ausencia del sacerdote– puedan celebrar el domingo, nutriendo su fe y activando su vida misionera, para ser dignos de una Iglesia viva.Estas asambleas pueden provocar un cambio en el futuro de la Iglesia, pero jamás pueden desconectarse de la Eucaristía; por ello no debe faltar la distribución de la comunión. Aunque la comunión en la primitiva Iglesia iba siempre unida a la celebración eucarística más tarde se permitió también fuera de la misa en caso de enfermedad dada la imposibilidad de participar en la asamblea eucarística. Con todo, el ritual romano pide que los fieles que comulgan fuera de la misa se unan íntimamente al sacrificio que perpetúa el de la cruz, y participando del banquete del cuerpo y sangre de Cristo, participen de los bienes del sacrificio pascual que en la fe y esperanza anticipa y prefigura el banquete escatológico en el reino del Padre anunciando la muerte del Señor hasta que Él vuelva.68

      2 Valores positivos de las ADAPDe la lectura de estos documentos episcopales se podría deducir una larga lista de los valores positivos más sobresalientes de las experiencias realizadas en este tipo de celebraciones.Cuando una comunidad cristiana se reúne para celebrar el domingo, aún cuando el sacerdote esté ausente, supone en primer lugar la existencia de dicha comunidad que es consciente y se siente responsable de sus deberes cristianos. Para tal comunidad es vital la plegaria comunitaria, la proclamación de la Palabra de Dios la unión con Jesucristo; esto la constituye en Iglesia, signo de la presencia de Cristo, signo de la existencia de la misma comunidad y signo de unión y de testimonio cristiano. Así se constituyen en Iglesia local y son fuente de vitalidad, de dinamismo y de animación de la misma Iglesia. La falta de presbítero en estas celebraciones no supone una ausencia total, sino que unidos a él, que está ausente, y con él, al obispo y a toda la Iglesia, la comunidad se responsabiliza de la celebración, valorando aun más la Eucaristía y al mismo sacerdocio. La ausencia de sacerdote no les permite celebrar Eucaristía, pero ello no es razón para que no se reúna la comunidad en oración, oración que repercutirá en beneficio de las mismas vocaciones sacerdotales.Estas liturgias suelen tener el valor de vivencia y de una más libre expresión, puesto que en ellas no existen tantas normas y reglas litúrgicas. Evitan desiertos espirituales y crean nuevos lugares de promoción y responsabilidad de los laicos, también de relación y contacto con otras comunidades en parecidas circunstancias que ejercen los ministerios laicales recibidos por el bautismo y la confirmación. Con frecuencia incluso despiertan nuevas formas de expresión litúrgica. Crean una conciencia en el mundo laico de servicio a la palabra y a la acción de la Iglesia, despertando nuevos grupos apostólicos de caridad, de educación, de testimonio cristiano, etc. Lejos de apartar de la celebración eucarística son un camino hacia la Eucaristía, puesto que hacen crecer el deseo de la Eucaristía, signo de unidad de toda la Iglesia. Suscitan además asambleas auténticas con viva participación. Ayudan a superar una falsa pastoral de «decir misas» en lugar de «celebrar Eucaristías», precisamente porque valoran mejor la Eucaristía, el sacerdocio y la misma asamblea cristiana. Las ADAP mantienen la asamblea dominical donde por falta de presbítero no se puede celebrar la Eucaristía; asimismo cuidan a los más débiles de la comunidad que no pueden desplazarse a otros lugares.

      3 Contravalores, defectos y peligros de las ADAPCiertamente que hay también algunos peligros que deben evitarse. Pero todos los contravalores, tanto los de tipo teológico como los de práctica pastoral, son muy inferiores a los valores positivos que nos ofrecen las experiencias realizadas principalmente en Francia, en este tipo de celebraciones.El cardenal Knox señalaba el peligro de confusión en el espíritu de los fieles, así como la falta de normas, directrices y modelos de celebraciones, ya que el Misal Romano está hecho para las celebraciones presididas por un presbítero y no para celebraciones dirigidas por laicos. El papa Pablo VI, con motivo de una de las jomadas mundiales por las vocaciones sacerdotales, refiriéndose a estas celebraciones dirigidas o presididas por laicos y en ausencia de presbítero, quiso aclarar que no pueden suplir jamás el ministerio de los presbíteros, ni el testimonio de los consagrados; olvidar el problema vocacional sería un grave riesgo para la Iglesia.69Los documentos del episcopado francés denuncian también algunos de los peligros en que se podría caer y que deben evitarse. Citemos algunos:Peligro de que la comunidad se cierre en sí misma, olvidando la comunión con otras comunidades, con la Iglesia universal, con el sacerdote y la jerarquía. Esto no crearía comunidades vivas sino grupos eclesiales de tipo familiar; faltaría una autentica relación eclesial que debe ser siempre bien clara y perceptible.Si estas comunidades son muy pequeñas y reducidas por contar con pocos miembros, se puede caer más fácilmente en este peligro; probablemente incluso faltarían elementos animadores para el bien de la misma celebración. Entonces en lugar de resolver el problema, podrían crearse otros que podrían ser peores porque se disminuiría el sentido de cuerpo místico de Jesucristo y reduciría la Iglesia a una capilla.Algunos encuentran el defecto de que este tipo de celebraciones responden a iniciativas demasiado numerosas, espontáneas y de carácter experimental, sin que haya la suficiente seriedad y formalidad jurídica que les dé un carácter del todo eclesial, tanto por parte de la celebración como de los animadores dirigentes.Hay también quien acusa a las ADAP de incompletas. No celebran el sacrificio de Jesucristo que solo puede presidir el ministro sacerdote, ordenado por el obispo. Se intenta hacer una «quasi misa» sin sacrificio, sin consagración. El mismo animador intenta ser un «quasi cura» sin serlo de verdad, y con el peligro de que vean en él, el convocador y centralizador de la comunidad. Por ello algunos piden que tales celebraciones no se parezcan en nada a las celebraciones eucarísticas.Otro peligro sería el de acostumbrarse por comodidad a estas celebraciones, llegando a valorar más las ADAP que la misma Eucaristía, incluso con el peligro de olvidar la práctica dominical.En cuanto a los dirigentes o animadores de estas celebraciones, hay que evitar el clericalismo de los laicos, y la competencia entre personas y grupos. Podrían excederse en su misión como también faltar por defecto, tanto en número como en calidad.Podría