Jay Tatsay

La Nueva Era de la Humanidad


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desde los años sesenta del siglo XX.

      —Una sola Policía de orden y organización militar, con el monopolio de la represión y la violencia, como le gustaba a Max Weber, con un fuerte gasto en armamento, cada vez más letal y tecnológicamente avanzado para luchar contra posibles amenazas venidas de lejos. Sí, ha leído usted bien, para luchar contra extraterrestres en el mismo rango de evolución que los seres humanos, es decir, capaces de viajar por el espacio y con hambre de guerra y de conquista. Aunque usted no lo crea, hasta físicos tan famosos como Stephen Hawking, que muy en paz descanse, tomaron esta posibilidad como muy probable, o esta probabilidad como muy posible, tanto es así que desde los años ochenta del siglo pasado el presidente norteamericano, Ronald Reagan, inició su programa de “Guerra de las Galaxias”, con armas increíbles que apuntan tanto hacia la Tierra como hacia el espacio, y más recientemente el gobierno japonés está haciendo lo mismo. La ONU tiene un programa de relaciones diplomáticas espaciales, por si el armamento ajeno es más poderoso que el terrícola, o simplemente por aparentar que el tema les preocupa, que es una forma de mantener a la población con un miedo subliminal con respecto a todo lo que venga del espacio, meteoritos incluidos.

      —Una sola Medicina, o un solo y único protocolo médico, farmacéutico y alopático, que desde 1947 no se esconde e impone lo que deben ser las enfermedades y el modo de enfrentarlas. La OMS (Organización Mundial de la Salud), que hace poco propagó el terror asegurando que un SARS-CoV-2 de toda la vida, estacional y de mortalidad y contagio normales, era un virus nuevo, que saltó de los animales (murciélagos) al ser humano, o que había sido creado en un laboratorio pagado por USA y Bill Gates, entre otros, ubicado en la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei, modificando genéticamente su cadena de ácido ribonucleico, aprovechando la laxa ignorancia de la población mundial sobre el tema, que cree que las mutaciones de los seres microscópicos son como las mutaciones de superhéroes de comic, cine y televisión, adquiriendo poderes fantásticos, cuando en realidad las mutaciones de virus y de bacterias no son más que un acomodo al medio en donde se desarrollan. El temor irracional al contagio y a la muerte hicieron el resto, sin tomar en cuenta que hay muchas formas y muchas medicinas para contrarrestar los efectos negativos de un virus, “nuevo” o viejo, más allá de los medicamentos industriales y los métodos alopáticos. Nada de homeopatía, nada de herboristería, nada de naturismo, nada de acupuntura, nada de medicina ayurvédica, nada, incluso, de inmunidad propia de los seres humanos, solo miedo, recomendaciones pueriles, represiones gubernamentales y la medicina única y universal que propone la OMS. En este plano se impone la idea de una sociedad eternamente enferma dependiente de medicamentos y médicos, más que la de una sociedad genéticamente modificada y sin enfermos; sin embargo, hay quienes apuestan por eliminar a los casos extremos de incapacidad física y/o mental, para contar con una sociedad enferma, pero capaz de valerse por sí misma. La idea espartana de que sobrevivan solo los más fuertes, resistentes, válidos y mejores, persiste en las posibles normas de un Nuevo Orden Mundial.

      —Una sola información, una sola perspectiva de la realidad, nada relativo, nada opinable, nada de verdades únicas y certeras, solo lo que el Nuevo Orden produce y difunde, desde la más incomprensible y contradictoria mentira, hasta discursos consistentes con visos o apariencia de verdad, como ya lo vienen haciendo los medios de comunicación masiva desde el siglo XVIII, y como lo hacen las redes sociales hoy en día. La telepatía ha sido un buen medio durante largo tiempo para el control mental de las poblaciones, difundiendo las ideas y las creencias que interesan al Poder para que el pueblo las crea como propias, intuitivas, compartidas y, por tanto, certeras, pero la tecnología actual parece ser más eficiente.

