saldrá aliviado, escarmentado y con nuevas ganas artísticas, pero el padre se entera de lo sucedido, lo increpa epistolarmente y finalmente le ordena regresar. Hügel escribe su diario con la decisión tomada, a días del retorno y ese afecto tiñe el ánimo de la narración incluso sobre hechos de su adolescencia chilena. Hay en sus palabras arrepentimiento y una constante alusión a su mala suerte, pero también el anhelo de los finales felices: “Cuando llegue allá quiero demostrar que todo este dinero [el financiamiento de su estadía por parte de su familia] también ha dado fruto, que no solo aprendí a manejar el dinero sino que también a ganarlo”96.
Regresará en Chile a fines de marzo de 1899. Enviará una solicitud a la Municipalidad de Santiago en la que ofrecerá su “obra nacional” Velleda adelantándose a cualquier respuesta negativa respecto al presupuesto: “Mi obra no exige decoraciones no otros gastos especiales pues se pueden aprovechar decoraciones como las de la ópera “I pescatori di perle” u otras que ya han caído en el olvido” es decir “sin gravamen alguno para la Ilustre Municipalidad ni para el Teatro” 97. ¿Si no hay semejanza ni de locación, etnia, religión, costumbres, ni de tiempo, qué llevó a asociar su ópera con la de Bizet? Salvo el uso de alguna embarcación, solo el desuso del material de aquella. El Municipal rechaza su ofrecimiento, pero la vida musical familiar se retoma de inmediato: conjuntamente con su padre, será parte fundamental en el mundo de la floreciente música de cámara santiaguina como pianista y compositor. De hecho, ese mismo 1899, es de los primeros compositores nacionales en ser invitado a las célebres tertulias santiaguinas de Luis Arrieta Cañas, donde muestra obras para piano y de cámara, algunas con título en alemán (sin duda que el origen germano de Hügel y su reciente formación berlinesa fueron un pasaporte que no dejó indiferente a Arrieta). Pero intuyo que su interés como compositor sigue obcecadamente en Velleda, puesto que en febrero de 1902 se asocia al joven bajo chileno Manuel Jesús Zaldívar Contreras, quien arma una nada desdeñable compañía lírica nacional (varios solistas, 60 coristas y 60 profesores de orquesta, bajo la dirección coral de Remijio Acevedo, orquestal de Héctor Contrucci y la dirección de escena de Eduardo Pons; es decir, un contingente incluso mayor que algunas compañías líricas oficiales del Teatro) con la que pretende seis funciones la segunda quincena de abril en el Teatro Municipal para la representación de “las más escogidas escenas de algunas óperas del gran teatro lírico”. El ímpetu nacionalista de Zaldívar es evidente no solo en el uso de artistas locales, sino que entrelazando a Verdi, Mascagni y Boito con el Caupolicán de Acevedo, la Esmeralda de Zanzani y ciertamente la Velleda “del maestro chileno” Hügel. El Teatro Municipal rechazará la idea y Hügel se embarcará en el estreno completo de su ópera en Valparaíso, como ya se contará, reutilizando varios solistas de la compañía Zaldívar, partiendo por Zaldívar mismo98.
Por otra parte, la prensa había esperado ansiosa su retorno y las alabanzas a su desempeño musical lo comienzan a delinear como un músico completo, incluso como el primer compositor consensuadamente profesional de Chile: “Como ningún artista hasta hoy lo ha verificado”99, al decir de un recorte de prensa con motivo del estreno de Velleda y que puede ser tomado como una velada alusión a Eliodoro Ortiz de Zárate. Dentro de su actividad familiar destaca la formación de la Sociedad de Conciertos, que reúne a destacados músicos del ámbito nacional para la difusión del repertorio camerístico y que dará su primera presentación en el Teatro Unión Central en agosto de 1900. Compensando la imposibilidad operística, a lo largo de unos pocos años Hügel aprovechará ampliamente estas instancias para mostrar su desempeño de pianista, pero también para estrenar sus obras solistas y orquestales.
