para contrastarlos con los marcos de análisis de la integración y determinar así, con mayor claridad, bajo qué esquema se pretende desarrollar esta iniciativa y sus posibles repercusiones en los procesos integradores de América Latina.
Los autores proponen un enfoque multidimensional desde las dinámicas comerciales, de inversión y migratorias que la misma ap propone en su declaratoria de constitución. Esta aproximación busca evidenciar: si efectivamente los objetivos de mayor crecimiento, desarrollo y competitividad para las economías del bloque se han cumplido (por lo menos parcialmente); si se han desarrollado esquemas de convergencia política, económica y social; y cuál es la senda que se vislumbra en el futuro de esta propuesta de integración a partir del nivel de integración de la ap que los autores miden y analizan desde seis factores: (1) comercio de bienes y servicios, (2) grado de movilidad de capital, (3) grado de movilidad laboral, (4) nivel de importancia de la institucionalidad, (5) grado de coordinación de la política monetaria y (6) grado de coordinación de la política fiscal.
Francisco Santos Carrillo es autor del capítulo 4 denominado “De integración a cooperación regional. Aprendizajes a partir del análisis de las políticas regionales de la integración centroamericana”. En este capítulo, analiza de forma crítica la evolución del proyecto integracionista centroamericano a través del catálogo histórico de políticas sectoriales formuladas en el ámbito del Sistema de Integración Centroamericano (sica). Los resultados muestran cómo el diseño institucional y el modelo de gobernanza intergubernamental resultante obstaculizan la implementación de políticas comunes que permitan avanzar hacia mayores niveles de interdependencia y regionalización. Ante estas dificultades, la ejecución de la práctica y la totalidad de iniciativas, terminan condicionadas por los intereses y la financiación de la cooperación internacional.
Según el autor, la lógica de la integración centroamericana termina sustentándose sobre una abigarrada y costosa estructura institucional de carácter político que no hace políticas, generando con ello importantes dosis de descrédito. De facto, su papel queda reducido al de una organización internacional de cooperación entre países vecinos que compite por la captura de fondos con otros espacios de cooperación multilateral. Para el autor, se debe tener en cuenta que el intergubernamentalismo es el modelo predominante en el complejo escenario del regionalismo latinoamericano, en el cual se plantea si la vía de la cooperación multilateral y los acuerdos comerciales son suficientes para promover una integración más efectiva en términos de interdependencia y regionalización que dé respuesta a los problemas del desarrollo de la región y la convierta en un actor de peso en la gobernanza global.
Regionalismo, institucionalidad y región formal
Los autores Karina L. Pasquariello Mariano y Roberto Goulart Menezes presentan el capítulo 5, que se titula “Reflexões teóricas sobre a integração regional: a construção de novos pressupostos”. Proponen un nuevo esquema analítico para comprender, a partir de las especificidades, los procesos de integración regional no europeos. De esta manera, la integración puede ser entendida en dos sentidos opuestos. El primero, en su sentido más amplio, el fenómeno de la integración representa un mecanismo de adaptación al sistema internacional; es decir, un instrumento de ajuste y acomodación. En el segundo sentido, la integración hace referencia a una estrategia a largo plazo para alterar la inserción y el peso internacional del país/región dentro del orden mundial; un intento de alterar el statu quo desde una visión geopolítica y estratégica. Así, a partir de este marco de referencia se plantean dos tipos de integración: (1) una integración pasiva que busca solo el acoplamiento al orden mundial (lógica de acomodación) y (2) un tipo de integración para la autonomía como estrategia de contestación (lógica de autonomía).
Los autores identifican dos grandes tendencias. (1) En la primera década del siglo xxi, se asistió a una multiplicación de procesos regionales y a una tendencia a la consolidación de una lógica multilateral en todos los continentes; sin embargo, algunos de estos procesos enfrentan situaciones de crisis. (2) Actualmente, se asiste a un reordenamiento del sistema internacional a partir del comportamiento de actores centrales, en particular, Estados Unidos y su proteccionismo económico, a lo que se suma el ascenso de nuevos actores en el sistema internacional como China. Estos factores externos (tendencias) traen nuevos elementos para el análisis del actual orden mundial. Uno de los principales aportes del capítulo se centra a nivel institucional en la propuesta de una descentralización decisoria y una democratización que le permitan mayor estabilidad y dinamismo al proceso de integración, limitando la posibilidad de cambios bruscos con la llegada al poder de nuevos gobiernos con visión contraria a la de sus antecesores.
