perdido”.356
En cuarto lugar, sin la meditación, la Palabra predicada no nos beneficiará. Leer sin meditar es como tragar “comida cruda y sin digerir”, escribió Scudder.357 Richard Baxter añadió: “Un hombre puede comer muy bien, pero no puede digerir igual de bien”.358
Watson escribió: “Hay tanta diferencia entre el conocimiento de una verdad y la meditación en una verdad como la hay entre la luz de una antorcha y la luz del sol. Pon una lámpara o una antorcha en el jardín y no tendrá ningún efecto. El sol tiene un dulce efecto: hace crecer las plantas y florecer las hierbas. Así que el conocimiento no es más que una antorcha encendida en el entendimiento, que tiene poco o ningún efecto: no hace al hombre mejor. Pero la meditación es como el brillo del sol: opera en los afectos, enardece el corazón y lo hace más santo. La meditación se apodera de la vida que hay en una verdad”.359
En quinto lugar, sin la meditación, nuestras oraciones serán menos efectivas. Manton escribió: “La meditación es una suerte de deber a medio camino entre la Palabra y la oración, y está relacionada con ambas. La Palabra alimenta la meditación, y la meditación alimenta la oración. Debemos oír para no estar equivocados, y meditar para no estar sin fruto. Estos deberes siempre deben ir de la mano. La meditación debe seguir al oír y preceder a la oración”.360
En sexto lugar, los cristianos que no meditan son incapaces de defender la verdad. No tienen la médula espinal, y se conocen poco a sí mismos. Como escribió Manton: “El hombre que es extraño a la meditación es extraño a sí mismo”.361“Es la meditación lo que hace al cristiano”, dijoWatson.362“Así que veas la necesidad de la meditación” –escribió el arzobispo James Ussher– “debemos decidirnos sobre este deber si pretendemos ir al cielo”.363
Finalmente, también puede añadirse que esta meditación es una parte esencial de la preparación del sermón. Sin ella, los sermones carecerán de profundidad de entendimiento, riqueza de sentimiento y claridad de aplicación. La exhortación de Bengel a los estudiantes del Nuevo Testamento griego capta la esencia de esta meditación: “Te totam aplica ad textum; rem totam applica ad te” (Aplica al texto todo tu ser; aplica a ti todo el asunto).
El Modo de la Meditación
Para los autores puritanos, había requisitos y reglas para la meditación. Consideremos lo que escribieron sobre la frecuencia y tiempo, preparación, y pautas para la meditación.
Frecuencia y tiempo
En primer lugar, la meditación debe ser frecuente
–idealmente, dos veces al día, si el tiempo y las obligaciones lo permiten–; ciertamente, al menos una vez al día. Si a Josué, como mandatario ocupado, le ordenó Dios meditar en su ley día y noche, ¿no habríamos nosotros de deleitarnos también en la verdad de Dios cada mañana y noche? Generalmente hablando, cuanto más frecuentemente meditemos en el Dios trino y su verdad, más íntimamente lo conoceremos. Además, la meditación se hará más fácil.364
Los intervalos prolongados entre las meditaciones dificultarán su fruto. Como escribió William Bates: “Si el ave abandona su nido durante mucho tiempo, los huevos se enfrían y no son adecuados para la producción. Pero cuando hay una incubación constante, dan su fruto. Del mismo modo, cuando abandonamos los deberes religiosos durante mucho tiempo, nuestros afectos se enfrían, y no son adecuados para producir santidad y consuelo a nuestras almas”.365
William Bates
En segundo lugar, fija una hora para la meditación y aférrate a esa hora, aconsejaron los puritanos. Esto pondrá paréntesis al deber y te defenderá “de muchas tentaciones de omisión”, escribió Baxter.366Te será “la hora más oportuna” cuando estés más alerta y no presionado por otras obligaciones. Temprano en la mañana es un momento excelente, porque tus meditaciones marcarán entonces el tono para el resto del día (Ex. 23:19; Job 1:5; Sal. 119:147; Pr. 6:22; Mr. 1:35). Sin embargo, para algunos, las noches pueden ser más fructíferas (Gn. 24:63; Sal. 4:4). Las ocupaciones del día quedan tras ellos, y se disponen a descansar en el seno de Dios mediante la dulce meditación” (Sal. 16:7).367
