Jesus Hernandez

Los magos de Hitler


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labores de detective para detener a una banda de traficantes de hachís. El mago colaboró en su captura haciendo gala de sus dotes deductivas y fue recompensado con doscientas libras.

      De El Cairo viajó a Beirut y de ahí puso rumbo a Bagdad, donde esperaba descubrir los secretos de los faquires. Lo que sí contempló y fotografió en secreto junto a las ruinas de Babilonia fue el célebre truco de la cuerda india, en el que un mago lanza una cuerda al aire y ésta queda rígida, permitiendo incluso que un niño trepe por ella. Hanussen asistió, no obstante, a la versión más impactante del truco, tan sólo representada en raras ocasiones, en la que el niño desaparece al llegar al final de la cuerda, el mago sube a buscarlo armado con un machete, desaparece también y comienzan a caer trozos de carne ensangrentada al suelo. Al final, el mago y el niño reaparecen, sin que éste último haya sufrido, obviamente, ningún daño.

      Para explicar el truco, Hanussen creía que la cuerda no era tal, sino que guardaba en su interior una serie de vértebras de animal, que eran encajadas por dos ayudantes que la sostenían. Hanussen advirtió que el número se representaba en un lugar en el que los espectadores tenían el sol justo de frente; cuando el niño y el mago estaban arriba, surgió una especie de neblina artificial, lo que, unido al deslumbramiento por el sol, provocaba la ilusión de que ambos habían desaparecido al llegar arriba. En cuanto a los miembros despedazados que caían, era obvio que uno de los dos los llevaba consigo y los iba soltando, entre los gritos de horror del público. Aunque Hanussen se fue de Bagdad sin saber con certeza el secreto del truco de la cuerda india, esa experiencia sería una nueva fuente de inspiración en su trabajo de ilusionista.

      Para poner fin a su dilatada gira por el Mediterráneo y Oriente Próximo, Hanussen regresó a El Cairo. Pero allí le esperaba una insólita oferta, la de un hombre de negocios árabe que había oído hablar de sus dotes adivinatorias y decidió contratarle para vaticinar el precio del algodón en una fecha concreta, con el fin de rentabilizar al máximo sus inversiones. Hanussen aceptó, pero pronto vio que el reto le superaba y sufrió una crisis mental. Afortunadamente, un colaborador suyo de Viena le encontró en El Cairo y, al ver su deplorable estado, se lo llevó a descansar a Asmara, junto al Mar Rojo.

      En su lugar de reposo descubrió a unos zahoríes locales que utilizaban ramas de árboles, bajo un estado de hipnosis autoinducida, para encontrar corrientes subterráneas de agua. Con esa experiencia, Hanussen consideró que ya había aprendido suficiente en ese exótico periplo que duraba ya diecisiete meses y decidió regresar a Viena.

      rivalidad con el «sansón polaco»

      Cuando en otoño de 1922 Hanussen volvió a la capital austríaca, lo hizo cargado de nuevas ideas. Su gira por el Mediterráneo y Oriente Medio, en la que había tomado contacto con la cultura árabe y la que procedía de la India, había abierto su mente, además de servirle de fuente de inspiración.

      El mago decidió publicar cuatro libros centrados en el estudio de la clarividencia, la sugestión consciente, la hipnosis, la radiestesia y la relación entre el mundo y el alma. Estaba previsto que los cuatro libros se publicasen en el invierno de ese mismo año, por lo que debían de tratarse más bien de opúsculos o folletos. No se sabe si llegó a publicar esos cuatro trabajos; si así fue, debió de ser una tirada muy pequeña, porque no se ha conservado ningún ejemplar. Es posible que la delicada situación económica que en ese momento estaba atravesando Austria no fuera las más adecuada para esa aventura editorial que acabó en fracaso.

      Otro de sus nuevos proyectos fue dirigir una obra de teatro, Doctor Svengali, en la que se reservó el papel protagonista, el de un médico que utilizaba la hipnosis para sus tratamientos. En la obra, el doctor Svengali hipnotizaba a la esposa de su enemigo para seducirla, aunque finalmente prevalecía el amor que ella sentía por su marido. La obra estaría en cartel en el Bürgertheater menos de un mes; aunque los críticos destacaron la actuación de Hanussen, la producción no obtuvo una acogida favorable y el público tampoco respondió.

