indicado por el médico. En el tratamiento de forúnculos y ántrax se han obtenido algunos éxitos sorprendentes.
Otro aspecto importante a considerar por los homeópatas es algo que Hahnemann había comprendido muy bien: el estado incompleto de la materia médica y el hecho de que no pudiera abarcar todas las enfermedades existentes. Además, él se dio cuenta de que podían surgir enfermedades nuevas debido a las circunstancias cambiantes de la civilización, y que deberían buscarse nuevos remedios. Una vez más, su talento le permitió comprender que en la Naturaleza podían encontrarse infinidad de remedios apropiados para las enfermedades que pudieran surgir.
Las siguientes citas del “Organon” muestran la percepción de Hahnemann acerca de la necesidad de encontrar más remedios y del trabajo que deberían realizar sus seguidores para mejorar los descubrimientos originales para seguirle el paso a la enfermedad en sus características siempre variables:
Dado que el número de medicamentos con acción positiva comprobada es escaso, algunas veces sucede que sólo una parte de los síntomas de la enfermedad se encuentran en el registro de síntomas de medicamento más adecuado. Consecuentemente, debe emplearse este remedio incompleto contra la enfermedad a falta de uno completo. (párr. 133)
Si el medicamento que se elige en primer lugar corresponde realmente a la enfermedad de forma completa, debe curarla. Pero, si debido al número insuficiente de medicamentos totalmente probados y a la consiguiente restricción de nuestra elección, el medicamento seleccionado no es exactamente homeopático, entonces surgirán nuevos síntomas que a su vez indicarán el camino hacia el siguiente remedio que probablemente resultará útil (párr. 184).
Realmente conocemos sólo unos cuantos medicamentos de acción positiva probada y nos permiten descubrir un remedio para cada uno de los innumerables casos de enfermedad.
Cuando miles de observadores precisos e infatigables, en lugar de uno como hasta ahora, hayan trabajado en el descubrimiento de estos primeros elementos de una materia médica racional, ¡qué gran incidencia tendrá esto en todo el ámbito del ilimitado reino de la enfermedad! Entonces ya no se ridiculizará el arte de la medicina al considerarlo como un arte de conjetura carente de todo fundamento (párr. 122).
El reconocimiento de las enormes posibilidades en la variedad de la enfermedad se ilustra en los párrafos siguientes:
Cada epidemia o enfermedad colectiva esporádica debe considerarse y tratarse como un desorden individual, sin un nombre o definición específica, que nunca se había producido antes exactamente como en este caso, en esta persona y en estas circunstancias, y que nunca puede volverse a presentar en forma idéntica en el mundo (párr. 60).
Cada epidemia difiere de cualquier otra, a excepción de unas cuantas que están causadas por un miasma42 concreto e inalterable. Además, incluso cada caso de epidemia y enfermedad esporádica difiere de cualquier otro, exceptuando únicamente los que pertenecen a una de las enfermedades colectivas endémicas de otro lugar. Por lo tanto, el médico juzgará cada caso de enfermedad de acuerdo con sus características individuales. Cuando haya investigado sus características individuales y haya observado todos sus indicios y síntomas (ya que éstos existen para ser observados), tratará el caso de acuerdo con su individualidad (es decir, de acuerdo con el grupo concreto de síntomas que presente), con un remedio individual adecuado (párr. 48).
El último punto que deseo destacar es que Hahnemann también vislumbró la inagotable cantidad de remedios que se podían obtener con sólo empeñarse en ello. Vuelvo a citarlo:
Por otro lado, las fuerzas productoras de la enfermedad, denominadas “fármacos” o “medicamentos”, se pueden utilizar con fines curativos con una facilidad infinitamente mayor, con mucha más seguridad y con un rango de elección casi ilimitado; podemos dar a la contraenfermedad asi despertada (que debe eliminar la enfermedad natural que somos llamados a curar) una resistencia y una duración, porque el tamaño y el peso de la dosis está a nuestras órdenes; y puesto que cada medicamento difiere de cualquier otro y posee un amplio rango de acción, tenemos en la gran multitud de fármacos un número ilimitado de enfermedades artificiales a nuestra disposición, que podemos oponer con una elección decisiva al curso natural de las enfermedades y dolencias de la humanidad, y por consiguiente eliminar y extinguir los desórdenes naturales de una manera rápida y segura por medio de enfermedades muy similares producidas artificialmente (párr. 37).
