Barbara Hannay

Un novio prestado


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las flores para una boda?

      –Cuéntamelo.

      –Primero tendré que recibirles a los dos, e incluso a un par de damas de honor y a la madre de Cynthia, aquí en mi piso para que elijan. Normalmente, los clientes van a la tienda, pero Byron sabe que siempre invito a mis amigos aquí y eso es lo que él espera. ¡Y mientras yo les enseño las flores para los adornos, ellos se estarán haciendo arrumacos! Además, hay que hablar muchas veces por teléfono e ir a decorar la iglesia y el lugar del banquete el día de la boda. Nadie puede esperar que yo haga eso por ellos. ¡Nadie!

      –Evidentemente, Byron sí.

      –¡Yo no le debo nada a Byron!

      –Efectivamente. Evidentemente, ese Byron es un idiota de primera Y a mí me parece que tu tienes bastante arrojo. Estoy segura de que podrás hacerlo, Maddy.

      –Yo no estoy tan segura.

      –Ánimo. No debes dejar que unas palabras de ese hombre te destrocen. Más o menos entiendo cómo te sientes. En mi trabajo, he visto a muchas personas derrotadas. He visto a gente luchar por sus derechos básicos y verse rechazados una y otra vez. Es entonces cuando se rinden.

      –¿Y los culpas?

      –No, pero es lo mejor de mi trabajo. Muchas veces, mis compañeros y yo, al exponer esas injusticias, hemos cambiado la situación. Por eso, creo que te estarías poniendo en manos de Byron y de Cynthia si les dejaras saber el daño que te han hecho. Y por lo que me has dicho, a esa mujer le gustaría mucho verte sufrir.

      –¡Le encantaría! –exclamó Maddy.

      –Entonces, ponte por encima de ella. Muéstrale que no te importa lo que hagan. No les dejes ver a ninguno que te están haciendo daño. Y te prometo que te sabrá a victoria.

      –No sé.

      –Pues piénsalo –respondió él, acariciándole la mejilla con un dedo–. Depende de ti, pero mi consejo sería que les sigas la corriente. Muéstrales que te trae sin cuidado. Y no pierdas el sueño por ese hombre. Por lo que me dices, creo que están hechos el uno para el otro.

      –Lo pensaré –dijo ella, acompañándole a la puerta–. Gracias, Rick.

      –Gracias por la cena.

      –Tal vez, en otra ocasión, te podría preparar algo más sabroso. Me encanta cocinar.

      –¿Es parte del paquete de la perfecta ama de casa?

      –Me imagino que sí. Mira lo que Byron se está perdiendo.

      –Él se lo pierde. Pero no le dejes ver que te sientes una víctima –concluyó él, antes de salir del piso.

      Maddy estuvo toda la noche pensando en el consejo de Rick. Él le había dicho que no pensara en ellos pero era imposible. Tampoco podía dejar de pensar en él. Rick le había mostrado retazos de un hombre moderno y sensible pero toda la semana se había portado con hostilidad hacia ella. Si ella dejaba a un lado su atractivo físico, le quedaba un hombre testarudo e imposible y, de vez en cuando, considerado y amable. Pero tenía razón. En cuando a Byron y a Cynthia se estaba comportando como una víctima.

      Más o menos a las tres de la mañana empezó a verlo todo de un modo diferente. Se encargaría de las flores para la boda de Byron y Cynthia. Cuantas más ideas se le ocurrían, más ganas tenía de ponerse manos a la obra. Sin embargo, necesitaría algo de ayuda de su vecino de arriba.

      –Van a venir el próximo miércoles a las cinco y media –le dijo Maddy a Rick a finales de la siguiente semana–. ¡Ah! Y te he traído un poco de pollo a la cazadora.

      –¿Puedes explicarme de qué hablas? –preguntó Rick, al ver que era ella la que había llamado a su puerta, algo confuso.

      –Lo siento –se disculpó Maddy–. Déjame que empiece por el principio–. En primer lugar, ¿cómo está Sam?

      –Está evolucionando mejor de lo que se esperaba.

      –¡Estupendo! Siempre me había imaginado que nadie mejora más allá de las expectativas del médico.

      –Supongo que tienes razón –respondió Rick, más tranquilo, con una maravillosa sonrisa en los labios.

      –En segundo lugar, he preparado un guisado de pollo para mi hermano Andy y te he traído un poco.

      –Eres muy amable –dijo Rick, aceptando el plato.

      –Pero lo mejor es que… Byron y Cynthia han concertado una cita conmigo para consultarme sobre las flores.

      –Bien. Entonces eso significa que aceptas su encargo.

      –Eso es. Y me siento muy preparada para recibirlos. O al menos, así será cuando haya terminado de organizarlo todo.

      –Yo no me molestaría mucho si fuera tú. Por lo que me has dicho, no se merecen ningún extra.

      –No, pero yo sí.

      –¿Qué quieres decir?

      –Todo lo que pienso preparar es para mí. Necesito levantarme la moral para poder enfrentarme a ellos con la cabeza bien alta.

      –¿Qué es lo que has pensado?

      –Necesito investigar un poco.

      –Vuelvo a estar perdido.

      –Necesito tu ayuda. En realidad, lo que necesito es echarle un vistazo a tu piso.

      –Ni hablar.

      –Lo siento, pero es importante. Necesito ver cómo vive un hombre –insistió ella. Rick se quedó tan sorprendido que Maddy pensó que iba a dejar caer el pollo al suelo–. Cuando Byron y Cynthia vengan a mi piso, tengo que pretender que tengo un nuevo novio y que vive conmigo ¿te acuerdas? El otro día en la tienda le dije a Cynthia que él se iba a mudar conmigo.

      –¿Y vas a utilizar ese subterfugio para darte moral?

      –Bueno, sí. No podría soportar que Cynthia descubriera que es mentira. Y Byron y Cynthia se creerán mucho más que no estoy celosa si tengo un hombre viviendo en casa, ¿no te parece?

      –Supongo que sí. Pero, ¿qué tiene que ver mi piso con todo esto?

      –Oh, Rick, por favor, déjame pasar y te lo explicaré. Después de todo, tú te presentaste el otro día en mi piso sin avisar. Además, todo vale en el amor y la guerra.

      –No te puedo prometer que mi casa te impresione mucho –dijo él, encogiéndose de hombros para dejarla pasar.

      –No espero sentirme impresionada –dijo Maddy, sonriendo triunfantemente al entrar en el salón–. Tengo dos hermanos y sus dormitorios siempre han estado como un campo de batalla. Pero no estaba segura si ese detalle era típico de todos los hombres.

      –Entonces, ¿nunca has estado en el apartamento de otro hombre?

      –No, y mucho menos en el de un hombre que vive solo –confesó ella.

      –Pero seguro que habrás tenido novios…

      –En la universidad, yo vivía en una residencia, como la mayoría de los chicos con los que salí. Alguna vez vi sus dormitorios pero no es lo mismo.

      –¿Y Drácula? ¿Cómo dijiste que se llama?

      –Byron. Él vive con su madre y ella se ocupa de todas sus cosas.

      –Casi me da pena de Cynthia –respondió él, con una sonrisa.

      –Sí, tal vez se lleve un par de sorpresas.

      –Y tal vez tú te hayas librado de una buena.

      –Tal vez…

      Para cuando él terminó de enseñarle el piso, Maddy estaba de lo más sorprendida. El piso estaba muy ordenado, aunque esta no era la palabra exacta. Era de una austeridad espartana.

      –¡Pero si tu piso está