En el Centro DAE del Teatro Municipal de Santiago se conserva su diario citado y dos libros con recortes de prensa que fueron propiedad del propio Hügel, uno de ellos más específico con referencia a su ópera Velleda. De estos dos álbumes se han obtenido varios datos biográficos del compositor, específicamente lo que concierne a su catálogo de composiciones. Si hacemos caso a los recortes y comentarios, amén de las partituras que poseemos ante nuestros ojos, Raoul Hügel, previa, durante e inmediatamente después a la estadía berlinesa, habría creado seis óperas, tanto música como los libretti. A saber, en un tentativo orden de composición:
1. Ofelia, escrita en Chile antes de su partida a Berlín y con una trama tomada de una novela italiana100, es la demostración de un precoz y vehemente talento al haber sido compuesta “en solo tres meses”101. Al parecer sería su primera ópera y está perdida. En su diario personal da un dato que quizá refiera a esta Ofelia:
…mi buen amigo Voillant me torturaba con la idea de ir a la hacienda de sus padres. Como me significaba una agradable estadía y como sabía que mi primer amor estaba allá me dejé convencer rápidamente […] tenía la esperanza de un joven de 17 años el cual sólo había tenido mala suerte en el amor. Pronto hallé la simpatía de ella, pero no me quería. Después de mi encendido deseo se quedó completamente fría. Algo bueno tuvo este amor: fue el motivo para que compusiera mi primera ópera […]. El que no estuviera escrita en partitura [orquestal] radicaba en que no sabía de instrumentación102.
2. Ghismonda. En un acto. Terminada en Berlín el 8 de abril de 1898. De esta ópera de cambiante título (al menos 6 posibilidades ortográficas y fónicas según quien escribiera el nombre) se estrenará, el 7 de septiembre de 1898, su Intermezzo. Aunque el libretto es propio, el título tiene coincidencias con otras obras: si bien la trama es distinta, Eugen d’Albert compuso una Ghismonda, en tres actos, en 1895, fecha en la que este se encontraba en Alemania. D’Albert fue esposo de Teresa Carreño entre 1892 y 1895, quien a su vez fue profesora de piano de Hügel en Berlín. De la Ghismonda de Hügel se conserva la versión canto-piano, manuscrita, en el Archivo DAE del Teatro Municipal. Curiosamente, Hügel no hace comentario alguno de ella en su diario.
3.Velleda. En un acto. Terminada el 3 de septiembre de 1898 y dedicada a su profesor Friedrich Gernsheim. Escrita durante su estadía en Alemania, Hügel dice en la página 79 de su diario que la composición de ella nace como distracción de un intenso estado amoroso no correspondido que sentía por la señorita Frieda Hoefele, hija de sus benefactores de Hamburgo, trabajando “muchos días, hasta 14 horas sin parar”. A su regreso buscará estrenarla en nuestro Teatro Municipal, sin embargo su primera audición se llevará a cabo el 21 de abril de 1902 en el Teatro Santiago de Valparaíso. Es, cronológicamente, la segunda y última ópera de Hügel que verá estreno público. De ella se conserva la versión canto-piano, manuscrita, más algunas particelle de la orquestación, en los archivos del Teatro Municipal de Santiago.
4. Herta. En noviembre de 1898 Hügel recibió de parte de conde Von Gribenau el encargo de una ópera para las celebraciones del año nuevo en su palacio. Así nace Herta, también en un acto, estrenada en la víspera del 1º de enero de 1899, noticia que llega a Chile con orgullo103. Es la primera ópera de Hügel que se estrena públicamente y es la primera ópera chilena de la que se tiene referencias concretas de un estreno en el extranjero, así como es la primera ópera comisionada a un compatriota fuera de Chile. Debido a su breve duración, Hügel aprovechó la ocasión para tocar seis nuevas piezas para piano y el poema sinfónico llamado “El amigo perdido” para gran orquesta, siempre bajo su dirección orquestal. Todas estas obras están perdidas. Herta ocupa varias líneas de su diario y su mezcla de aspectos musicales y sociales lo hacen un pasaje particularmente atractivo. Cito:
Un buen día recibo del conde Gribenau una invitación a visitarlo. En primavera había dado un concierto en su mansión. Cuando se enteró de que yo ya había compuesto dos óperas, me hizo prometerle que le iba a dedicar una de ellas (88-89).
En cuanto llegué a su casa, el conde me preguntó por su ópera, diciendo que quería representarla en cuatro semanas más. Esto fue una grata sorpresa para mí ya que iba a tener la oportunidad de presentar una ópera acá en Berlín, más encima sin costo para mí. Este privilegio tenía que aprovecharlo. El problema era que la ópera que le quería dedicar al conde la había guardado en un rincón sin pensar en ella durante mucho tiempo. Sin embargo tenía lista Velleda. Le pedí al conde aceptar esta otra ópera y me citó para el día siguiente. Cuando llegué nuevamente donde él y le toqué algo de Velleda dijo su merced que no le gustaba. Luego toqué algo de la pieza dedicada a él y esta sí le gustó, aunque yo pensaba que era diez veces mejor el movimiento de Velleda. (…) No