Jay Tatsay

La Nueva Era de la Humanidad


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y mantienen su cultura, sus tradiciones y sus formas y estilos de educar, en continente y contenido, de tal manera que la UNESCO, educada al estilo occidental, no logra comprender ni cambiar; mientras que la UNICEF ni siquiera logra poner a los terceros, cuartos mundos y países emergentes de acuerdo en lo que significa la palabra “infancia”.

      Por supuesto, en Occidente muchas de las personas que están emocionalmente en contra del Nuevo Orden Mundial, lo defienden a ultranza al exigir que todos los niños sean como los niños del primer mundo: ingenuos, blancos, rubios, sensibles, estudiantes perpetuos, dependientes, buenos, bien alimentados, sanos, con toda clase de juegos y tecnología a su alcance, seguros y limpios, sin nada más en la cabeza que los videojuegos y los programas de televisión.

      ¿Educación, ciencia y cultura sin

      comprender la diversidad?

      La ceguera de las sociedades modernas y de los países desarrollados les impide ver la miseria, el hambre, la falta de medios, la necesidad del trabajo, la maduración temprana de gente joven que tiene que luchar por sobrevivir, y creen que con buenas intenciones o donativos para las ONG que gastan más en sueldos y administración de lo que le llega a los más necesitados, va a ser suficiente para que los niños de los países menos desarrollados se parezcan, medianamente y de lejos, a los niños occidentales del primer mundo.

      UNICEF, para una infancia al estilo Occidental

      ¿Cómo proteger a una infancia en guerra perpetua?

      ¿Cómo proteger a una infancia en migración obligada?

      ¿Cómo proteger a una infancia sin acceso al agua, a la comida, a un techo, a la higiene, a la seguridad y al más elemental respeto hacia sus cuerpos y hacia sus personas?

      ¿Haciendo donativos?

      ¿Vendiendo postales y calendarios?

      ¿Rezando por ellos?

      ¿Con películas de superhéroes?

      ¿Diciéndoles que el Nuevo Orden Mundial es bueno para ellos?

      ¿Mirando hacia otro lado?

      ¿Destrozando su cultura y sus tradiciones?

      ¿Imponiéndoles gobiernos “democráticos”?

      ¿Obligándolos a imitar la cultura occidental?

      ¿Eliminándolos?

      Se sabe que los menores de doce años en el mundo son, aproximadamente, más de dos mil millones de seres humanos, la mayoría de ellos nacidos en los países emergentes o subdesarrollados, y que ni el mismo Shiva, el destructor, podría acabar con todos ellos de un golpe.

      Incluso en los países del primer mundo hay niños que pasan hambre y frío, pues viven entre los estratos más bajos y pobres de la sociedad, donde sufren todo tipo de abusos y vejaciones, sin nadie que los proteja, niños de la calle, de las alcantarillas o de familias miserables.

      Esos niños son el futuro del mundo, un futuro pobre donde serán esclavos de los niños que han tenido la suerte de nacer en el lado blanco y rico del mundo, con todos los males del Nuevo Orden, y ninguno de sus beneficios.

      El milenarismo

      Cada tanto, y no solo cada mil años, el mundo sufre cambios, catástrofes, pandemias, guerras y amenazas varias como se anuncia en el Apocalipsis occidental o en los textos védicos, con el fin del mundo como fondo y nueva era como esperanza.

      Shiva, en su vimana y con sus astras partirá al mundo en dos, acabará con todo lo viviente y no dejará piedra sobre piedra, para que el mundo y la humanidad depurada renazcan y creen una mejor existencia.

      Primero una muerte terrible y devastadora, y después un renacimiento.

      En el Apocalipsis occidental no hay esperanza de un nuevo mundo, y solo serán salvos unos pocos el Día del Juicio Final, que ya no regresarán a la Tierra, sino que acompañarán a su terrible Dios en el Cielo, donde tendrán que seguirse portando más que bien eternamente, so pena de ser eliminados para siempre, sin tener siquiera la suerte de Luzbel y Belial, que solo sufrieron la pena del exilio.

