Yury Verkhoshansky

Superentrenamiento


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superar la carga.

      Los tejidos conectivos que no están unidos estructuralmente a los músculos, como los de los ligamentos, las cápsulas articulares, la piel y los cartílagos, desempeñan el papel esencial de estabilizar las articulaciones, facilitando el contacto entre las partes en movimiento y la absorción del choque. La importancia de este rol pasivo no debe olvidarse en el conjunto del entrenamiento, ya que es inútil desarrollar la masa muscular y la fuerza si el resto del sistema musculoesquelético no se prepara para soportar este aumento del nivel de fuerza. Para mejorar el rendimiento global y disminuir el riesgo de lesión, se debe acondicionar el músculo, el hueso y el tejido conectivo.

      Un excesivo énfasis en el desarrollo de la fuerza del músculo a expensas del tendón y del reforzamiento de otro tejido conectivo puede producir un sistema muscular que tienda a lesionarse fácilmente y sea ineficiente en la generación de fuerza reactiva. Ésta es una de las razones por las que la utilización de esteroides anabólicos puede ser perjudicial: éstos tienden a hipertrofiar y a incrementar el nivel de fuerza de los músculos en relación con los tendones, de forma que las lesiones músculo-tendinosas son muchos más frecuentes entre los deportistas que utilizan esteroides.

      Por otra parte, el tejido muscular no se adapta al incremento de la carga hasta pasados unos días, mientras que los tejidos conectivos (tendones, ligamentos y cápsulas articulares) o sistemas que contienen una elevada proporción de tejido conectivo (hueso y cartílago) sólo muestran una significativa adaptación e hipertrofia después de varias semanas o meses de carga progresiva (McDonagh y Davies, 1984). Resulta esencial que la programación del entrenamiento tenga en cuenta los diferentes ritmos de adaptación de todos los sistemas involucrados y evite el sobreentrenamiento de los sistemas con ritmos de adaptación más lentos. Un incremento gradual de la carga del entrenamiento y el evitar los métodos de entrenamiento por impulsión o explosivos resulta esencial para minimizar la posibilidad de dolor o lesión del tejido conectivo, en particular durante la fase de preparación física general (PPG) y en los deportistas relativamente principiantes en entrenamientos de la fuerza.

      Es importante destacar que la mayoría de los factores mencionados anteriormente esenciales para la producción de fuerza son funcionales y no estructurales. Aquéllos determinados por la eficacia del sistema nervioso son fundamentales para el desarrollo de la fuerza, ya que los «motores» musculares son accionados por impulsos eléctricos sincronizados por los nervios que proporcionan a los músculos. La actual preocupación en torno a la utilización de esteroides anabólicos para producir masa muscular se puede entender, por tanto, como la reacción a una acción equivocada, a no ser que el único objetivo sea el aumento de volumen muscular para el culturismo. El desarrollo de regímenes de entrenamiento especializados para mejorar el acondicionamiento del sistema nervioso sería más aconsejable bajo una perspectiva científica y moral, particularmente en vista de los efectos secundarios de las drogas y de los aspectos éticos de su utilización.

      FIGURA 1.10 Organización del músculo a diferentes niveles.

      El músculo consta de un componente activo contráctil y de un componente pasivo no contráctil. El primero consiste en un sistema de fibras entrelazadas cuyo propósito se basa en movilizar unas en relación con las otras y producir una contracción global. El segundo comprende una serie de diferentes tipos de tejido conectivo como los tendones, ligamentos y vainas alrededor de las fibras musculares. Éstos proporcionan un marco de referencia estructural para los músculos y una red de conexiones entre las partes del sistema musculoesquelético, que estabilizan y transmiten fuerzas por todo el cuerpo. Funcionalmente, tienen un papel importante en la absorción y liberación de energía elástica para mejorar la eficacia de la acción muscular.

