Susana Cordero

Albert Camus, de la felicidad a la moral


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derecho, jamás habría logrado nada, he aquí mi oscura convicción.26

      ¿Cuál es la envergadura de los conceptos vertidos en esta obra que hace exclamar a Camus con sinceridad sin exaltaciones, con afán decantado por los años, que su quehacer como hombre se justificará solamente el día en que reescriba los motivos de sus primeros ensayos?

      Mirar el mundo y devolvérnoslo traspuesto por el arte es comprometerse con él y buscarse como hombre, para realizarse. El tormento de esta síntesis marcará su camino, los altibajos de su producción, si puede hablarse de ellos, la desesperada esperanza de su búsqueda, el amor y la fe de vivir, el deseo de unidad.

      Tales contradicciones definirán su obra, de tal manera es cierto que todo está en cada uno de nosotros desde el principio y que la tarea del hombre es, por una parte, definir y desenmarañar ese todo y, por otra, darle forma: exigencia de la pasión del artista. Obsesión de la verdad y voluntad de indiferencia ante la dificultad para alcanzarla, miedo de la muerte y amor apasionado por la vida se manifiestan en el vivir y la creación camusianos.

      Nada, salvo la infancia, está dado previamente al hombre. Las condiciones en que el niño vivió, aprendió a sentir, a elaborar sus primeros sueños, a asumir el mundo lo llenaron de dioses o lo vaciaron de ellos. El caso de Camus es el del artista cuya infancia fue doblemente vivida: en su realidad cronológica y en el mundo de la creación.

      El revés y el derecho exhala un inmenso amor por una infancia pobre, por una madre solitaria llena de oculta ternura. Ningún principio guía el corazón del niño Camus hacia una dirección moral determinada, pero hay vivencias, sensaciones, dolores, una verdadera escuela de la vida, en que se fundamentan su obsesión de justicia, su afán de colmar con amor los vacíos de la realidad, su percepción de la esperanza y la alegría.

      En 1954 evoca en el prólogo puesto a El revés y el derecho, los valores aprendidos entre la miseria y el sol en los felices días de Argel. Lo vivido en su infancia y juventud, literariamente manifiesto en El revés y el derecho es determinante e irreversible:

      Cada artista guarda, en el fondo, una fuente única que alimenta durante su vida lo que es y lo que dice. Cuando la fuente se seca, se ve poco a poco la obra endurecerse y agrietarse.[…]

      El agua de esta fuente se verterá en el quehacer camusiano como causa primera y última, origen y fin de dicha ardua tarea de definición y reencuentro. ¿Cuáles son los motivos y vivencias gracias a los cuales la obra de Camus mantendrá su frescura?

      Así estimará Camus toda su vida el mundo mediterráneo: una gracia sin precio posible, un don en el que todo se equilibra y encuentra su sentido; a tal luz, aun la injusticia es justicia o, al menos, esperanza.

      Justicia o amor… Palabras que encierran todo un programa ético y que para Camus suponen la única forma de justificar su vida: la humildad de su madre, su existencia pródiga en privaciones fundamentan el naciente y cálido humanismo camusiano; la fuente de su visión moral de la existencia es la constatación de la injusticia: el sacrificio materno produce en el pequeño Camus la intuición del desacuerdo entre el hombre y su vivir, entre la bondad, la buena voluntad humana y la indiferencia de una vida en la que ninguna providencia está presente.

      Además, el silencio de la madre –especie de unión animal con el mundo– le enseña “la indiferencia de lo que no muere”. Madre y mundo se funden, este es la prolongación del existir materno. El amor urgente y profundo de Camus por su madre se manifiesta muchas veces idéntico al que siente por la pródiga y silenciosa naturaleza que le rodea. Y la simplicidad de la humilde mujer es la imagen de la temprana transparencia sin preguntas en la que el mundo se le presenta. Universo que era toda la riqueza en sus privaciones y que jamás se le presentó como hostil, madre que nunca lo acarició –no sabría hacerlo, dirá el joven Camus– pero cuya presencia cuidadosa y persistente, en su simplificación casi abstracta, es constante en el pensamiento de Camus; ¿cuán extraño es que estas dos realidades cobraran, allá en el fondo de su capacidad de valorar, un rostro idéntico?