      El milenarismo es hermano del fatalismo que llevan inscrito la mayoría de los seres humanos en su alma mortal.

      ¿Alma mortal?

      Sí, el alma es mortal, lo que existe eternamente es el espíritu.

      El alma es emocional, el espíritu está libre de apegos, ataduras y emociones.

      El alma puede ser optimista o pesimista, vitalista o fatalista, el espíritu no.

      Físicamente sabemos que vamos a morir, y lo deseamos tanto como lo tememos, dependiendo de nuestro estado emocional.

      Anímicamente sabemos que nacimos para morir, que el alma pervive después de que muere el cuerpo físico, pero que después se vuelve a encarnar o deja el camino libre al espíritu.

      Mientras más densa es el alma y más baja la vibración del cuerpo, hay más temor y fatalismo, entrega a lo inevitable con sufrimiento y deseo. El espíritu no teme a nada porque es eterno.

      De esta manera no es de extrañar que buena parte de la población sienta una atracción especial y emocional cada vez que se le anuncia el fin del mundo:

      —Seis mil años antes de Nuestra Era los egipcios creían que el mundo iba a desaparecer, que Ra (el Sol), no volvería a salir por el horizonte, y por eso alargaron la Era de Aries (Ra) en su astrología, sobreponiéndola y adelantándola sobre la Era de Tauro (Apis) en la precesión de los equinoccios, pero el mundo no desapareció, lo único que pasó es que la Era de Piscis trajo consigo la decadencia de Egipto.

      —El Diluvio de Noé, como otros tantos diluvios locales tomados como universales, debía acabar con la humanidad hace unos cinco mil años, según el calendario judío, pero no acabó siquiera con el pueblo hebreo, y mucho menos con jebuseos, edomitas, hititas, chiitas, egipcios y demás pueblos de la antigüedad, pero para los hebreos, israelitas y judíos representa un cambio radical, un Nuevo Orden Mundial donde Jehová les prometía el dominio del mundo entero y la destrucción de sus enemigos, ambas cosas que tampoco han sucedido hasta el día de hoy.

      —Hace cuatro mil años el Valle de Harappa (India) fue conquistado por un ejército de hombres blancos, caucásicos, tal y como habían pronosticado los profetas, acabando con el mundo de Indra, Agni y Soma (o Suria), tríada divina que fue usurpada por Brahma, Visnú y Shiva, dando lugar a un Nuevo Mundo Hindú, minero, herrero y muy poderoso durante tres mil años, por lo menos, hasta que los musulmanes empezaron a minarlo y los europeos terminaron de rematarlo.

      —Hace tres mil años hubo una revolución religiosa, política y económica en el mundo antiguo, que acabó con pueblos enteros y sometió a otros tantos, y tras setecientos años de oscuridad, emergió todo un Nuevo Orden Mundial donde surgieron el judaísmo, brilló Atenas, nació la filosofía, se acuñaron las monedas, se descubrió el hierro, Buda y Confucio cambiaron los usos y costumbres religiosas en todo Oriente, se compiló la Biblia, se recorrieron los mares, el comercio ganó un terreno que no ha perdido hasta la fecha, y la humanidad en su conjunto alcanzó altas cotas en las artes y en las ciencias.

      —Hace dos mil años se instaura el Nuevo Orden Mundial Romano, muy lejos de India y China, pero muy efectivo en el entonces Mundo Occidental que rodeaba al Mar Mediterráneo, imponiendo el Calendario Juliano, su ciencia, su medicina, sus leyes (Código Romano, que aún rige), su lengua, sus costumbres y una nueva religión única y obligada, la Católica, Apostólica y Romana. También nace el pristinismo, el agnosticismo y el cristianismo, mientras que en Oriente el budismo suple al jainismo, al animismo y al Zen, y la ideología de Confucio, sin ningún referente esotérico o espiritual, se ocupa de la administración china como cualquier otra religión.

      —Hace mil años se rescata la figura de Cristo,