Juan Carlos Pablo Ballesteros

Corrientes pedagógicas contemporáneas


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el otro lado ... el hecho de que todos los hombres tengan una anatomía y una fisiología esencialmente común ... hace que se pueda esperar una penetrante similitud genérica de los valores culturales. (...) Los valores, entonces, son al mismo tiempo particulares y relativos, universales y permanentes».57

      Según el parecer de Brameld existen valores comunes a distintas culturas, que se derivan principalmente de las similitudes biológicas que tienen todos los seres humanos. Así ninguna cultura aprueba el sufrimiento humano como un bien en sí mismo, ninguna apoya el incesto o la violación, el robo o la mentira indiscriminados, ninguna permite una anormalidad tan extrema que una conducta individual resulte perjudicial al grupo.

      Pero si bien existen valores que son comunes a todas las culturas, estos están organizados en jerarquías, y éstas varían de una cultura a otra. Por ejemplo, la castidad puede ser un valor común, pero unas culturas la ponen como un valor que está por encima de otros, y otras no. Pero a pesar de las diversas jerarquías, que cada cultura posea su propio sistema de valores, si la frase «una humanidad común» tiene sentido, dice Brameld, entonces los valores comunes son innatos a la humanidad. Luego, así como cada personalidad es al mismo tiempo diferente y común a todas las demás, lo mismo ocurre con cada cultura.

      La educación, por su parte, como institución normativa, tiene la responsabilidad de ocuparse de los problemas surgidos a raíz del universalismo y relativismo cultural. El relativismo cultural no carece de méritos educacionales, escribe Brameld. Uno de los más importantes es el de promover los valores de tolerancia y respeto por la diversidad cultural como fin educacional. La apreciación de gentes que practican formas de vida diferentes resulta un hito para todos los programas educacionales que valoran la comprensión intercultural e internacional, afirma. La determinación de valores amplios, por su parte, si bien nunca es completa, puede orientar decisivamente la acción educativa. Si la educación se decide por actividades y contenidos de largo alcance los fines universales pueden tener una enorme importancia para el futuro de la humanidad.

      Termina Brameld este análisis de los fines destacando la libertad como fin cultural. Reconoce que el sistema educativo norteamericano no ha sido muy eficaz en la transmisión de la valoración de la libertad, entre otras cosas por la hipocresía con que las escuelas enseñan el ideal e ignoran la realidad. Sin embargo, la universalidad de los fines humanos que armonizan con la libertad, que ha logrado gracias a su método empírico, lo lleva a postular la conveniencia de acrecentar la influencia de la escuela dirigida a defender y acrecentar la validez de este fin cultural. Sostiene que las ciencias del hombre han demostrado que el consenso de la mayoría de la gente de la mayor parte de las culturas es abrumadoramente favorable a la libertad. Aquí el consenso no lo entiende por el fin que simplemente la mayoría desea, sino que se basa en el hecho de que elegimos ser libres porque descubrimos que nuestra aspiración por la libertad es preferible a lo contrario. De allí que sostenga que la suprema justificación para nuestro compromiso con el fin de la libertad estriba en el consenso social que la gente real existente en culturas reales logra en nombre de tal compromiso.

      La formación docente

      Sostiene Brameld que en la medida en que el reconstruccionismo afecte la educación a través de todos los niveles de la enseñanza, tareas y obligaciones diferentes deberán ser adjudicadas a cada nivel. Así, por ejemplo, nadie podrá graduarse de abogado, médico, ingeniero o profesor a menos que haya recibido una educación que lo familiarice con los grandes problemas de una civilización en crisis y con su propia parte de responsabilidad para resolverlos.

      Los jóvenes que se encuentran entre los dieciséis y los veinte años de edad deberán cursar un plan de estudios de cuatro años cuyo tema central deberá ser ¿Qué tipo de mundo podemos y queremos tener? Cada semestre deberá considerar diferentes aspectos de esta cuestión: políticos, económicos, sociales, religiosos, morales, estéticos y muchos otros temas. Además de esto todo estudiante tendrá la oportunidad de trabajar intensamente en temas relacionados directa o indirectamente con el tema central, temas que tendrían una amplitud tal que irían desde la biología y la física hasta la música y la poesía.

      Los métodos de estudio deberán apartarse radicalmente de los tradicionales, reemplazándolos por las investigaciones cooperativas, por frecuentes viajes y por la experiencia en el trabajo. Aun cuando explicita que los estudiantes más dotados podrán trabajar independientemente de los grupos, es clara en la propuesta de Brameld una prevalencia del aspecto social sobre el estrictamente personal.

      Los docentes cumplen un rol fundamental en esta actividad, pues de ellos depende en gran medida el logro de los fines propuestos. Para esto es preciso que se comprometan profundamente en la tarea que realizarán, y