Akal / Pensamiento crítico / 13
Frank Fischbach (coord.)
Marx
Releer El capital
Traducción de Francisco López Martín
Diseño cubierta: RAG
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Título original: Marx. Relire Le Capital
© Presses Universitaires de France, 2009
© Ediciones Akal, S. A., 2012
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
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Fax: 918 044 028
ISBN: 978-84-460-3717-0
Presentación
Partamos de una constatación: de hecho, hay en la actualidad, si no un regreso a Marx, al menos un regreso de Marx en la teoría social y la filosofía política, y, más allá, en la sociedad y los debates de ideas. Este fenómeno no data de los inicios de la actual crisis financiera, pero tiene todas las posibilidades de alcanzar mayor amplitud gracias a ella. Evidentemente, hemos cambiado de ciclo: mientras que, hasta el giro histórico de finales de la década de 1980 (marcado por el hundimiento del régimen soviético y sus satélites y por la conversión oficial de China al capitalismo), el nombre de Marx permanecía asociado a los partidos-Estado del «socialismo real», que afirmaban ser sus herederos políticos y teóricos –lo cual arrojó grandes sospechas sobre el pensamiento de Marx–, desde hace una quincena de años se ha abierto paso la idea de que esta apropiación por parte de los regímenes dictatoriales del bloque del Este se basaba en gran medida en una recepción ilegítima de esa herencia. En todo caso, se empezó a querer examinar las cosas más de cerca, y la constatación que algunos (no sólo a este lado del ex telón de acero) habían hecho tiempo atrás –a saber, que las versiones oficiales y las vulgatas con fines políticos de las camarillas dirigentes de las democracias llamadas «populares» no sólo constituían un empobrecimiento del pensamiento de Marx, sino una traición, pura y simplemente– alcanzó un mayor eco. Al final, el paréntesis no lo habrán constituido los setenta años de «comunismo» (mera versión planificada y dirigida de una economía que, en sí misma, seguía siendo capitalista), sino los tres o cuatro años que siguieron a la caída del muro, durante los cuales algunos pudieron creer o quisieron hacer creer que «la economía social de mercado» –a la que el mundo entero, incluida China, se convertía– era la solución definitiva e incluso el fin de la historia. Pero como, al mismo tiempo, sometido a los efectos de la aceleración de la mundialización neoliberal, las contradicciones del capitalismo eran cada vez más evidentes y sus efectos destructores para las sociedades y las culturas humanas y para el medio ambiente resultaban cada vez más visibles, la idea propiamente marxiana según la cual el modo de producción capitalista es un modo de producción históricamente determinado y, por tanto, históricamente superable, empezó a recuperar el color. Al mismo tiempo, aparecieron en el primer término de la escena movimientos políticos y sociales impulsados por la búsqueda de «otra mundialización» y que cuestionaban la existente, basada tan sólo en la financiarización del capital, el incremento de los beneficios y la desregulación del mercado.