      Las ideas que Hanussen había puesto en práctica a su regreso a Viena no habían funcionado. Pero a finales de diciembre de 1922 le llegó una oferta que encajaba más con su trayectoria anterior a la gira: participar en un espectáculo de variedades que se representaría en el teatro Ronacher. Sin embargo, por primera vez, Hanussen no iba a ser la gran atracción; ese papel estaba reservado al forzudo Siegmund Breitbart, un judío nacido en la ciudad polaca de Lodz en 1885.

      Siegmund Breitbart, el «Sansón polaco», con el que Hanussen mantuvo una gran rivalidad.

      En sus espectáculos, Breitbart aparecía caracterizado de gladiador romano o de personajes que destacaron por su fuerza, como Goliat y Sansón. De esa guisa realizaba impactantes demostraciones, como abrir herraduras con sus manos hasta dejarlas rectas, doblar barras de hierro y romper cadenas sólo con sus brazos o arrastrar pesados carruajes tirando de una cadena atada a su pecho. Cada exhibición era más espectacular que la anterior y parecía no haber límite a su poderío; así, Breitbart sería capaz de sostener un automóvil con diez pasajeros sobre sus espaldas, levantar una cría de elefante o arrastrar una locomotora con una cadena sujeta entre los dientes. Para los judíos europeos, Breitbart, quien solía pronunciar alegatos sionistas en yidis, era todo un héroe. Por entonces, los judíos eran considerados débiles, por lo que aquel forzudo era un espejo en el que todos ellos deseaban mirarse. El «Sansón polaco» pasaría a encarnar la fuerza, determinación y perseverancia de los judíos.

      Hanussen no tuvo otro remedio que aceptar un papel secundario en los espectáculos del teatro Ronacher, en los que Breitbart, presentado como «el hombre más fuerte del mundo», era la gran atracción. Pero al mago, gran observador, no se le escaparon algunos detalles de las actuaciones del forzudo polaco. En efecto, aunque era innegable su fuerza, Breitbart empleaba algunas artimañas en sus exhibiciones para conseguir el fin deseado.

      El mago decidió emplear trucos similares en su actuación; así, convenció a una judía desempleada de tan sólo diecinueve años, Martha Kohn, para que participase en su número. La muchacha, con el nombre artístico de Martha Farra, debía hacer las veces de una médium que, hipnotizada por Hanussen, adquiría una fuerza sobrehumana que le permitía ejecutar heroicidades como las protagonizadas por el forzudo polaco.

      Pero Martha Farra no llegaría a debutar en el teatro Ronacher. Cuando Breitbart tuvo conocimiento de que iba a tener lugar ese número, en el que una chica de diecinueve años iba a doblar barras de hierro igual que hacía él, con el consiguiente riesgo de que se descubriese el fraude, montó en cólera y amenazó violentamente al adivino.

      Hanussen creyó llegado el momento de romper con el Ronacher y se ofreció al teatro Apolo, que aceptó encantado. El número de Martha Farra fue anunciado por toda la ciudad y el día anterior a su debut, que iba a tener lugar el 1 de febrero de 1924, mantuvo un encuentro con la prensa, en el que ella hizo una pequeña exhibición de sus «poderes». Hanussen había entrenado a Martha en las habilidades de los faquires, como la de tumbarse en una cama de clavos, y la joven lo hizo delante de los periodistas a la perfección. Los periódicos vieneses hicieron aumentar aún más la expectación por contemplar por primera vez a la competidora del forzudo polaco. El Apolo tuvo que colgar el cartel de agotadas las localidades.

      Con lo que no contaba Hanussen era que los seguidores de Breitbart se movilizarían para boicotear la actuación de la mujer forzuda. Así, cuando el mago pidió que subieran voluntarios al escenario para comprobar la fuerza de Martha, éstos subieron y provocaron un violento altercado que obligó a suspender la función. Los incidentes se reprodujeron a la salida, llegando a intervenir la policía montada a caballo.

      El boicot de los admiradores del «Sansón polaco» provocó que aumentase todavía más la expectación por ver a Martha Farra. Tras reforzar las medidas de seguridad, las funciones pudieron representarse, aunque los alborotadores continuaron acudiendo puntualmente a la cita. Hanussen tuvo la idea de proponer un duelo público de exhibiciones de fuerza entre Martha y Breitbart, lo que éste interpretó como una intolerable provocación. Los abogados del polaco acabaron demandando a Hanussen; el mago contratacó demandando a Breitbart. Ambos tuvieron que comparecer ante un tribunal