Lucy R. Lippard

Yo veo / Tú significas


Скачать книгу

nuevo de lo numeroso como totalidad, de la Unidad como un todo fragmentado. Jung defiende que, especialmente cuando está inquieta o en movimiento, se corresponde con un movimiento análogo del inconsciente. En Homero hay un símil muy famoso en el que equipara una multitud de guerreros en el ágora (o en el campo de batalla) al oleaje del océano (que constituye otro símbolo del inconsciente). Dionisos es el símbolo de la liberación desinhibida del deseo, o del levantamiento de cualquier inhibición o represión. Según Jung, el mito de Dionisos representa el abismo de la “disolución apasionada” de cada individuo, como resultado de la emoción llevada al extremo del paroxismo, y está relacionado con el anhelo de escapar del tiempo hacia un “pretiempo” característico de la orgía; el mito es, por lo tanto, representativo de un anhelo del inconsciente. El hombre viene a verse a sí mismo como símbolo en tanto que es consciente de su ser. En antropología la mujer corresponde al principio pasivo de la naturaleza. Se le atribuyen tres aspectos básicos: el primero, de sirena, lamia o ser monstruoso que encanta, atrae y desvía al hombre del camino de la evolución; el segundo, de madre, de Magna mater, vinculado a su vez al aspecto informe de las aguas y del inconsciente; y el tercero, de dama desconocida, la amada o el ánima en la psicología jungiana. La virgen “muere” como tal a fin de dejar paso a la matrona. Cuando se la presenta como imagen del ánima es superior al hombre porque es un reflejo de las cualidades más puras y elevadas del hombre. En sus formas más bajas –los aspectos instintivos y emocionales– la mujer está en un nivel inferior al hombre.

      Blanco y negro, flash.

      La foto está desenfocada, como si la cámara se hubiera movido de repente en el momento de disparar. Hay un hombre rubio tumbado con las piernas abiertas en una cama grande de metal. Tiene los ojos cerrados, la boca parcialmente abierta, un puño cerrado. Su entrepierna está tapada por la cabeza de un hombre moreno, debajo del cual, en un escorzo raro, yace una mujer con el pecho cubierto por la mano del hombre rubio. Una cabellera larga y morena le cubre cara.

      Blanco y negro, flash.

      Una chica desnuda recostada de lado sin mirar a la cámara está, con las piernas apretadas sobre el estómago y los brazos cubriéndole la cara, sobre un sofá moderno de patas macizas de plástico transparente. Un joven rubio, que solo lleva pantalones, está arrodillado junto al diván y pone con delicadeza una mano en el hombro de ella, mientras con la otra mano en el aire hace por encima del hombro un gesto al fotógrafo. Algo más a la izquierda hay una chica de pie, de largo y revuelto pelo largo, con sujetador negro y braguitas de bikini. Una mano cuelga floja en su costado, la otra lleva un cigarro a sus labios. Ella también mira al fotógrafo.

      ¿Han ido a algún otro sitio?

      Sí.

      ¿Juntos?

      Sí. De haber sabido que te iba a doler tanto habría parado antes.

      Me siento como una imbécil, o como una estrecha, pero es que no podía quitarme de encima... algo, supongo que la puñetera ética puritana. Para mí el sexo es, más que nada, algo entre dos. No pude hacer frente a todas esas vibraciones a la vez. Sencillamente el cuerpo dejó de funcionarme y mi cabeza tomó el mando y todas mis inhibiciones se pusieron en marcha a la vez y... Me sentí violada.

      No tenías por qué pasar por todo eso. No es una movida para todo el mundo.

      ¿Y para ti?

      He probado un montón de cosas. Te metes en situaciones bastante más raras cuando eres gay. No, no es lo mío, pero no me repele. A veces simplemente me quedo en blanco. A veces es muy salvaje, excitante. Otras veces es malo. Depende del estado de ánimo, de la atmósfera, de todas las cosas de las que normalmente depende el sexo para ser o no ser bueno.

