la comunión, el ministro, vuelto al altar, recoge las partículas sobrantes en el copón y se purifica los dedos si es necesario. Después guarda el Sacramento en el tabernáculo, hace una genuflexión y vuelve a su lugar.
Entonces, si se juzga conveniente, se puede observar un breve tiempo de silencio.
29. También puede hacerse la acción de gracias, si no se hizo después de la oración de los fieles o antes del Padrenuestro. Para la acción de gracias se puede usar cualquiera de los cantos de alabanza, salmos o himnos o letanías que se usan con este fin.
30. A continuación del silencio sagrado o de la acción de gracias, si ha tenido lugar en este momento, el ministro invita a los presentes a orar y dice la oración después de la comunión del día.
F) Despedida
31. Terminada la oración después de la comunión, se dan los avisos y las noticias que afectan a la vida parroquial o diocesana. Puede también advertirse la finalidad de la colecta, si se hace, para realizarla a la salida.
32. Si parece oportuno, puede hacerse en este momento un canto en honor de la Virgen María.
33. Finalmente, el ministro, si es diácono, vuelto al pueblo lo saluda y bendice con la fórmula propia. Si es laico, pide la bendición de Dios y se santigua, diciendo: «El Señor nos bendiga, etc.».
Entonces, hecha la debida reverencia, el ministro se retira.
RESOLUCIONES Y MENSAJE DEL CONCILIO PROVINCIAL TARRACONENSE
(Conferencia Episcopal Tarraconense, 4 junio 1995)
65. El Concilio recomienda que se haga un esfuerzo para coordinar los horarios y el número de las celebraciones, en función de las necesidades de los fieles, del número de presbíteros y de la calidad de las celebraciones. Se tendrá cuidado de no suprimir la Eucaristía en los pueblos pequeños, aunque para ello se tenga que reducir el número de celebraciones en las grandes ciudades. Si el número de presbíteros no permite asegurar de ninguna manera la asamblea dominical eucarística a todas las comunidades, el obispo de cada Iglesia, con su presbiterio, estudiará la conveniencia de aplicar el Directorio para las Celebraciones dominicales en ausencia del presbítero.
INSTRUCCIÓN SOBRE ALGUNAS CUESTIONES ACERCA DE LA COLABORACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN EL SAGRADO MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
(Juan Pablo II, 13 agosto 1997)
Artículo 7
Las Celebraciones dominicales en ausencia de presbítero
§ 1. En algunos lugares, las celebraciones dominicales (cf. CIC, can. 1248, § 2) son guiadas, por la falta de presbíteros o diáconos, por fieles no ordenados. Este servicio, válido cuanto delicado, es desarrollado según el espíritu y las normas específicas emanadas en mérito por la competente Autoridad eclesiástica.44 Para animar las mencionadas celebraciones el fiel no ordenado deberá tener un especial mandato del obispo, el cual pondrá atención en dar las oportunas indicaciones acerca de la duración, lugar, las condiciones y el presbítero responsable.
§ 2. Tales celebraciones, cuyos textos deben ser los aprobados por la competente Autoridad eclesiástica, se configuran siempre como soluciones temporales.45 Está prohibido inserir en su estructura elementos propios de la liturgia sacrificial, sobre todo la plegaria eucarística, aunque sea en forma narrativa, para no engendrar errores en la mente de los fieles.46 A tal fin debe ser siempre recordado a quienes toman parte en ellas que tales celebraciones no sustituyen al Sacrificio eucarístico y que el precepto festivo se cumple solamente participando a la santa misa.47 En tales casos, allí donde las distancias o las condiciones físicas lo permitan, los fieles deben ser estimulados y ayudados todo el posible para cumplir con el precepto.
