Vladímir Eranosián

90 millas hasta el paraíso


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al aún semidormido Elián para ir al campo de fútbol. El chiquillo dio un grito, cuando el padre, como un mago circense, sacó de un paquete, una pelota de fútbol y la golpeó levemente con la pierna, haciendo un pase al hijo. Este inmediatamente se reanimó, y la somnolencia se esfumó. De manera incansable corría tras la pelota, tropezaba, cayó varias veces, pero al instante se levantaba, animado por las palabras del padre:

      – ¡Maradona nunca lloraba si se caía! A él le pegaban de manera muy dura. Los hombres verdaderos no lloriquean como las niñas. Se levantan inmediatamente. Se ponen de rodillas solamente los lacayos…

      Eliancito, sudado, ni siquiera notó que casi una hora entera estuvo jugando con su papá al fútbol. Él ganó. No sabía que su padre no jugaba con plena entrega. Es que Juan Miguel sinceramente se apenaba e indignaba cuando le metían goles en su portería.

      Una hora después de iniciarse el juego, Juan Miguel se cansó. No hay nada extraño. No pegó ojo durante la noche, haciendo meter trapos en la cámara de la pelota rota. Pero la primera etapa de esta muy minuciosa labor para reanimar la propiedad del ochoañero Lorencito era apenas la mitad del asunto. Cuando la cámara de la pelota estaba llena hasta el tope con una cantidad numerosa de capas de trapos, por delante había que realizar una operación, cuyas herramientas serían una gruesa aguja de la abuela Raquel e hilos irrompibles de nilón y un dedal de estaño.

      El dedal no pudo proteger a Juan Miguel de unos cuantos pinchazos, no obstante, el resultado de su labor abnegada ya adquirió formas concretas hacia la mañana. La pelota “restaurada” parecía ser nuevita, y en cuanto al peso no lo superaba en mucho a la de la original.

      – ¡Papá, ataja! – gritó Eliancito al padre y asestó un fuerte golpe a la pelota con la punta del pie.

      Esta pasó volando sin acertar en la portería y rodando llegó hasta los mismos pies de Lorenzo, cargado de rabia. Toda la banda futbolística del barrio se había amontonado tras la espalda de su capitán.

      – ¡Ud. robó mi pelota! – expuso Lorenzo su acusación a Juan Miguel. – ¡Esta pelota es mía! ¡No es suya! ¡Ud. es un ladrón!

      Juan Miguel tomó de la mano a Eliancito y se aproximó callado a los niños ahí reunidos.

      El pie de Lorencito pisaba demostrativamente su propiedad. Sentía el respaldo tácito de los compañeritos de equipo parados detrás de él. Ellos quedaron admirados de que uno de sus líderes no se hubiera asustado siquiera. La confrontación desigual entre el audaz capitán y el adulto musculoso don Juan, que resultó ser ladrón, podría terminar quién sabe cómo…

      – Nunca ansiaba poseer los bienes ajenos. Me sobra lo que tengo – se puso a hablar tranquilamente Juan Miguel – Eso se lo estoy enseñando a Eliancito. Es que ayer alguien echó a la basura un objeto inservible, no apto para nada. Tuve que trabajar con mucho ardor para volverlo a la vida. Primero hubo que rellenarlo hasta el tope, luego coserlo con una aguja muy gruesa. Además, varias veces me herí el dedo. No habría posibilidad de corregir la situación de otra manera., es sabido que en toda la barriada no hay ni una bomba para este tipo de pelotas. Sea como sea – la pelota es tuya, pues llévatela. Lo que nosotros con mi hijito la aprovechamos jugando, que sea eso el pago por la reparación…

      Juan Miguel y Elián se encaminaron lentamente hacia su casa. Los acompañaban doce pares de ojitos infantiles.

      – ¿Eliancito, no quisieras jugar con nosotros? – de improviso se oyó una tardía invitación de Lorenzo.

      Elián se volvió asustado, luego esperanzado alzó los ojitos hacia el padre. Juan Miguel meneó la cabeza aprobativamente, y el hijo feliz se precipitó a correr apresuradamente hacia los niños mayores. Estos se desbandaron al instante por la cancha y con mucha seriedad iniciaron el sorteo. En esta ocasión Lorencito repartía a los niños en equipos. No permitirá más que el pendenciero Enrique ordene aquí. ¿Pero dónde habrá de jugar el chiquitín Elián, naturalmente, en mi equipo, y yo personalmente voy a proteger al hijo de Juan Miguel, si los chicos de Enrique se atreven a empujarle y jugar duro…

      Satisfecho con el resultado del partido y la rica cena, que había preparado su papá, ya hacia la noche Elián se puso a bostezar. Juan Miguel lo tomó en sus brazos y lo trasladó a la cama. Cuidadosamente lo tendió de costado en ella y se acostó al lado, contemplando al chiquitín que se dormía.

