no me es un tema si hago psicoanálisis o no, pero pienso en la mejoría del paciente. Por supuesto en la curación, pero uno piensa más en términos de curación en los casos de neurosis sintomáticas, que creo que se ven mucho menos que en la época de Freud, o por lo menos yo veo menos (Garma nos decía que en Europa veía más neurosis obsesivas, en la Argentina fobias, y tal vez sea lo que más se ve como neurosis sintomáticas. Yo trabajé un año y medio en Suecia y era más o menos como en Argentina). En general mi actividad está más ligada a conflictos caracterológicos o situaciones vitales problemáticas en general.
Pero hay una diferencia fundamental en lo que se refiere a la práctica analítica: Freud trabajaba (no lo dice en este trabajo) alrededor de cinco sesiones por semana, cosa que no se da en este momento; mis pacientes vienen una o dos veces por semana y querer trabajar cinco veces por semana es ir demasiado contra la corriente. Esto redunda, no me cabe duda, en la profundidad de los análisis, no obstante lo cual hay buenos (y también regulares o malos, lo mismo que puede pasar con cinco sesiones semanales) resultados terapéuticos: esto quiere decir que el paciente se siente mucho mejor (al comienzo de mi formación se trabajaba por lo menos con tres sesiones semanales pero los resultados terapéuticos no eran necesariamente mejores, aunque yo tenía menos experiencia). Algunos pueden decirme que yo no hago psicoanálisis pero nadie puede decir que no conozco psicoanálisis. Entiendo que para analizar un sueño en su totalidad se requiere un trabajo cotidiano (eso lo logro en mi autoanálisis) pero no dejo de analizar aquellos elementos del sueño que me den una entrada a otra “capa de cebolla”.
Yo hago psico-análisis, es decir que trato, cuando me enfrento con una formación sintomática, de descomponerla en cada uno de sus elementos constitutivos; cuando no aparece una formación sintomática voy pensando junto con el analizado las distintas situaciones que trae; como decía Pichon Rivière, la función del analista es la de co-pensar, creando las condiciones para que se desplieguen nuevos caminos asociativos.
Volviendo a la Bruja: tenemos los traumas, los instintos y el Yo. Como dije antes, creo que Freud utiliza el término trauma como lo utilizaba en sus trabajos sobre la histeria; correspondería a los factores desencadenantes del conflicto neurótico. Es lo primero a lo que yo apunto a determinar: cuál es la situación que lo determinó a consultar, lo cual no siempre es consciente en el analizado, qué circunstancias rodean este hecho, su historia, en qué otros momentos se presentó. Tomando el sentido de la palabra trauma a partir de “Más allá del principio del placer”, observó sus repeticiones acompañándolas, tratando de referirlas a cada situación particular en las que se presentan, aunque de entrada parezca que las trasciende, con la mira puesta en la ligadura de esta energía que invadió al aparato (creo que en general se refieren a duelos que el Yo no pudo soportar amenazando con desintegrarse).
Pasando a los instintos: no son mi enemigo, expresan en última instancia las necesidades vitales del ser humano, necesidades que, también en última instancia, son de autoconservación y sexuales o de conservación de la especie (las de vida y muerte creo que no podrían ser calificadas como necesidades sino que hacen a la vida misma). No me convencen las distintas palabras que usó Freud y que Rosenthal tradujo como “sumisión de los instintos”. Yo hablaría más de ligadura, o sea de integración de los instintos en el yo para que puedan realizar su acción específica de modo adecuado a la realidad. Los instintos, como el deseo infantil en los sueños, son nuestros socios capitalistas, o, mejor dicho, nuestro capital, que ha de ser administrado adecuadamente por nuestro socio industrial, el yo. Si aumentan en su intensidad es que no son adecuadamente satisfechos. Pero aquí nos acercamos a lo que Freud llama la roca-viva: los deseos edípicos ¿han de ser satisfechos? La angustia de castración y la envidia fálica vienen de mandatos milenarios, transmitidos genéticamente en la especie humana.
