Enric Lladó Micheli

Presencia y poder


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lo extrasensorial.

      La Ley del Silencio

      Treinta radios confluyen en el centro de la rueda,

      es su hueco lo que resulta útil al carro.

      Con el barro formamos la vasija,

      es su vacío el que le da la utilidad.

      Abrimos puertas y ventanas en los muros de la casa

      y es su vacío el que la hace habitable.

      Así pues, aunque nuestra atención está en lo que es,

      la utilidad se encuentra en lo que no es.

      Tao Te Ching, capítulo 11:La Utilidad del Vacío

      Cuando tienes la oportunidad no sólo de acercarte al centro de la presencia, sino de llegar hasta él, aunque sea por un instante minúsculo, descubres cómo paradójicamente, justo en el centro, en ese punto, no hay absolutamente nada.

      El centro se caracteriza por un vacío absoluto.

      Por ello la presencia que alcanza el centro consigue una profundidad insondable. Como si de un agujero negro se tratara, ese vacío ejerce una importante atracción sobre todo lo que le rodea.

      Figura 15. Representación conceptual de la deformación en el espacio-tiempo producida por un agujero negro.

      Como veremos más adelante, este vacío absoluto, lejos de ser un concepto abstracto, lo percibes claramente en tu interior como una ausencia de sensación en todas las dimensiones de tu experiencia. En definitiva como un silencio interior profundo y total.

      Podemos enunciar así la que sería la Ley del Silencio diciendo que en el centro de la presencia sólo hay vacío, silencio.

      Un silencio esencialmente hacia dentro que cada vez que se genera produce una ola expansiva hacia fuera, como una onda gravitacional, que alcanza y afecta aquello que encuentra a su paso.

      La afirmación de que en el centro no hay nada, sólo silencio, un silencio con mayúsculas, profundo y vacío, te puede resultar ahora mismo un poco extraña. Sin duda de entrada suena casi paradójico afirmar que una presencia influyente y poderosa es precisamente una presencia profundamente vacía y silenciosa.

      En realidad esta afirmación no encierra misterio alguno. Como iremos viendo a lo largo de este libro, en realidad las palabras presencia y silencio son casi sinónimos. Al igual que ocurre con la materia y el espacio vacío, son solo dos caras de la misma moneda.

      Escucha bien lo siguiente: la presencia tiene la apariencia de ser lo que andamos buscando en esta obra, pero no es lo que andamos buscando. El silencio tiene la apariencia de no ser nada, y sin embargo es lo que verdaderamente andamos buscando.

      Lo verdaderamente grande no es la catedral, es todo lo que hay fuera de ella. El espacio es inmensamente más grande fuera que dentro. Pero es verdad que solo hemos sido capaces de darnos cuenta de ello gracias a la presencia de la catedral.

      Hasta ahora.

      El Tao que puede nombrarse,

      no es el Tao verdadero,

      El nombre que puede dársele,

      no es su verdadero nombre.

      Sin nombre es el principio del Cielo y la Tierra,

      con nombre es la madre de las diez mil cosas.

      Desde el ser solo vemos su apariencia,

      desde el no-ser comprendemos su esencia.

      Ambas cosas, ser y no ser,

      tienen el mismo origen,

      aunque distinto nombre.

      Su identidad es el misterio

      y en ese misterio reside el origen

      de toda maravilla.

      Tao Te Ching, capítulo 1: El nombre del Tao

      Centro, silencio y control

      Los expertos en artes marciales estiman que la inmensa mayoría de las peleas callejeras dura menos de diez segundos. Son muy, muy rápidas. Mucho más rápidas de lo que solemos creer.

      En el momento de iniciarse la pelea, antes de que nadie haya lanzado ningún ataque, las posibilidades de movimiento son casi infinitas, pero en cuanto uno de los contendientes lanza el primer golpe, las posibilidades de movimiento se restringen drásticamente.

      Cada movimiento condiciona el siguiente y casi podríamos decir que el primer golpe a menudo lleva implícito cómo y cuándo acabará la contienda. A implica B, que implica C y que lleva a D. No hay más opciones y una vez se lanza A, el resto se ejecuta en pocos segundos.

      Las artes marciales más avanzadas como el Aikido o el Wing Chun precisamente aprovechan este carácter convergente de la lucha y esperan o incluso provocan que sea el propio oponente quien haga el primer movimiento, de manera que pierda la posición centrada y sus opciones queden comprometidas.

      La postura de combate en ambas artes marciales es distinta pero en ambos casos lo que se busca es mantenerse equilibrado y no perder el centro jamás, puesto que desde el centro, cualquier movimiento es posible.

      En otras disciplinas como por ejemplo el boxeo, más allá de la postura, los contrincantes procuran mantenerse siempre en el centro del ring y evitan quedarse arrinconados porque desde el centro sus posibilidades de movimiento son siempre mayores.

      Lo mismo ocurre en otro tipo de competiciones, como puede ser el ajedrez, donde los contrincantes buscan el dominio del centro del tablero, por ser el lugar desde el que existe un mayor número de posibilidades de movimiento. Un caballo en el centro del tablero puede ir a ocho sitios diferentes, mientras que si está en un lateral sólo puede ir a cuatro y si se encuentra justo en la esquina, solo puede ir a dos sitios distintos.

      De la misma manera cuando queremos influir a alguien, por ejemplo a través de una conversación, el silencio es la posición más cercana al control porque es el estado que alberga potencialmente más posibilidades. Esto es así porque el silencio está en el centro: es el punto que equidista entre todos los mensajes opuestos.

      Quien se mantiene callado en una conversación, no se compromete y por lo tanto mantiene todas sus cartas disponibles, cuando hable tiene la opción de decir lo que quiera. A diferencia del que ya ha expresado su opinión, que a partir de ese momento debe ser consecuente con lo que ha dicho y por lo tanto sus opciones son más restringidas. Cuanto más hablas, más te comprometes y más cierras tus opciones. Como consecuencia la conversación suele empezar a cerrarse hasta llegar a un lugar del que no hay escapatoria.

      El silencio es por lo tanto un lugar que equidista de todos los mensajes posibles, está justo en el centro del significado y se convierte así en el lugar con más posibilidades de comunicación en potencia.

      En definitiva, en el centro hay silencio y por ello es el lugar donde reside el control.

      Esta es una de las ideas centrales de este libro y poco a poco, a medida que avancemos, la iremos ampliando y podremos profundizar cada vez más en ella.

      Pero para poder continuar, ahora es necesario llevar la reflexión a otro nivel, de manera que podamos desgranar este silencio, esta presencia, este centro, en las cuatro dimensiones en las que los seres humanos experimentamos nuestra existencia.

      Las cuatro dimensiones

      Desde la más remota antigüedad, las distintas dimensiones en las que transcurre la experiencia humana son un tema recurrente en casi todas las disciplinas de desarrollo personal. No obstante no hay uniformidad en la definición de estas dimensiones, que a menudo se solapan o se disgregan de una tradición a otra, probablemente por las dificultades y diferencias lingüísticas en el espacio, el tiempo y las culturas.

      Por ejemplo, por su visión global e integradora y por su cercanía en el lenguaje y en