      —Un solo Arte, el que el Nuevo Orden decida, que desde hace mucho tiempo le dicta a la humanidad qué es lo bello y lo que no, lo emocional y lo elevado, lo valioso y lo desechable, tanto en el cine como en la televisión, en la radio como en la música, en la literatura y en la poseía, en la pintura y en la escultura, con famosos únicos y exclusivos para que sean aplaudidos, seguidos y admirados por casi todo el mundo, apoyados siempre por la Información Única de los medios de comunicación y las redes sociales. El eurocentrismo es una clara muestra de Nuevo Orden Mundial, que viene funcionando desde el Renacimiento, rescatando valores atenienses, poniendo en lo más alto a filósofos como Platón, muy ad hoc a sus pretensiones, ensalzando las obras pagadas por las religiones judeocristiana, algunas de ellas verdaderamente impresionantes, pero sesgadas en su contenido hacia las premisas religiosas, vistiendo con ropas renacentistas a semitas de mil quinientos años de antigüedad que no usaban sedas ni tocados; con cristos rubios, hermosos, amanerados y de ojos azules, como los de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, nada parecido a los arameos, moros, egipcios y otras especies humanas del Medio Oriente ni siquiera de su propia época. El canon de la belleza es uno en el eurocentrismo, todo lo demás es sucio, feo, desagradable y nada merecedor de fama y fortuna.

      —Una nueva y única Sexualidad, en donde unos apuntan a una vida sin pareja y sin familia, donde cada persona elige su género, y la sexualidad se practica más allá de lo biológico y lo animal, ya que la pedofilia a cualquier edad estará permitida, algo que no sucede ni siquiera entre las más promiscuas especies de la naturaleza; otros sugieren una asexualidad generalizada, con una reproducción en laboratorios como en Un mundo feliz de Huxley, donde se escoge genéticamente a los mejores, los alfa, y se deja como servidores y gregarios al resto; por eso hay quien acusa a los promotores del Nuevo Orden Mundial de generadores de ideologías como el feminismo más radical, los grupos LGTB, las “nuevas” sexualidades, los pedófilos, los abortistas, y cualquier ideología que esté o parezca estar en contra de la sexualidad básica y biológica de hembra y macho, con el androginismo como una malformación o enfermedad; quedan los que abogan por erradicar las diferencias de género con la frase de “ni hombres ni mujeres, personas”, donde el haber nacido hombre o mujer no debe ser causa de desigualdades a pesar de la obvia diferencia morfológica entre uno y otro sexo, superando al patriarcado y al matriarcado, al proveedor y a la dependiente hogareña, como ya sucede en algunas sociedades del norte de Europa, respetando las especificidades de cada grupo, pero sin que estas sirvan para marcar negativamente a ninguna persona: diferentes, sí, pero sin que la diferencia prive a nadie de las oportunidades que ofrece la vida. El sexo es una pulsión psicológica y una función fisiológica que las grandes religiones y los Estados han venido regulando y controlando desde hace milenios, y que el Nuevo Orden Mundial, sea como sea, deberá tener en cuenta, porque de él dependen tanto la reproducción como las relaciones sociales más básicas de aceptación y rechazo, o estrategias afectivas de supervivencia que muchos llaman “amor”.

      En otras palabras, el Nuevo Orden Mundial, Iluminnati o no, conspiración o no, aún está en incubación, es torpe y contradictorio, hecho por humanos al fin y al cabo, y con muchas aristas por limar y agujeros por donde se le escapan muchas personas y muchos pensamientos.

      En el tiempo que Plin estuvo en este planeta (mucho para nosotros, escaso para él), contó con suficientes milenios para amar y odiar a la humanidad, para enfadarse y para rectificar, para viajar hasta los orígenes de la misma, y para ver los posibles futuros de la raza humana.

      En su ir y venir, Plin (Plinio le llamaron algunos) conoció amos y esclavos, seres horribles y seres preciosos, potentados y hambrientos, sabios ignorantes e ignorantes lúcidos, y vio a la humanidad correr y tropezar, caer y volverse a levantar, anhelar y aspirar, así como rendirse a la pereza y decadencia más absolutas.

      En una ocasión Plin escribió:

      Lo bueno y lo malo

      Lo malo es que siento un total asco y desprecio por esa cosa llamada humanidad; lo bueno, que tampoco es para tanto, ya que haciendo cuentas solo repudio a un tercio del total de personas del planeta, más o menos: esas que habitan en el mundo occidental donde se complementa la voracidad de los cerdos que mandan con la sumisión de los borregos que temen y obedecen.

      Lo bueno, que hay capas sociales y países enteros que no hacen caso de autoritarismos, pues saben que los cerdos no se preocupan por su salud ni por su bienestar, sino por su dinero.

      Lo malo, que he descubierto, siempre se aprende algo nuevo, que mucha de la gente que creía pensante en realidad nunca pensaron, porque nunca tuvieron cerebro, solo miedo.

      Y con esta me despido de ese tercio de seres borregos