¿Qué se hace con ellos? Se hace lo que se puede, yo no tengo la solución; por suerte no han abarcado toda la sexualidad, de lo contrario desaparecería la especie humana. Pero en lo que se refiere al complejo de Edipo domina la represión, que nos introduce en el período de latencia. No sé si es mejor o no que haya un período de latencia, pero en principio y por ahora no está en nuestras manos suprimirlo.
Sí trabajar con las posrepresiones y demás mecanismos de defensa para otorgar, en principio, la palabra a todo lo que ha sido excluido del Prec. por la represión edípica.
El totemismo, representado por el Superyó, sigue siendo inherente a la especie humana, pero, si tengo que definir mi trabajo, no es, como dice Freud, que donde estaba el ello ha de devenir el Yo (eso se da naturalmente, salvo que se trate de partes reprimidas del ello) sino que es el Superyó el que ha de devenir Yo: lo que es un mandato automático devendrá un yo preconsciente y por lo tanto accesible a la conciencia, la represión ha de ser reemplazada por la judicación consciente. La viscosidad o la mayor movilidad de la libido pienso que no son resistencias sino características de cada libido en particular sobre la cual nos apoyamos.
Con respecto al Yo (ya hablé de los traumas y de los instintos), es mi aliado, lo acompaño en todas sus vicisitudes, pero no cuando está al servicio de la represión… aunque también la represión forma parte del carácter normal y, aunque a veces puede no gustarme, la respeto, intervengo en los conflictos y en última instancia acompaño al Yo en todos los caminos que emprende, a menos que dichos caminos lleven al suicidio o al crimen: recuerdo los problemas que se nos presentaban a los analistas en la década del 70 con los analizados que militaban en organizaciones revolucionarias (creo que algunas de estas organizaciones tenían sus propios analistas).
Me llama la atención que Freud casi no hizo mención directa al Superyó; este es, en principio, mi enemigo, pero si su yo es amigo de él, no lo toco; lo que pasa es que si el yo es amigo del Superyó, va a estar sometido al sentimiento inconsciente de culpa y a la reacción terapéutica negativa, así como a una crisis de angustia frente a toda posibilidad de placer.
Son situaciones difíciles, no basta con señalarlas; acá esperamos que el tiempo sea nuestro aliado y que el instinto de muerte pueda, a través de nuestro trabajo y de la relación del analizado con la vida, fusionarse con Eros y dejar que la vida transcurra naturalmente en su camino hacia lo inorgánico. Pero no sé si con estas últimas reflexiones el análisis no se hace interminable.
1 Freud, S., Análisis terminable e interminable. OC. Tomo XXI. Rueda. (Cotejado por mí con el texto alemán).
2 Véase mi trabajo “El tema de la roca virgen (roca en bruto)”. Conversaciones con Freud. Buenos Aires, Biebel, 2014.
Teoría del psicoanálisis1
¿Cuál es el sentido de reconsiderar a Jung hoy, en 1998, y con un trabajo publicado en 1913? Ante todo, corresponde al momento de su ruptura con Freud y esta fue la primera escisión significativa dentro del campo del psicoanálisis. Creo que vale la pena revisar las bases conceptuales de dicho distanciamiento a la luz de lo que hoy se llama crisis del psicoanálisis. Es mi convicción que en parte esta crisis consiste en que ya no se puede definir claramente qué es el psicoanálisis (me refiero a una definición consensuada, no a lo que cada uno de nosotros puede definir como tal).
Leyendo los trabajos de esa época, aparte de los de Freud, por ejemplo los de Abraham, Ferenczi, etcétera, no cabe duda alguna que estaban dentro de lo que Freud definía como psicoanálisis; hoy no tenemos esta misma claridad, motivo por el cual al psicoanálisis se lo tiende a definir más por consideraciones formales (número de sesiones, uso del diván, utilización de la interpretación) que por conceptuales. Tal vez el revisar eso que fue una primera línea de demarcación, que surgiendo desde dentro del psicoanálisis fue definiendo sus límites (por lo menos para Freud), qué era y qué dejaba de ser psicoanálisis, nos permita ubicarnos mejor dentro de la cantidad de problemas que la actualidad del psicoanálisis nos plantea.
¿Podría ubicarse hoy este trabajo dentro del campo del psicoanálisis? Ante todo nos choca la no atribución de la existencia de impulsos sexuales durante los