Catherine Ortiz Morales y Carlos Alberto Chaves, en el capítulo 6 “Grupo de Lima: ¿expresión renovada del multilateralismo latinoamericano?”, abordan el multilateralismo latinoamericano a partir de su origen, evolución y tipología para analizar el actual escenario regional retomando el debate denominado “nuevo” multilateralismo latinoamericano que tuvo lugar en la primera década del siglo xxi y parte de la segunda. Los autores reflexionan acerca del surgimiento del Grupo de Lima como escenario de concertación política de carácter ad hoc que responde a un tipo de multilateralismo beligerante a partir de algunos de sus elementos y estrategias, siendo considerado un punto de inflexión dentro del debate del nuevo multilateralismo latinoamericano del siglo xxi.
El rol institucional ejercido por el Grupo de Lima en el actual contexto político ha estado marcado por una estructura normativa de rivalidad, contexto en el cual su acción colectiva se ha reducido a una estrategia presión-cerco diplomático que no ha representado en sí una instancia efectiva y eficiente para la salida de la crisis intraestatal venezolana, ni ha permitido alterar y modificar la estructura normativa y el rol estructural a nivel regional como en su momento se logró en escenarios como: (1) la alianza político-diplomática del Grupo Contadora frente a la crisis centroamericana, (2) la tensión diplomática Colombia-Ecuador en el marco del Grupo de Río y (3) la crisis intraestatal boliviana en el escenario multilateral de Unasur.
Fabio Sánchez, en el capítulo 7 denominado “Unasur y Prosur, el dilema suramericano”, aborda los efectos de algunos acontecimientos que han tenido lugar en la segunda década del siglo xxi y que han desafiado a la Unasur. Según el autor, esta organización de carácter subregional constituye el punto de partida para proponer un marco analítico denominado surlateralismo que puede ser de referencia para las organizaciones y para la construcción de una agenda en la Suramérica contemporánea. Este concepto —surlateralismo— es entendido como un proceso de aprendizaje institucional y normativo que busca fortalecer el diálogo suramericano, así como la concertación de una agenda a partir del ritmo propio de los actores regionales, destacando actividades en infraestructura, cultura, seguridad y observación electoral, a lo que se suma su participación para mediar y resolver, en su momento, crisis intra e interestatales.
Pese a las capacidades tangibles de la región suramericana, el autor argumenta que para el desempeño en el orden internacional se requiere de una organización como la Unasur para promover y proteger la democracia, los derechos humanos y salir del subdesarrollo y la pobreza. Para el autor, el multilateralismo latinoamericano emergente de una “nueva ola latinoamericana” se caracteriza por un marcado aire de autonomía; su carácter intergubernamental, con énfasis presidencialista, busca destacar una agenda social y promover la construcción de una agenda regional. Sin embargo, se ha sufrido una ralentización a partir del cambio en el escenario político del denominado giro a la izquierda o marea rosa, que en su origen y desarrollo los potenció. Actualmente, la Unasur enfrenta un progresivo apaciguamiento ante la falta de capacidad de respuesta institucional; se plantea el debate de un escenario de crisis de la Unasur manifestada de manera explícita por los cancilleres de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú al dejar de participar temporalmente.
Por último, Eric Tremolada Álvarez presenta su capítulo “La Alianza del Pacífico: ¿marketing sin contenido?”. El autor hace un análisis de lo que él denomina “la irrupción ruidosamente mercadeada de la Alianza del Pacífico”, que va más allá de la atracción que genera en líderes políticos y empresarios del mundo en medio de la coyuntura inestable de una Latinoamérica marcada por la coexistencia de distintos modelos políticos —cargados ideológicamente— que ofertan distintos