Usa el día del Señor para generosas dosis de tiempo de meditación. En su Directory for the Publique Worship of God, los teólogos de Westminster aconsejaron “que el tiempo que haya libre, entre o después de la solemne reunión de la congregación en público, se pase en la lectura, meditación y repetición de los sermones”.368
Thomas Gouge
Thomas Gouge hizo esta reprimenda: “Si hubieses gustado de la dulzura de este deber de la meditación divina, habrías encontrado poco tiempo para la vana palabrería y discursos ociosos, especialmente en el día del Señor”.369Baxter preguntó: “¿Qué día más adecuado para ascender al cielo que aquél en que nuestro Señor resucitó de la tierra y triunfó plenamente sobre la muerte y el infierno, y tomó posesión del cielo para nosotros?”370
Emplea, además, los momentos especiales para la meditación. Según los puritanos, éstos incluyen los siguientes: “1. Cuando Dios aviva y capacita tu espíritu de manera extraordinaria. 2. Cuando eres arrastrado a complicadas perturbaciones de la mente, mediante sufrimientos, o temor, o cuidados, o tentaciones. 3. Cuando los mensajeros de Dios nos llaman a la muerte; cuando, ya sean nuestros cabellos grises, y a nuestros cuerpos lánguidos, o algún indicador de la muerte parecido, nos dicen que nuestro cambio no puede estar lejos”.371 4.“Cuandoelcorazónestocadoenunsermón o sacramento, o presenciando algún juicio o misericordia, o acto de la providencia de Dios, [pues entonces] se producirá el mejor golpe, cuando el hierro está caliente (Sal. 119:23)”.372“Antes de algunos deberes solemnes, como la cena del Señor, y antes de momentos especiales de profunda humillación, o antes del sabbat”.373
En tercer lugar, medita “comúnmente hasta que obtengas algún beneficio perceptible en tu alma”. Bates dijo que meditar es como intentar hacer fuego con madera mojada. Quienes perseveren producirán una llama. Cuando comenzamos a meditar, al principio puede que sólo consigamos un poco de humo, después quizás algunas chispas, “pero al final habrá una llama de afectos santos que sube hacia Dios”. Persevera “hasta que la llama ascienda”, dijo Bates.374
James Ussher
Habrá momentos cuando la llama no ascienda. No debes, entonces, continuar indefinidamente. “Ni te entregues a la pereza, ni ocasiones cansancio espiritual: el diablo se aprovecha de ti de ambas maneras”, escribió Manton. “Cuando torturas tu ánimo después que se ha esforzado, conviertes la obra de Dios en servidumbre”.375
La mayoría de los puritanos no aconsejó una cantidad de tiempo concreta para pasar en la meditación. Sin embargo, James Ussher recomendó, al menos, una hora a la semana, y Thomas White sugirió: “Considerando que las partes de la meditación son tantas, a saber, preparación, consideraciones, afectos, resoluciones, etc., y ninguna de ellas ha de tomarse a la ligera, pues los afectos no se levantan tan rápido, ni hemos de cesar de soplar el fuego en cuanto empieza a arder, hasta que esté bien encendido, media hora [cada día] se puede considerar lo mínimo para los principiantes, y una hora para quienes están versados en este deber”.376
Preparación
Los escritores puritanos sugirieron varias maneras de prepararse para una meditación efectiva, todas las cuales dependen “mucho del estado de tu corazón”:
1. Limpia tu corazón de las cosas de este mundo –ocupaciones y disfrutes, así como problemas y agitaciones internas–. Calamy escribió: “Ruega al Señor no tan sólo que te guarde de la compañía