miró al hombre de pie frente a su escritorio.
–¿Y bien? ¿Hay noticias?
El visitante era un hombre más joven, quien, a pesar de que vestía un traje de negocios civil monótono y mal ajustado, parecía estar en posición de firmes. Se quedó mirando algo en una distancia imaginaria, en lugar de mirar al hombre sentado delante de él.
–Sí, señor. Nuestro contacto ha transmitido el mensaje de que se ha elegido un grupo de comandos. La mayoría de ellos están ya agrupados en el campo de aviación de Deadhorse, Alaska. Varios más, que representan la supervisión civil del proyecto, están de camino en un avión supersónico y llegarán en las próximas horas.
El hombre hizo una pausa. —A partir de entonces, probablemente pasará muy poco tiempo antes de que se despliegue la fuerza de asalto.
–¿Es fiable esta información? —preguntó Marmilov.
El hombre se encogió de hombros. —Proviene de una reunión secreta celebrada en la propia Casa Blanca. La reunión podría por supuesto ser una trampa, pero creemos que no. El Presidente estuvo presente, al igual que los miembros del mando militar.
–¿Conocemos el método de ataque?
El hombre asintió con la cabeza. —Creemos que desplegarán hombres rana, que nadarán hacia la isla artificial, emergerán debajo del hielo y llevarán a cabo el ataque.
Marmilov pensó en eso. —El agua debe estar bastante fría.
El hombre asintió con la cabeza. —Sí.
–Suena como una misión bastante difícil.
Ahora el joven mostró el fantasma de una sonrisa. —Los hombres rana llevarán un equipo submarino engorroso, diseñado para protegerlos del frío y nuestra inteligencia sugiere que llevarán sus armas en paquetes sellados. Cuentan con el elemento sorpresa, un ataque furtivo de buzos de élite altamente entrenados. Se pronostica que el clima será muy malo y volar será difícil. Hasta donde sabemos, no se planea ningún ataque simultáneo por mar o por aire.
–¿Pueden repelerlos nuestros amigos? —preguntó Marmilov.
–Teniendo en cuenta la advertencia anticipada de su aproximación y conociendo el método de ataque, es posible que nuestros amigos los estén esperando y los maten a todos. Después de eso…
El hombre se encogió de hombros. —Por supuesto, los estadounidenses dejarán caer el martillo. Pero eso no será asunto nuestro.
Oleg Marmilov le devolvió la sonrisa al joven. Dio otra calada al cigarrillo.
–Excepcional —dijo. —Mantenme informado de los acontecimientos.
–Por supuesto.
Marmilov señaló el monitor de su escritorio. —Y, naturalmente, soy un gran aficionado al deporte. Cuando comience la acción, veré cada momento en la TV.
CAPÍTULO SIETE
00:45 horas, Hora del Este (20:45 horas, Hora de Alaska del 4 de septiembre)
Los cielos sobre la Península Superior
Michigan
El avión experimental salió disparado a través del cielo negro.
Luke nunca había estado en un avión como este. Todo era inusual. Cuando los integrantes del Equipo de Respuesta Especial se acercaron a la pista, las luces se apagaron. No solo las luces del avión en sí, sino las luces cercanas de la pista y del aeropuerto. El avión estaba depositado allí en algo cercano a la oscuridad total.
Su fuselaje tenía una forma extraña. Era muy estrecho, con una nariz caída, como un pájaro que sumerge su pico en el agua. Los estabilizadores traseros tenían una forma triangular extraña que Luke no había visto antes.
En el interior, el diseño de la cabina también era inusual. En lugar de estar configurado como un típico avión de empresa o del Pentágono, o incluso el jet del Equipo de Respuesta Especial, con asientos de tipo cubo y mesas desmontables, la cosa se había diseñado como la sala de estar de alguien.
Había un largo sofá seccional a lo largo de una pared, su respaldo alto bloqueaba donde normalmente habría pequeñas ventanas ovaladas. Había dos sillones reclinables frente a él y, entre el sofá y los sillones, una pesada mesa de madera, como una mesa de café, atornillada al suelo. Más extraño aún, directamente enfrente del sofá había una televisión extragrande de pantalla plana, bloqueando donde debería estar la otra hilera de ventanas.
Lo más curioso de todo, desde donde Luke estaba sentado en el sofá, a su izquierda había un tabique de vidrio grueso. Una puerta de cristal estaba tallada en el centro. Al otro lado de la partición había otra cabina de pasajeros, esta con asientos más típicos de un pequeño avión de pasajeros. Dos hombres estaban sentados dentro de esa cabina, discutiendo algo y mirando la pantalla de un ordenador portátil.
El tabique de cristal era aparentemente a prueba de ruido, ya que los hombres parecían estar hablando normalmente y Luke no podía escuchar nada de lo que decían. Los hombres tenían aspecto y porte militar, uno con chaqueta y corbata y otro con camiseta y vaqueros. El hombre de la camiseta era grande y musculoso.
–Es un SST —dijo Swann. Estaba sentado en el sofá con Luke, justo al otro lado de Trudy Wellington, que estaba sentada entre ellos, estudiando documentos en su ordenador portátil. La mera existencia del avión parecía excitar a Swann de una manera que Luke no entendía muy bien.
–Supersónico, pero no un avión de combate, sino de pasajeros. Dado que los franceses se rindieron con el Concorde y los rusos se rindieron con el Tupolev, nadie en la Tierra ni siquiera reconocerá haber trabajado en aviones supersónicos de pasajeros.
–Supongo que alguien ha estado trabajando en este —dijo Luke.
Murphy, sentado en uno de los sillones reclinables, hizo un gesto con la cabeza hacia el tabique de cristal.
–Me pregunto quién son los monos que están detrás de la puerta número tres.
El gran Ed Newsam, tumbado como una gran montaña en el otro sillón reclinable, asintió lentamente. —Yo también, tío.
–No os preocupéis por eso —dijo Swann. Señaló la pantalla de televisión frente al sofá. La pantalla mostraba actualmente una imagen de un avión, bordeando la frontera norte de los Estados Unidos sobre el estado de Michigan. Los datos al pie de la imagen mostraban la altitud, velocidad y tiempo hasta el destino.
–Mirad esos números. Altitud 17.500 metros. Velocidad 2.100 kilómetros por hora, aproximadamente Mach 2, el doble de la velocidad del sonido. Llevamos en el aire poco más de treinta minutos y solo nos quedan unas dos horas y media para llegar. Absolutamente inimaginable para un avión de este tamaño, que imagino que tiene aproximadamente el mismo perfil que un Gulfstream típico. ¿Te imaginas el empuje que tiene que tener esta cosa para superar la resistencia? Y ni siquiera se ha escuchado una explosión sónica.
Se detuvo por un segundo y miró a su alrededor.
–¿Habéis escuchado algo?
Nadie le respondió. Todos los demás parecían tener en mente el destino, la misión y la naturaleza misteriosa de los dos hombres en la otra habitación. La forma en que estaban llegando al destino era irrelevante. Para Luke, el avión era solo otro juguete de niños grandes, probablemente demasiado caro.
Pero a Swann le encantaban sus juguetes. —Una observación sobre nuestra ruta de vuelo. Estamos de camino hacia el Ártico de Alaska y, de lejos, la forma más eficaz de llegar es cruzando Canadá con un movimiento en diagonal al noroeste a través de su corazón. Pero, en vez de eso, estamos bordeando la frontera. ¿Por qué?
–¿Porque nos gusta la ineficiencia? —dijo Ed Newsam y sonrió.
Swann ni siquiera entendió el chiste. Sacudió