En la actualidad, cada vez cobra mayor difusión la idea de que el capitalismo podría tener las horas contadas, de que está tocando a su final, y esta idea circula mucho más allá de los círculos militantes que aspiran a la transformación o a la supresión del capitalismo. La propia palabra «capitalismo» ha vuelto a ponerse en circulación, incluso entre los políticos de derechas, aun cuando nos habíamos acostumbrado a oírla sólo en los labios de los críticos más o menos marxizantes de la sociedad actual. Evidentemente, la carga de hipocresía que hay en aquellos que hacen como si acabaran de descubrir los «desmanes del capitalismo» y se proponen remediarlos mediante una «refundación del capitalismo» es incalculable. Pero, aun así, el solo hecho de nombrar este sistema social de producción y de utilizar para ello el nombre mismo que Marx le dio engendra un efecto de objetivación y distanciamiento de lo que se había impuesto hasta entonces o se había presentado como poco menos que natural y necesario y, por tanto, como incuestionable y evidente. En resumen, en la coyuntura actual de una crisis del sistema capitalista cuyo alcance y profundidad tal vez no tengan precedentes, y en un momento en el que cada vez cobra mayor fuerza y amplitud la convicción de que este mismo sistema podría estar sin aliento –de modo que el intento de salvarlo «moralizándolo» revela o bien ingenuidad e ilusión o bien, pura y simplemente, una mistificación–, la necesidad de releer el libro que ha estado más cerca que ningún otro de comprender el núcleo mismo del capitalismo, es decir, El capital de Marx, se impone en la actualidad con singular urgencia. En todo caso, el marco histórico actual parece mucho más favorable para la empresa de «releer El capital» que el de 1965, cuando, en pleno milagro económico, Althusser y sus discípulos se propusieron «leer El capital». La presente obra colectiva, que reúne a especialistas de Marx de diferentes generaciones y horizontes, quiere estar al servicio de esa necesidad de una reapropiación actual de la obra más importante de Marx. Nuestro propósito es tanto el de ayudar a comprender El capital en función de los intereses actuales como el de mostrar en qué medida esos mismos intereses exigen también completar, modificar y corregir los análisis propuestos por Marx hace casi ciento cincuenta años.
Digamos también lo que no hace este libro: no tiene la ingenuidad de pretender que «todo está en Marx», que Marx era el único que tenía razón, que todas las evoluciones de las sociedades capitalistas, incluidos los fenómenos recientes de financiarización del capital, estaban ya descritas con exactitud y anticipadas hasta cierto punto en El capital. Por tanto, su objetivo no es el de afirmar que haya que volver pura y simplemente a Marx y a la letra de El capital. Al contrario, lo que vamos a mostrar en esta obra es que Marx sólo puede ser actual a condición de que actualicemos El capital e incluso de que corrijamos y modifiquemos algunos puntos esenciales: en el marco de un redescubrimiento de El capital, la tarea es tanto más urgente y, si queremos no repetir ciertos errores del pasado, hay que dejar de considerar El capital un monumento intocable e intentar, por el contrario, proseguir una búsqueda que el propio Marx no llegó a concluir, para así llevar a sus últimas consecuencias «la lógica de El capital».
Este libro tampoco pretende que todo lo que es «de» Marx y está «en» Marx sea acertado y bueno, mientras que todo lo que se ha dicho y escrito en su nombre sería falso y malo. Dicho de otro modo, varios artículos de este libro no dudan en explotar los recursos de lo que ha dado en llamarse «el marxismo», pues dentro de esta tradición se han dicho y se han escrito grandes cosas, de modo que la famosa afirmación de Michel Henry según la cual «el marxismo es el conjunto de los contrasentidos de los que Marx ha sido objeto» puede considerarse a su vez un contrasentido en relación con el marxismo. En realidad, el marxismo no existe, por la simple y buena razón de que lo que ha existido y existe son marxismos. Y estos marxismos están constituidos por obras con peso específico –como, por ejemplo, las de Lukács, Gramsci o Althusser– que se han atenido relativamente a Marx en una relación tanto de continuidad como de renovación, pero que en todo caso nunca han pretendido limitarse a hacer una simple exégesis de la obra de Marx: es injusto reprocharles sus «contrasentidos» en relación con Marx, dado que la exactitud filológica no era su objetivo prioritario. Para estas empresas teóricas de primera magnitud que constituyen los marxismos, la prioridad ha sido pensar con Marx, pero siempre yendo más allá de Marx y abriendo a partir de él nuevas vías, vías necesarias en virtud de unas coyunturas históricas que también eran nuevas. Si ha habido contrasentidos (como, por ejemplo, el de la atribución a Marx por parte de Lukács de una teoría de la reificación difícilmente rastreable en la obra de aquél), fueron contrasentidos productivos y denunciarlos es casi tan absurdo