Ricardo Avenburg

Conversando con los maestros


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reactivación en su actividad intelectual, particularmente a partir de preguntas de matemáticas que la niña no se animó a hacer a su maestro. ¿Por qué no se animó a hacer dichas preguntas, si aparentemente hubieran sido adecuadas y bien recibidas? Cualquier psicoanalista contestaría (creo yo): porque estas preguntas empezaron a conectarse con preguntas reprimidas, vinculadas al tema de las relaciones sexuales y la gestación (aunque no estoy seguro de que cualquier analista hubiera trabajado con esta limpieza ni que necesariamente estas fantasías se hubiesen presentado con tal claridad). Y aquí viene la respuesta estúpida de Jung: no hizo las preguntas por la indolencia natural en los niños y que en esta paciente habría actuado como predisposición a la neurosis (así como en la paciente anterior a la predisposición estaba dada por una exagerada sensitividad).

      Respuesta estúpida y profundamente cargada de ideología: dice Jung que la pereza primitiva y la indolencia son las primeras resistencias contra los esfuerzos hacia la adaptación; que no solo el hombre primitivo sino también los animales tienen un pronunciado disgusto ante todos los esfuerzos intencionales y rinden homenaje a la pereza absoluta hasta que las circunstancias los fuerzan a la acción. Esta afirmación es francamente sorprendente: no solo Jung parece desmentir la presencia de la masturbación infantil, sino que parece no tener idea de lo que es un animal fuera del zoológico: ¿no vio hormigas? ¿no vio pájaros? Inclusive animales domesticados: ¿no vio gatitos, perritos, cómo saltan, corren y juegan? ¿Cómo exploran el mundo? No hablemos de su desconocimiento del “hombre primitivo”, salvo del que está en cautiverio.

      Con respecto a la paciente, dice que probablemente el hecho de que la libido ha sido atraída por el problema de la generación, ha sido la causa de su falta de atención en el colegio y que este problema es muy frecuente entre las edades de 12 y 13 años. Acá sí plantea Jung una crítica a la educación convencional:

      “sería mucho mejor si los niños pudieran aprender acerca de ciertos secretos de la vida de un modo limpio y en el momento adecuado, de modo de no necesitar ser iluminados por sus compañeros de juegos, muy a menudo de una mala manera”.

      Es importante la educación sexual pero es también importante el diálogo entre los niños, aún intercambiando fantasías, ya que a veces expresan mejor ciertos aspectos de la realidad que la así llamada “información objetiva”; pero eso sí, que este diálogo pueda hacerse en libertad y no, como se daba en aquella época, en un clima de prohibiciones y tabúes.

      Hay en Jung una clara oposición entre objetividad, la tarea real y objetiva, los deberes correspondientes a la gente civilizada y normal, por un lado, frente a la fantasía, la niñez, los pueblos primitivos, los animales, la neurosis y la sensitividad patológica y la indolencia de estos últimos. No acepta el dualismo instintivo pero, a nivel social, hay una clara actitud discriminatoria entre dos categorías de seres humanos (uno de los cuales identifica con los animales). Pero, aclara Jung, el deber que todo ser civilizado ha de realizar (y frente al cual la persona predispuesta fracasa y cae en la neurosis) no es solo deber impuesto desde afuera, sino que es deber ante uno mismo y especialmente deber ante la propia libido (no necesariamente sexual). La ley moral, el “impulso a la domesticación”, no puede ser concebida como la consecuencia de ciertas leyes impuestas desde afuera: el hombre mismo, obedeciendo a sus instintos, creó las leyes. En la naturaleza misma está la contradicción entre civilización y naturaleza (y no es un hecho histórico como en Freud). Pero cuando Jung habla de naturaleza humana ¿no está cayendo en un dualismo? ¿Es una misma libido que lleva en sí la contradicción civilización-naturaleza, o es un conflicto entre una libido civilizada y otra libido natural? Pero es una libido civilizada que a su vez es natural… pero necesitaríamos a Jung para seguir conversando con él (no sé si estos planteos están respondidos en otros escritos suyos).

      Jung se nos muestra con una mayor plasticidad que la moral convencional: por más que desagrade al médico, ha de trabajar con fantasías que podrían provocarle asco, o sea que de todos modos tiene que crear las condiciones para que el paciente pueda expresarse sin imponerle censura moral y debe haber una educación sexual en la pubertad. Pero se afirma sobre todo en el deber que el paciente ha de cumplir superando la indolencia. La indolencia es genética y no es el producto de un sujeto que está cautivo en una civilización que impone tareas en función de ideales irrealizables, culpas que nunca se podrán pagar a menos que esta misma civilización que impone tareas, en obediencia a cada “tótem” de turno, sea a su vez objeto de análisis y eventual modificación.

      Jung se afirma en una concepción autocrática y elitista. Pero eso en última instancia y como posición ante la vida. Hasta llegar a estos niveles y, por lo que muestra en este trabajo, Jung podía ser un buen analista y como tal podría ser considerado (entiendo que en 1913, época en que el psicoanálisis aún estaba en sus comienzos, debía ser protegido y no podía Jung quedar incluido dentro de la comunidad por su no reconocimiento de la sexualidad infantil. Hoy el psicoanálisis –o, más específicamente– la obra de Freud, forma parte de la cultura universal y se defiende sola).

      No es habitual, como dije, ver hoy análisis tan claramente llevados (y no me cabe duda de la mejoría sintomática de los pacientes) hasta el límite que pudo, pero todos tenemos nuestros límites; desarrolló especialmente lo que entiendo tiene que ver con los motivos desencadenantes de la enfermedad, nivel que no todos los analistas tienen en cuenta; enfatizó la importancia de la adaptación (sería interesante cotejarlo con Hartmann) así como la importancia de la resignificación regresiva (hoy de moda con el après coup). Desde mi punto de vista deja de lado niveles importantes de análisis, pero con los que desarrolla se puede trabajar clínicamente y no cabe duda que cada uno de nosotros desplegamos aspectos parciales de la teoría y dejamos otros de lado: cuántos análisis actuales se precipitan a lo infantil, o a la transferencia y no se despliega adecuadamente todo lo que tiene que ver con las circunstancias más inmediatas del paciente; otras veces ocurre a la inversa (recordemos la década del 70 con la fuerte incidencia de las categorías políticas y de la “realidad actual” en el psicoanálisis).

      Yo creo que, en tanto considerándonos ambos psicoanalistas, podría dialogar con Jung (inclusive con nuestras diferencias teóricas); tal vez si pasamos cierto nivel de diálogo y nos ubicamos en términos de nuestra posición ante la vida, muy posiblemente el diálogo se vería interrumpido, pero ¿quién sabe? De todos modos esto que pienso me pasaría con Jung, creo que nos pasa hoy entre los psicoanalistas: podemos discutir ciertas cosas, otras no.

      Por último, no quiero dejar de resaltar la claridad y el cuidado de su exposición, no muy frecuente en nuestros trabajos actuales, que crea las condiciones para una discusión abierta, como la que se dio en 1913 y que he tratado de retomar hoy.

      1 Véase Jung, C. G.: The Theory of Psychoanalysis, 1951. El texto completo de Jung puede consultarse en http://www.archive.org/stream/theoryofpsychoan00jungiala

Conversando con Sándor Ferenczi

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