Jorge Eslava

Mirador de ilusiones


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te preguntan sobre el apoyo del Estado al cine regional, tú contestas: “Ofrecer mejores canales de exhibición y distribución”. Es verdad, pero me sorprende que no pongas énfasis en premios de fomento para la producción. Porque es una de las razones de la precariedad… Hay muchos ejemplos de películas con bajísimo presupuesto. Este es el caso de Forero o Catacora…

      Sí, pero precisamente ellos son directores que han ganado premios del Estado. O sea, existen premios y existen categorías para las regiones desde el año 2006. Son premios anuales y postulan muchos.

       ¿Y el monto asciende?

      Creo que está alrededor de los cuatrocientos mil soles por película. No es igual al monto del premio nacional, pero es bastante alto.

       Entonces, básicamente habría que corregir canales de exhibición y distribución.

      Sí, y mejorar los premios del Estado que tienen varias deficiencias. Es un poco largo… pero uno de los problemas es que hay cineastas no regionales que postulan al premio regional porque les resulta más fácil ganarlo que el premio nacional. Tiene menos postulantes y, entre comillas, es menos exigente.

       Has contado que se trasladan a la región y forman su empresa para postular.

      Hay varios casos. Por ejemplo, unos chicos que postulan a un premio para desarrollar un proyecto en la región Junín… es un premio para escribir el guion, luego ganan y crean otra empresa en otra región para volver a postular...

       ¿Y ellos viven en Lima?

      Sí, claro. Es más, en un encuentro que convoca DAFO1, estos cineastas, que viven en Lima Metropolitana, dicen que están en contra de los premios exclusivos para regiones porque ellos tienen tantas dificultades para hacer cine como los de regiones. Entonces, ¿qué les queda? Pues postular a premios regionales.

       ARTE Y TRADICIÓN

       Más que a la pacificación del país y a cierta bonanza económica (mal distribuida) que ha gozado, ¿tú atribuyes el auge del cine regional al abaratamiento de aparatos y cámaras audiovisuales? ¿Crees que es así? Y también a la necesidad de revalorar aspectos propios de cada tradición, de cada cultura.

      Bueno, lo que has mencionado es cierto y no lo hemos considerado. Es importante la pacificación del país, porque ha dado mayor seguridad para hacer películas.

       Sobre todo en las zonas álgidas.

      Sobre todo. Palito Ortega cuenta algunas dificultades que tuvo para hacer sus películas, incluso alguna vez lo detuvieron. Pero yo creo que el abaratamiento es fundamental, porque comienzan haciendo películas en VHS y luego pasan pronto al digital. También hay algo que me decía Raúl Castro: para estos jóvenes cineastas, muchos de ellos de familia campesina, es más fácil expresarse en imágenes que expresarse por escrito; no tienen ese capital cultural de la palabra escrita, pero conservan una tradición visual y oral.

       Esa tesis me parece central: tradición oral e imagen. Porque pienso en la artesanía andina: el mate burilado, los tapices, el moldeado de las piecitas para el retablo… Quiero preguntarte si esos detalles propios del arte popular, que tiene que ver con la imaginería, los vinculas tú con la imagen del cine; y, por otro lado, la literatura oral, que es básicamente sonido… ¿No son señales características del cine regional?

      Sí. Puede ser que no sean tan evidentes en una primera visión, pero luego las encuentras. La estructura oral del relato, la poca causalidad que puede tener. Yo propongo que no hay que verlo como una falla, porque lo calificamos como una falla en relación con el relato aristotélico. Y no, acá hay otra tradición: de un relato no necesariamente causal, de acumulación y repetición, con la generación de emociones a través de ese mecanismo. En la última película de Palito Ortega, La casa rosada (2018), puede criticarse la falta de causalidad y, sin embargo, es una película emocionante, justamente por la acumulación no causal…

       Y en cuanto al registro de la imagen, ¿hay marcas que pueden vincularlo con la artesanía andina o amazónica?

      En algunos casos sí, tal vez en los menos conocidos. Hay un director, José Miguel García, que ofrece imágenes sumamente coloridas, colores intensos y muy saturados. Algunos le han encontrado parentesco con cierta estética hindú, pero en realidad su parentesco es con el arte del centro del país. En una película de Nilo Inga que se llama Huaca (2000), sí se hace alusión específicamente a la artesanía. También recuerdo una película de Maxwell García que es una representación del arte popular cusqueño.

       Me refiero más al concepto de continuidad que tienen algunas piezas de artesanías… el mate burilado, por ejemplo, que ofrece imágenes como foto-gramas. O sea que va encadenando una imagen tras otra.

      Yahuar Wanka (2014), de Jacqueline Riveros Matos, trata justamente sobre el mate burilado. Pero es un mate burilado maldito que cuenta lo que va a suceder.

       Teniendo tanto peso la tradición oral y esta imagen colorida y rítmica del arte popular, ¿cómo juzgar los guiones del cine regional?

      Difícil, porque algunos ni siquiera tienen guiones y otros apenas tienen guion técnico hecho en la mañana del rodaje. Es el caso de Supay, el hijo del condenado (2010), una película ayacuchana de Miler Eusebio. Berrocal hizo la fotografía y él nos contó que Miler lo llevó a Pomacocha a filmar y que cada mañana se inventaba algo. Miler le decía: “Sí tengo guion, pero está en mi cabeza”. Y la película es muy coherente; es una de las más sólidas del cine regional.

       Pero este guion “improvisado” es como respetar la tradición del relato oral, ¿no crees? Tienen una idea y van contándola de manera natural…

      Es producto de eso, claro, y también la poca formación en escritura de guiones. Algunos directores demandan tener más formación en escritura de guiones. Son más cuidadosos los que se presentan a los concursos de la DAFO, que tratan de adecuarse a las exigencias.

       WIÑAYPACHA

       ¿Y el guion de Wiñaypacha (2018)?

      Es bueno, tiene una escritura correcta, aunque hay pocos diálogos. El caso de Catacora es interesante: sus padres son campesinos, pero él es un joven ilustrado, siguió dos carreras universitarias…

       Su madre campesina… ¡fue la directora de arte de la película!

      Sí, Catacora me dijo: “Yo contraté a mi mamá porque no iba a encontrar a nadie que supiera exactamente cómo se vestía la gente de esa zona ni cómo era el interior de sus casas. Por ejemplo, el manto que lleva la señora es tejido con cabello humano. Una directora de arte de Lima no sabe eso. Para que se entere tiene que pasar meses ahí, conociendo a la gente y sus costumbres, porque ni siquiera está en los libros. Mi mamá ya lo sabía, ¿para qué contratar una directora de arte?”.

       Hasta el detalle del palo que cruza la entrada o cómo reparar el techo de la choza… ¡qué maravilla de simplicidad! Hemos hablado de la amplitud y versa-tilidad del cine regional. ¿Cuáles son los géneros más recurrentes?

      El melodrama y el género fantástico, que incluye películas de terror inspiradas en mitos.

       Es la oportunidad de poner en escena los mitos, las leyendas, los personajes. Tú hablas de que han enriquecido el universo convencional.

      Claro, el universo del terror mundial porque han incorporado nuevos monstruos al cine.

       ¿Las influencias se podrían encontrar sobre todo en el cine hindú y el cine mexicano? ¿No hay influencias del cine clásico norteamericano o del cine europeo? En los más ilustrados tal vez.

      Sí, en los más ilustrados. De hecho, Miguel Barreda,