como una retirada temporal para anticiparse a las acciones de sus “enemigos de clase”29. También Tito en Yugoslavia y János Kádár en Hungría combinaron experimentos de mercado y represión política durante la década de 1960. Lo mismo puede decirse de la reacción de Leonid Brézhnev en la Unión Soviética. En la década de 1970, los líderes soviéticos no hablaron más del socialismo de mercado, porque las ganancias generadas por la exportación del petróleo y el gas natural hicieron posible una transición de lujo, libre de los riesgos de la inercia burocrática.
China, en cambio, sostuvo los últimos días de su nueva política económica en “un océano humano” de laboriosos campesinos y artesanos provinciales y en el conocimiento acerca de los mercados que poseía la diáspora china. Además, tenía razones inmediatas para permitir que las fuerzas del mercado se desarrollaran en el campo y en las zonas de exportación. Con esto ofrecía las condiciones para que los campesinos y pobladores de las ciudades pudieran conseguir sus propios medios para poder sobrevivir, desactivando al mismo tiempo las tensiones sociales.
Aunque formalmente China se declarara comunista, no hizo más que reproducir en esencia, en una escala muy grande, el patrón de desarrollo seguido anteriormente por los Estados desarrollistas anticomunistas en el este asiático, como Corea del Sur y Taiwán. Estos habían crecido bajo el mecenazgo de la hegemonía norteamericana durante la Guerra Fría30.
El intento maoísta de lanzar una industrialización de tipo soviético a costa del campesinado explotó en una hambruna seguida de una década de represión dentro de las filas del partido. China fue contenida con firmeza en el balance de poder regional, pero esto mismo le permitió una descompresión ideológica y una vinculación comercial con Occidente31. La introducción del mercado en China ayudó a mantener en línea los cuadros locales del partido mediante el clientelismo, que favoreció el enriquecimiento personal y eximió a los clientes leales de la persecución pública por actos de corrupción32.
La reproducción del modelo de desarrollo exportador del este asiático por parte de los líderes postmaoístas dio lugar a la predicción de Wallerstein: los comunistas se unieron al capitalismo mundial como facilitadores pragmáticos de las relaciones entre el capital extranjero y su abundante fuerza de trabajo33.
Derluguian sostiene que la geopolítica militar debe considerarse como el factor más importante de las revoluciones comunistas del siglo xx. En la ola de una desastrosa guerra, los bolcheviques encontraron la oportunidad de apoderarse y desarrollar tecnológicamente una poderosa y defendible plataforma existente en la política mundial. Los bolcheviques, seguidores conscientes del jacobinismo francés, pudieron movilizar a las masas populares para vencer al antiguo régimen y la inversión extranjera, y construir un Estado apoyado en amplias bases sociales. El ejemplo soviético se extendió a otras insurrecciones patrióticas por su ayuda directa o su propia presencia. Es el caso de los movimientos de liberación nacional en el tercer mundo y de la socialdemocracia en Occidente34.
En el período de entreguerras, los comunistas fueron brutalmente controlados por los fascistas, una nueva clase de fuerza contrarrevolucionaria que movilizó a las élites estatales asediadas y al chovinismo de los “hombres comunes indignados”. El fascismo podría reemerger en la ola de una gran crisis35.
El capitalismo caería
por sus contradicciones internas
Para Derluguian, siguiendo a Wallerstein, la crisis del capitalismo en el siglo xxi se desenvolverá principalmente en el campo de las contradicciones entre el sistema económico y el proceso de democratización, más que en el campo de la geopolítica en la forma de guerras mundiales. Esto ocurrirá principalmente en los países centrales con tradición democrática y existencia de movimientos sociales que demanden el control público de la propiedad privada de las corporaciones más que políticas relacionadas con el desarrollo del poder militar. Puede esperarse entonces la formación de coaliciones políticas movilizadas por un programa de izquierda liberal comprometido con el ideal de una justicia universal36.
Derluguian considera que si la guerra ha podido evitarse después de 1945, entonces la revolución violenta y las dictaduras de extrema izquierda y derecha también podrían evitarse en este siglo37. Si este análisis es correcto, los bolcheviques de 1917 no serán relevantes para predecir cómo será el futuro del capitalismo. Más ilustrativas podrían ser las movilizaciones de masas, como la Primavera de Praga o la Perestroika en su momento más alto, en 1989. Pero, en ambos casos, las élites gobernantes reaccionaron con más pánico que violencia abierta. También tenemos que considerar que los movimientos insurgentes no fueron capaces de usar la extrema desorganización en las filas de las clases dominantes como una oportunidad de promover sus propuestas de transformación. Debido a ello, en ambos casos los resultados fueron decepcionantes. En consecuencia, si pensamos audaz y seriamente sobre el futuro, debemos considerar los programas económicos y políticos de una manera muy clara y consistente, al mismo tiempo que la formación de coaliciones y la disposición a hacer concesiones que minimicen la incertidumbre de la transición condicionada por una gran crisis de la economía-mundo. Derluguian piensa que estas consideraciones deben comprenderse como algunas de las lecciones más útiles de su interpretación de la caída del comunismo. Este probable desarrollo no obstaría a la ocurrencia de reacciones xenofóbicas, porque en un mundo globalizado las luchas de clase adquirirán ineludiblemente dimensiones raciales, religiosas y étnicas prominentes. Por otra parte, los nacionalismos extremos probablemente tratarán de llevar la cohesión y el control policial a su máxima expresión mediante el empleo de nuevos medios tecnológicos.
1 Derluguian, G., “What Communism Was”, en Does Capitalism Have a Future?, 99-129.
2 Ibíd., 108.
3 Ibíd., 111.
4 De acuerdo a su modelo matemático e inspirado en el modelo weberiano de la constitución del poder geopolítico, los antecedentes históricos de la evolución de muchos imperios sugerían que la desintegración causada por la sobreextensión geopolítica de la Unión Soviética ocurriría después de un prolongado período, hasta terminar en una reducción del número de las potencias beligerantes a solamente dos rivales con sus correspondientes satélites. El imperio estructuralmente débil desaparecería debido a la explosión de conflictos internos, dirigidos por fuerzas separatistas y algunos generales, o en una guerra violenta, como aconteció en la lucha de Roma con Cartago. Derluguian explica que Collins apoyó su evidencia empírica en el análisis de los atlas históricos de los imperios antiguos y medievales. Este análisis está basado en Collins, R., “Predictions in Macrosociology: The Case of the Soviet Collapse”, American Journal of Sociology 100.6 (mayo de 1995): 1552-93. La predicción original de la caída de la Unión Soviética fue publicada por Collins, “Long Term Social Changes and the Territorial Power of States”, Research in Social Movements, Conflict, and Change 1 (1978): 1-34.
5 Derluguian, G., “What Communism Was”, 100.
6 Sobre la caída de la Unión Soviética, en conformidad con su análisis de sistemas-mundo, véase especialmente Wallerstein, I., “The Rise and Future Demise of the World-capitalist System”, reimpreso en The Essential Wallerstein, 71-105; “1989, The Continuation of 1968”, review 15.2 (1992): 221-42.
7 Derluguian, G., “What Communism Was?”, 113.
8 Ibíd., 100-101, 112 y 124.
9 Ibíd., 112.