Juan Carlos Pablo Ballesteros

Corrientes pedagógicas contemporáneas


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los elementos son interdependientes. Destaca también los aportes más recientes de Toynbee y Sorokin, pero llega a la conclusión de que las diferencias entre estos pensadores son tan marcadas que sólo encuentra una generalización que puede ser significativa: «por discutibles que sean todos los recientes intentos, las culturas dentro de si mismas y la relación con otras culturas pueden legítimamente caracterizarse como formas temporales de orden. Revelan regularidades dinámicas, estructuradas, cuyo examen e incorporación dentro de sus propios esfuerzos teóricos y prácticos debiera comenzar a ser la seria tarea de la educación».51

      Pero por otra parte destaca Brameld que la cultura puede ser vista como una especie de orden espacio–temporal en cuanto a su naturaleza, dentro de la cual se produce el cambio continua e inevitablemente. Esto nos introduce en el problema del proceso cultural y su relación con la educación, ya que la acción de la enseñanza puede ayudar a fijar o a cambiar los esquemas culturales.

      Brameld escribe que existen dos supuestos que deben considerarse sobre el proceso cultural: el primero es el que sostiene que ninguna cultura es tan estática u homogénea como para no permitir cambio alguno. El segundo es que el proceso acontece en dos dominios: dentro de las culturas y/o subculturas, y entre las culturas. De allí que sea necesario, en su opinión, precisar conceptos que ayudan a comprender el progreso cultural. Entre los varios que analiza son de mayor interés pedagógico, en mi opinión, los de aculturación y los de causalidad y predicción.

      Es de interés destacar también la contribución de Kroeber sobre los conceptos de «causa eficiente» y «causa formal», que los deriva de los enunciados por Aristóteles. Esto es importante ya que habría algún acuerdo en que la «causa eficiente» del proceso cultural es la personalidad en su faz creadora. De allí la necesidad de que el educador conozca la personalidad básica de la cultura a la que pertenece, y que esté capacitado para comprender la personalidad modal de culturas diferentes.

      Según Brameld el estudio de la personalidad modal nos conduce directamente al problema del proceso cultural a través de la educación, ayudándonos a comprender las variaciones de las personalidades modales en las que sería deseable producir algún tipo de cambio. Por eso cualquier teoría de la educación adecuada a nuestra época tendría en cuenta el carácter dinámico y temporal de la personalidad y su inclinación a la búsqueda de fines; las tensiones que surgen entre la búsqueda de satisfacción de sus deseos y las restricciones que le impone toda cultura. Ahora bien, cabe preguntarse a qué clase de fines debe hacer referencia una teoría de la educación. Brameld sostiene que la educación no puede contentarse sólo con describir el fenómeno de la búsqueda de fines. Debe también ayudar a las personalidades a convenir con los fines predominantes de sus respectivas culturas y a analizar, expresar, completar y a menudo reconstruir tales fines de la mejor manera posible.

      Esta cuestión de los fines exige considerarla desde una perspectiva que excede lo meramente educacional, ya que éstos son ante todo problemas de la cultura. Frente a esto queda la opción de sostener que la educación, como servidora de la cultura, se debe limitar a transmitir los valores sociales y personales que han heredado de la realidad cultural, o sostener, desde una concepción más operativa, que la educación tiene una responsabilidad singular en el sentido de plasmar y orientar esos valores. No escapa a Brameld la importancia de este tema. En su obra La educación como poder refiere cómo cierta vez en el Japón le preguntaron cómo se estudiaban los problemas éticos en las escuelas norteamericanas, y cómo consideraba que se debían enseñar los valores. Su respuesta fue que la educación moral prácticamente no existe en los Estados Unidos, salvo en las escuelas parroquiales, y que en su patria los valores constituyen el problema más descuidado de la educación.

      Para tratar este tema Brameld selecciona dos problemas que considera cruciales: el problema de la relatividad o universalidad de los valores humanos y el problema de la libertad. Con respecto al primero escribe que cabe preguntarse si son todos los valores relativos a determinadas culturas, y por lo tanto a determinada época y lugar dentro de los cuales aparecen y se desarrollan estas culturas, o, por el contrario, si los valores son universales, comunes a muchas o a todas las culturas.