      – Duerme, querido mío, yo le dije a un ángel que te besara por mí, pero este volvió y dijo: “Los ángeles no besan a los ángeles” … Por eso yo mismo debo besarte.

      Le dio un beso ruidoso en la mejilla y, mirando el reloj, comunicó:

      – Son las dos. Pronto vendrá mamá.

      Pero Elián ya no oía nada. Dormía dulcemente, inmerso en panoramas agradables y sueños dorados.

      * * *

      Elizabeth sorprendió al ex marido y al hijo durmiendo abrazados. Llegó por la mañana el insaciable Lázaro de improviso hizo un enroque, sin que se tomaran en consideración los planes de ella. Cabe decir, que Eliz no se reveló mucho cuando el amante la llevó, en vez de Cárdenas, a un lugarcito a la muy concurrida casa de trueno del Varadero nocturno. Allí se hallaba la discoteca “La Cueva del Pirata”, ubicada en una gruta natural.

      …Los extranjeros y las extranjeras, que iban y venían en ansiosas búsquedas del amor cubano, fácilmente encontraban a muchachos y muchachas interesados en hacer zambullir a los turistas en, el poco acostumbrado para el ciudadano occidental, mundo de una sincera y despreocupada cordialidad, condimentada con un sexo excelente y bien ensayado.

      Los descendientes de los conquistadores españoles y esclavos de Ruanda hacían salir del estado de depresión espiritual a las ninfas, desposeídas del mimo masculino, de la Europa, y las mulatas y mestizas cubrían de besos, derrotados por la emancipación, a los desdichados canadienses y, los que huyeron de las feministas al vedado cubano, a los papanatas alemanes.

      Todo el mundo, salvo los veraneantes rusos, fácilmente pudieron evaluar la esencia que diferencia las civilizaciones. Estos turistas no pudieron notar la diferencia, se lo impedía hacer la enorme cantidad tomada de “daiquiris”, “mojitos” y “cubalibres”. La borrachera, que en ciertos momentos conllevaba al trastorno mental, no permitía plenamente concentrarse en lo mágico, lo que sucedía ante los ojos y gozar del sueño hecho realidad. Las cubanitas brincaban estando con los muchachos rusos, como delfines, que chapoteaban y se zambullían al lado de la orilla, en espera de exaltaciones infantiles. La reacción de los rusos, en el mejor caso, se asemejaba a la conducta de las iguanas desconfiadas, en el peor caso a la inmovilidad del cocodrilo.

      Pero lo más inexplicable es el pago por el goce. En realidad, resultó ser más bien mísero en comparación con el equivalente de los gastos de servicios análogos en cualquier país de la viejecita Europa, sin hablar ya de Moscú. Enloquecida esta por el flujo de petrodólares, con sus prostíbulos, camuflados como clubes de striptease. Lo más extraño de la prostitución cubana consistía en que no era obligatorio el pago, si esto era por amor. Había de sobra voluntarios, tanto entre los turistas, como entre los locales, que estaban sedientos y ansiosos de compartir lo romántico. Aquí dominaba la sed de comunicación sobre el vergonzoso sentimiento de lucro. La causa es muy simple. Los cubanos no son solamente una nación. El cubano es el nombre del orgullo y de la independencia.

      Pudieron liberarse del Imperio no solo de facto y de jure, muchos lograron alcanzar la independencia en sus propias cabezas. A esta cohorte numerosa los gobernadores ascetas en el transcurso de largos años de soberanía estatal le han inculcado el desaire hacia Su Majestad el Dólar, lo que, sin embargo, no repugnaba a la gente de ganancias casuales y ayudaba a considerar como temporal cualquier sindineritis. En Cuba pueden ser permanentes solo la temperatura del agua y el aire – de +21ºC a +27ºC el año entero. En tales condiciones del tiempo se fusiona precisamente la codicia. En lo que se refiere a Fidel… Él también es algo permanente. La amplitud de sus variaciones es insignificante. No permite que desaparezca el pueblo por el embargo económico. El genial longevo Fidel aparentaba ser una especie de corifeo ante los ojos de las masas. Se asemeja a los médicos cubanos, famosos en todo el mundo, que elaboraron un medicamento