disculparse y decirle que llegaría más tarde. Él respondió de inmediato: “No te preocupes, tómate tu tiempo, conduce con cuidado”.
Se apartó de la carretera dirigiéndose hacia el campo, y el paisaje era idílico. Estiró el cuello para observar, por encima de los arrayanes recortados, las pendientes con los mosaicos de praderas en todos los tonos desde verde profundo a castaño dorado, las granjas pintorescas y los ríos serpenteantes. El paisaje organizado le produjo una sensación de paz, aunque sabía que las nubes que se aproximaban terminarían en una tarde de lluvia, y deseó poder llegar a destino antes de que comenzara.
Después de más de seis horas de haber salido de Londres, llegó al pintoresco pueblo costero. Aún en las penumbras, el pueblo parecía encantador. El auto traqueteaba sobre las calles adoquinadas y los huecos entre las filas de casas le ofrecían vistazos del pintoresco puerto detrás. Ryan le había indicado cruzar el pueblo y conducir por la calle sobre el acantilado. La casa estaba a un par de kilómetros y tenía vista al mar.
Cassie se detuvo ante la verja abierta y observó con asombro que la casa que tenía en frente era casi demasiado perfecta para ser real. Parecía el lugar en el que siempre había soñado vivir. Una casa simple pero maravillosa, con líneas empinadas y detalles en madera que se fundían armoniosamente con el entorno, y que parecía un barco anclado en el puerto, con la diferencia de que esta construcción estaba enclavada en un acantilado y tenía una vista increíble del océano. El patio, bien cuidado, tenía un columpio y un subibaja. Ambos estaban oxidados, y Cassie supuso que eso daba una pista de la edad de los niños.
Cassie se miró en el espejo del auto y se arregló el cabello. Tenía las ondas alisadas y con brillo porque se las había arreglado esa mañana, y el labial color coral estaba impecable.
Estacionó en la entrada empedrada y se dirigió hacia la casa por un camino bordeado por lechos de flores. Incluso en esta época del año, los lechos brillaban con flores amarillas y reconoció unas madreselvas en flor a la distancia. Supuso que en el verano sería un despilfarro de color.
La puerta del frente se abrió antes de que ella llegara.
–Buenas tardes, Cassie. Un gusto conocerte. Soy Ryan.
El hombre que la saludaba le llevaba una cabeza, estaba en forma y parecía sorprendentemente joven, con el cabello alborotado de color castaño arena, y penetrantes ojos azules. Sonreía y parecía estar realmente encantado de verla. Llevaba una remera descolorida de Eminem y unos jeans gastados. También vio que tenía un paño de cocina enganchado en la pretina.
–Hola, Ryan.
Estrechó su mano extendida. El apretón fue cálido y firme.
–Llegaste justo cuando estaba limpiando la cocina y en los preparativos para tu llegada. El agua ya hirvió, ¿tomas té? Es una costumbre muy inglesa, lo sé, pero si prefieres también tengo café.
–Me encantaría un té —dijo Cassie, afianzada ante la bienvenida tan natural.
Mientras él cerraba la puerta y la guiaba hacia la cocina, ella vio que Ryan Ellis era muy diferente de lo que ella había esperado. Era más amigable de lo que se había imaginado y le encantó que estuviera preparado para limpiar la cocina.
Cassie recordó su llegada a la última asignación como niñera. Cuando entró en el chateau francés, enseguida sintió la atmósfera desagradable y cargada de conflicto. En esta casa, no captaba eso en lo más mínimo.
Mientras caminaba por los pisos de madera pulida, se sorprendió por lo ordenada que estaba la casa. Incluso había flores recién cortadas en la mesa del vestíbulo.
–Arreglamos la casa para tu llegada —dijo Ryan, como si le hubiese leído la mente—. Hacía meses que no estaba así de ordenada.
A su derecha, Cassie vio una sala de estar con enormes puertas corredizas que daban a un porche. Con muebles de cuero que parecían cómodos y pinturas de barcos en las paredes, la sala parecía acogedora y elegante. No pudo evitar compararla con la decoración ostentosa en exposición que había en el chateau en donde había trabajado. En este hogar parecía que vivía una verdadera familia.