CARTA APOSTÓLICA «DIES DOMINI»
AL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES SOBRE LA SANTIFICACIÓN DEL DOMINGO
(Juan Pablo II, 31 mayo 1998)
Asambleas dominicales sin sacerdote
53. Está el problema de las parroquias que no pueden disponer del ministerio de un sacerdote que celebre la Eucaristía dominical. Esto ocurre frecuentemente en las Iglesias jóvenes, en las que un solo sacerdote tiene la responsabilidad pastoral de los fieles dispersos en un extenso territorio. Pero también pueden darse situaciones de emergencia en los países de secular tradición cristiana, donde la escasez del clero no permite garantizar la presencia del sacerdote en cada comunidad parroquial. La Iglesia, considerando el caso de la imposibilidad de la celebración eucarística, recomienda convocar Asambleas dominicales en ausencia del sacerdote,48 según las indicaciones y directrices de la Santa Sede y cuya aplicación se confía a las Conferencias Episcopales.49 El objetivo, sin embargo, debe seguir siendo la celebración del sacrificio de la misa, única y verdadera actualización de la Pascua del Señor, única realización completa de la asamblea eucarística que el sacerdote preside in persona Christi, partiendo el pan de la Palabra y de la Eucaristía. Se tomarán, pues, todas las medidas pastorales que sean necesarias para que los fieles que están privados habitualmente, se beneficien de ella lo más frecuentemente posible, bien facilitando la presencia periódica de un sacerdote, bien aprovechando todas las oportunidades para reunirlos en un lugar céntrico, accesible a los diversos grupos lejanos.
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL «SACRAMENTUM CARITATIS»
(Benedicto XVI, 22 febrero 2007)
Asambleas dominicales en ausencia de sacerdote
75. Al profundizar en el sentido de la celebración dominical para la vida del cristiano, se plantea espontáneamente el problema de las comunidades cristianas en las que falta el sacerdote y donde, por consiguiente, no es posible celebrar la santa misa en el día del Señor. A este respecto, se ha de reconocer que nos encontramos ante situaciones bastante diferentes entre sí. El Sínodo, ante todo, ha recomendado a los fieles acercarse a una de las iglesias de la diócesis en que esté garantizada la presencia del sacerdote, aun cuando eso requiera un cierto sacrificio.50 En cambio, allí donde las grandes distancias hacen prácticamente imposible la participación en la Eucaristía dominical, es importante que las comunidades cristianas se reúnan igualmente para alabar al Señor y hacer memoria del día dedicado a Él. Sin embargo, esto debe realizarse en el contexto de una adecuada instrucción acerca de la diferencia entre la santa misa y las Asambleas dominicales en ausencia de sacerdote. La atención pastoral de la Iglesia se expresa en este caso vigilando para que la liturgia de la Palabra, organizada bajo la dirección de un diácono o de un responsable de la comunidad, al que le haya sido confiado debidamente este ministerio por la autoridad competente, se cumpla según un ritual específico elaborado por las Conferencias episcopales y aprobado por ellas para este fin.51 Recuerdo que corresponde a los Ordinarios conceder la facultad de distribuir la comunión en dichas liturgias, valorando cuidadosamente la conveniencia de la opción. Además, se ha de evitar que dichas asambleas provoquen confusión sobre el papel central del sacerdote y la dimensión sacramental en la vida de la Iglesia. La importancia del papel de los laicos, a los que se ha de agradecer su generosidad al servicio de las comunidades cristianas, nunca ha de ocultar el ministerio insustituible de los sacerdotes para la vida de la Iglesia.52 Así pues, se ha de vigilar atentamente para que las Asambleas en ausencia de sacerdote no den lugar a puntos de vista eclesiológicos en contraste con la verdad del Evangelio y la tradición de la Iglesia. Es más, deberían ser ocasiones privilegiadas para pedir a Dios que mande sacerdotes santos según su corazón. A este respecto, es conmovedor lo que escribía el papa Juan Pablo II en la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 1979, recordando aquellos lugares en los que la gente, privada del sacerdote por parte del régimen dictatorial, se reunía en una iglesia o santuario, ponía sobre el altar la estola que conservaba todavía y recitaba las oraciones de la liturgia eucarística, haciendo silencio «en el momento que corresponde a la transustanciación», dando así testimonio del ardor con que «desean escuchar las palabras, que solo los labios de un sacerdote pueden pronunciar eficazmente».53 Precisamente en esta perspectiva, teniendo en cuenta el bien incomparable que se deriva de la celebración del Sacrificio eucarístico, pido a todos los sacerdotes una activa y concreta disponibilidad para visitar lo más a menudo posible las comunidades confiadas a su atención