Sin duda, en el futuro estos nosodes desempeñarán un papel preponderante en el tratamiento de la enfermedad, y si son esencialmente homeopáticos deberán distribuirse al mundo a través de los canales homeopáticos por dos motivos: primero, cualquier ampliación del trabajo de Hahnemann debería añadirse al suyo existente, en respeto natural a su talento, y segundo, más importante aún, estos nosodes sólo tendrán plenos resultados si se combinan con otro tratamiento homeopático. No debemos olvidar que probablemente estos nosodes representan solo un espectro de la enfermedad –el que Hahnemann incluyó con el nombre de psora– y que como tal, una parte de su acción está limitada y restringida a una determinada fase del tratamiento de la enfermedad, y no se puede esperar que bajo estas condiciones cubra todo su espectro. Por lo tanto, el prescriptor exitoso también debe disponer de los otros remedios que actualmente se encuentran en la farmacopea o que es posible que se añadan a ella en el futuro, para estar disponibles en en uno o más casos. Y si bien la escuela alopática está bien dispuesta a aceptar los nosodes –o, como los denominan, vacunas orales de bacterias–, de todas las formas limita la nueva farmacopea a esta parte de remedios y no obtendrá el beneficio de los cien años de experiencia de toda la diversidad de hierbas y remedios naturales tan ampliamente probados por la escuela homeopática.
Los nosodes se pueden considerar como inmensas fuerzas limpiadoras que mejoran el estado de un paciente, y que en ciertos casos realizan una cura completa, en otros casos purifican la condición general del paciente, quien antes no respondía y ahora se beneficia notablemente con otros remedios. Una vez más, el factor fundamental en la utilización de este tratamiento, es repetir con sumo cuidado las dosis de acuerdo con la respuesta del paciente, una ley con la que todos los homeópatas están familiarizados pero que los alópatas tardarán bastante tiempo en apreciar. Si estos nosodes se lanzan a la profesión a través del mundo alopático, su posibilidad de tener éxito es muy pequeña en comparación con lo que podría ser si se efectuara a través de los canales homeopáticos debido a la falta de una materia médica completa, por un lado, y la ley de la repetición correcta de las dosis –por el momento relativamente desconocida–, por el otro.
Los resultados prácticos de estos preparados han resultado tan notorios, que la cantidad de alópatas que ya los utilizan es mayor que el listado de homeópatas que existen en el Registro de Inglaterra; algunos han descartado totalmente la jeringa y el antiguo método hipodérmico para el uso del nosode, y se vislumbra un eventual peligro en el futuro si esta práctica se extiende demasiado sin el control de una autoridad, ya que sólo debería ser utilizada por quienes hayan recibido una formación específica.
La existencia de la homeopatía en este país depende hasta cierto punto de su capacidad de curar los casos en los que la alopatía ha fallado y la posesión de estos preparados permite que el alópata que los utiliza correctamente pueda competir en mayor medida que antes. Pueden estar seguros de que si la vieja escuela adopta este trabajo y se descubre el intervalo correcto entre las dosis, afirmará que es un descubrimiento enteramente suyo. El doctor Paterson, de Glasgow, uno de sus patólogos, trabajó con estos nosodes, se dedica a prepararlos y en la actualidad realiza otras investigaciones sobre el tema, de modo que ustedes, los homeópatas, prosiguen desde el interior mismo de la investigación el trabajo sobre los nosodes.
En conclusión, deseo mencionar los párrafos finales del artículo de abril de 1920 al que he hecho referencia:
Por el momento debería reconocerse que la ciencia está confirmando los principios de la homeopatía de manera totalmente diferente. Todos los honores de haberse anticipado a la ciencia más de un siglo deberían recaer en Hahnemann.
La actitud actual de la profesión médica en general es