La cocina estaba ordenada y limpia, y Cassie notó la calidad de los electrodomésticos. La caldera, la tostadora y la procesadora de alimentos eran de una marca destacada. Reconoció el diseño brillante de un artículo que había leído en la revista del avión, y recordó su asombro ante el precio.
–¿Almorzaste? —le preguntó Ryan luego de servirle un té.
–No, pero estoy bien…
Ignorando sus protestas, abrió el refrigerador y sacó un plato lleno de frutas, bollos y sándwiches.
–Los fines de semana me gusta tener una reserva de refrigerios disponible. Me gustaría decir que esta era especialmente para ti, pero es algo habitual para los niños. Dylan tiene doce y está empezando a comer como un adolescente. Madison tiene nueve y hace mucho deporte, y prefiero que se atraquen con esto que con comida chatarra o dulces.
–¿En dónde están los niños? —preguntó Cassie, sintiendo otra punzada de nervios ante la idea de conocerlos.
Con un padre tan divertido y sincero, ellos eran probablemente justo como Jess los había descrito, pero necesitaba estar segura.
–Salieron en bicicleta después del almuerzo a visitar a un amigo. Les dije que aprovecharan al máximo la tarde antes de que cambie el clima. Volverán en cualquier momento, si no tendré que ir a buscarlos en el Land Rover.
Ryan miró por la ventana al cielo que oscurecía.
–De todos modos, como te expliqué, necesito ayuda por un tiempo. Ahora soy padre soltero, los niños necesitan distraerse lo máximo posible, y la fecha límite de mi trabajo es inquebrantable.
–¿A qué te dedicas? —le preguntó Cassie.
–Soy dueño de una flota de botes pesqueros y de paseo, que funciona en el puerto de la ciudad. Esta es la época del año en que se realiza el mantenimiento a los botes, y en este momento tengo un equipo de reparación en el lugar. Están terriblemente ocupados y las primeras tormentas de la temporada están por empezar. Por eso es que las fechas son tan apretadas, y mis circunstancias actuales no ayudan.
–Debe haber sido terrible pasar por un divorcio, especialmente ahora.
–Han sido momentos muy difíciles.
Cuando Ryan se alejaba de la ventana, con el cambio de luz, Cassie se dio cuenta de que no era simplemente atractivo sino extraordinariamente guapo. Su rostro era fuerte y esculpido, y por los músculos bien definidos de sus brazos le pareció que estaba en muy buena forma.
Cassie se reprendió por comerse con los ojos a ese pobre hombre, que estaba pasando por un infierno emocional. De todos modos, tenía que admitir que era irresistiblemente guapo, tanto que tenía que obligarse a sí misma a no quedarse mirándolo.
–Ryan, el único problema es que no tengo una visa de trabajo en este momento. Tengo una para trabajar en Francia y la agencia de niñeras comprobó que no tengo antecedentes, pero no sabía que aquí funcionaba de otra manera.
–Fuiste recomendada por una amiga —dijo Ryan, sonriendo—. Eso quiere decir que te puedes quedar aquí como huésped. Te pagaré en efectivo, fuera de nómina, así que lo recibirás libre de impuestos, si eso te sirve.
Cassie sintió un enorme alivio. Ryan entendía su situación y estaba dispuesto a aceptarla sin problemas. Esto le sacaba un gran peso de encima. Se dio cuenta de que podía incluso ser el factor decisivo y tuvo que obligarse a no aceptar el empleo de inmediato. Se recordó que tenía que ser cuidadosa y esperar a conocer a los niños antes de comprometerse.
–¿Por cuánto tiempo me necesitarías?
–Tres semanas, como máximo. Así tendré tiempo de terminar este proyecto y para entonces estarán por empezar las vacaciones escolares, lo que nos dará la oportunidad de afianzar los lazos familiares. Reafianzar, debería decir, como una nueva familia. Dicen que el divorcio es la experiencia más estresante de la vida, y creo que los niños y yo podemos confirmarlo.
Cassie