      El músculo esquelético comprende cientos o miles de pequeñas fibras, cada una rodeada en niveles de tamaño sucesivos por una vaina de tejido conectivo abastecida por fibras nerviosas, junto con un rico suministro de sangre. Cada una de las fibras musculares está rodeada por una vaina llamada endomisio. Varias de estas fibras se agrupan para formar unos haces, llamados fascículos, encerrados en sus propias vainas o perimisio. Grupos de estos fascículos forman el total del músculo, que se encuentra dentro de una fuerte vaina llamada epimisio o fascia (fig. 1.10).

      A un nivel más microscópico, cada celda de fibra muscular contiene de cientos a miles de miofibrillas (mio significa músculo) en paralelo en forma de vara, cada una de las cuales, por su parte, contiene una cadena de unidades contráctiles, denominadas sarcómeros. Los sarcómeros están compuestos por un complejo de aproximadamente 1.500 filamentos gruesos y 3.000 delgados entrelazado los filamentos gruesos están compuestos por miosina los filamentos finos por actina. Existen pequeñas proyecciones desde la superficie de los filamentos de miosina llamados puentes cruzados. Éstos son las conexiones temporales en lugares específicos de los filamentos de actina que forman la base para la contracción muscular.

      FIGURA 1.11 La estructura de los filamentos de actina y miosina. (a) Molécula de miosina; (b) Filamento de miosina; (c) Filamento de actina.

      Las miofibrillas aparecen estriadas cuando son examinadas ópticamente o teñidas. Algunas zonas rotan ligeramente el plano de polarización de luz y se denominan, por tanto, isotrópicas o bandas-I. Otras zonas, que alternan con estas bandas de luz, producen una fuerte polarización de la luz, lo que indica consecuentemente una estructura fuertemente ordenada muy elevado compuesta de las denominadas zonas anisotrópicas o bandas-A. Cada una de estas bandas está interrumpida en su sección media por una banda más luminosa o banda-H (del alemán «helle» que significa brillante), que es visible solo con el músculo relajado. Cada banda-H se encuentra seccionada por una banda-M que interconecta con filamentos de miosina adyacentes.

      Las bandas-I están intersectadas transversalmente por unos discos que mantienen los extremos de los filamentos delgados juntos, denominados discos-Z. Podemos definir ahora al sarcómero como la porción de una miofibrilla que reside entre dos discos-Z sucesivos. Su longitud con el músculo completamente relajado es de cerca de 2,2 mm. Junto con las conexiones transversales realizadas por bandas-M entre filamentos de miosina, el tejido conectivo llamado desmina interconecta sarcómeros entre miofibrillas adyacentes. Además, los filamentos elásticos que contienen la sustancia titina interconectan los discos-Z y las bandas-M. Estas proteínas no contráctiles son algunos de los tejidos que se incluyen en los componentes elásticos en serie y en paralelo (CES y CEP), así como los elementos de freno y deslizamiento, referidos en el modelo múscular presentado en la sección siguiente.

      FIGURA 1.12 Unión neuromuscular.

      Durante la contracción, las bandas I y H se estrechan, mientras las bandas-A permanecen invariables. Por tanto, cuando un músculo se contrae, los filamentos delgados son estirados por los filamentos gruesos, incrementando el nivel de superposición entre los filamentos y acortando los sarcómeros. Este descubrimiento produjo la teoría del deslizamiento del filamento en la contracción muscular.

      Para comprender el mecanismo de la contracción muscular, resulta útil empezar por el análisis de la construcción de las fibras individuales. Cada molécula de filamento grueso (miosina) dentro de un sarcómero consiste en una cola en forma de vara (compuesta de meromiosina fina de doble hilo) doblada por un extremo para formar un cuello globular doble (compuesto de meromiosina de doble hilo) y una cabeza (hecha de dos masas proteicas globulares). Se considera que existen dos regiones muy flexibles en la base del cuello y en la base de la cabeza denominadas bisagras, que permiten a las protrusiones de cabeza/cuello flexionarse y extenderse sobre unas distancias relativamente grandes cuando interaccionan con las uniones de actina vecinas. Unas 200 de estas moléculas,