que se fue poniendo rojo. Diego chasqueó los dedos delante de mi cara.
—Oye, no me estoy riendo de ti.
—No he…
—No puedes engañar a un mentiroso.
—No suelo hablar de ese tema.
—Pues escribe sobre él, entonces.
—Déjalo.
O bien Diego no se daba cuenta o estaba decidido a extraer información de mí. O simplemente era un capullo, tal y como había dicho su novia.
—Escribir es como pintar. Tienes que escribir sobre ti mismo antes de que puedas escribir sobre cualquier otra cosa. —La conversación había acabado para mí, pero no para Diego. Era como si algo dentro de él hubiera saltado y fuera a seguir divagando hasta que se le acabaran las pilas—. Ahí fuera hay un mundo increíble por descubrir, Henry Denton, pero primero tienes que estar dispuesto a descubrirte a ti mismo.
El sonido del timbre me salvó. Todos nos levantamos como perros de Pavlov, ansiosos por ir a las siguientes clases. Excepto Diego. Él seguía sentado, como si estuviera esperando a que yo dijera algo, pero no sabía qué. Al final, dije:
—¿Y si a mí el mundo me importa una mierda?
Diego recogió nuestros desperdicios y frunció el ceño:
—Pues te diría que me parece una puta lástima.
—¿Por qué?
—Porque el mundo es precioso.
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