      Durante mucho tiempo no supe que eras gay.

      Ya sé que no lo sabías. Quería contártelo, pero por aquel entonces tenía mis propios problemas con el asunto.

      ¿Ya no?

      Pocas veces. Pero intento no ponerme en situaciones donde pueda haber problemas.

      No hace falta que hables de ello.

      No.

      Vaya noche.

      ¿Podrás dormir? Me voy a marchar.

      No, quédate conmigo. Es que... está bien tenerte aquí así. ¿Te importa?

      Claro que no.

      ¿Por qué me odia a veces?

      Porque te quiere, supongo. Me parece que ahora mismo tiene un lío tremendo en la cabeza.

      Intento ayudar.

      Es lo que debes. Lo necesita. Y a ti.

      Seguro que le revienta admitirlo. No sé por qué aguanto con él. Roza el masoquismo.

      Tú eliges. Cambiarías si quisieras.

      Supongo que sí. Es probable que lo haga, incluso. Pero no me parece el momento todavía, ni para mí ni para él. No me hago ilusiones de estar con él para siempre, pero, en plan egoísta, aún no estoy lista para cortar, para estar sola. ¿Suena muy horrible?

      De ningún modo. Estás dando tanto como recibes. Más.

      Es gracioso que hayas vuelto tú conmigo, y no B.

      Ella no podía arriesgarse.

      ¿Qué quieres decir?

      Te aprecia muchísimo.

      ¿Quieres decir que no podía arriesgarse a tenerme pena? ¿O a enfadarse conmigo?

      No... otro tipo de emociones. Se controla mucho, ya sabes.

      Pues esta noche estaba bastante suelta.

      No se lo eches en cara. Nadie quería hacerte daño.

      Ya sé. Pero es que... es que ha pasado tanto tiempo antes de que nadie... También las películas me disgustaban.

      Pues lo disimulabas de maravilla. Luego ya se hizo muy tarde para parar.

      Tú lo ves todo. ¿Por qué no lo paraste antes?

      No veo todo. Y actúo muy lentamente. ¿Tienes la impresión de que todos te hemos decepcionado?

      De algún modo. Pero yo también os he decepcionado. Justo después, no sentí que pudiera miraros a la cara nunca más. Puritanismo podrido.

      Ahora estás mirándome a la cara. Espero que no estés preocupada por B. D volverá a casa por la mañana. No habrá cambiado nada.

      Para mí, sí.

      Era inevitable, supongo.

      Somos todos tan intachables. Hablamos todo el rato. Hablamos de nuestros sentimientos y experiencias personales, al menos yo lo hago y D lo hace. B lo hace menos, y tú incluso menos, aunque pareces saber más sobre nosotros que nosotros mismos... Pero debemos estar escondiendo todo aquello que cuenta. Y no solo a los demás. ¿Cuánto sabes sobre ti mismo? Mucho de lo que sé viene de darme cuenta de cómo me tratan, cómo me responden, cómo me miran. Me pregunto cuánta de la información que obtengo de ese modo es precisa. A ti no te gusta hablar de ti mismo, ¿verdad?

      No.

      ¿Eres feliz, E?

      Aún no.

      Hay algo que estás a punto de hacer, ¿no? Hay algo gestándose en tu interior. ¿Ya has averiguado qué es?

      Sí.

      ¿Y no me lo vas a decir?

      Todavía no. Pronto, pero todavía no.

      ¿Se lo has contado a B? ¿Me lo contarás a mí primero?

      Qué cría eres a veces. Deja de hablar y vete a dormir.

      Parloteo para no tener que pensar... sobre el pasado. Me vienen unas imágenes horriblemente nítidas cuando lo hago.

      Anda, ven aquí. Aquí, pon aquí la cabeza. Duérmete ya.

      Qué agradable. Pero cuando me despierte voy a querer