el siguiente capítulo, se aborda el estudio de la desigualdad en el largo plazo, según Piketty, que presenta una notable afinidad con las propuestas de la macrosociología histórica sobre el “futuro deseable” en que todos sus cultores concuerdan.
1 Wallerstein et al., “Getting Real”, 163-192.
2 Ibíd., 180.
3 Ibíd., 178.
4 Mann, M., “Conclusion: The End May or May Not Be Nigh”, en Does Capitalism Have a Future?, 96-97; Wallerstein, I. et al., “Systemic Limits Versus Endless Intensification”, en Does Capitalism Have a Future?, 176-177.
5 Ibíd., 177.
6 Ibíd., 178.
7 Ibíd., 181. Una caracterización de los efectos del cambio climático se presenta en el capítulo x.
8 Ibíd., 181-183.
9 Ibíd., 176.
10 Ibíd., 178, 182-184.
11 Ibíd., 183.
12 Ibídem.
13 Ibídem.
14 Wallerstein, Impensar las ciencias sociales.
15 Derluguian, “What Communism Was?”, 100-101 y 112.
16 Wallerstein et al., “Getting Real”, 183.
17 Ibíd., 176.
18 Ibíd., 183.
19 Ibíd., 184.
20 Arrighi, G., The Long Twentieth Century: Money, Powerand the Origins of Our Times (Londres: Verso, 2010).
21 Wallerstein et al., “Getting Real”, 184-185.
22 Ibíd., 185.
23 Ibíd., 186.
24 Ibídem.
25 Ibídem.
26 Ibíd., 187.
27 Estos asuntos son tratados más detalladamente en la octava parte de este libro.
Segunda parte
Antecedentes sobre la evolución reciente del crecimiento económico
y la desigualdad
VIII
Thomas Piketty:
La democratización del proceso político
Las impresionantes desigualdades observadas en los siglos pasados, solo podrían controlarse en este siglo mediante una democracia activa, y la institucionalización de impuestos progresivos a escala mundial.
Control político de la desigualdad:
más democracia
Thomas Piketty sostiene que la desigualdad generada por el capitalismo en los últimos tres siglos podría controlarse si fuese rechazada por un sistema democrático que represente el interés general y evite, al mismo tiempo, las políticas proteccionistas y nacionalistas.
Es iluso pensar que dicho control pueda ser el resultado de una decisión de los “expertos”. En efecto, el estudio de “la distribución de la riqueza es demasiado importante como para dejarla solo en manos de los economistas, los sociólogos, los historiadores y demás filósofos”. Esta afirmación da lugar a otra de mayor importancia: “por fortuna la democracia jamás será reemplazada por la república de los expertos”1.
Al igual que Wallerstein, como vimos anteriormente, Piketty es enfático en señalar que la historia de la distribución de la riqueza es profundamente política, y no puede resumirse en asuntos meramente económicos. La reducción de las desigualdades entre las décadas de 1900-1910 y 1950-1960 fue una consecuencia de las guerras mundiales y de las políticas públicas.
Asimismo, puede decirse que el aumento de las desigualdades desde las décadas de 1970-1980 es atribuible principalmente a los cambios políticos relacionados con las políticas fiscales y financieras. La historia de las desigualdades “depende de las representaciones que se hacen los actores económicos, políticos y sociales, de lo que es justo y de lo que no lo es, de las relaciones de fuerza entre actores, y de las elecciones colectivas”.
La creencia de Piketty en el sentido del control de la desigualdad mediante la democracia surge de su comprensión de la posibilidad de promover el proceso de difusión de los conocimientos y de compartir el saber a través de la adopción explícita de políticas sociales que persigan estos fines de manera resuelta y permanente. La promoción del conocimiento y del saber compartido es, para Piketty, “el bien público por excelencia” que el mercado no puede producir2.
La evolución de la desigualdad en el largo plazo ha sido determinada por el proceso de “acumulación y concentración de la riqueza y un elevado rendimiento del capital”. Este alcanzó en el Reino Unido, Francia y Alemania un valor promedio equivalente a seis o siete años del crecimiento del ingreso nacional desde 1890 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914. Tal rendimiento cayó luego a dos o tres años, en el período de guerras, entre 1914 y 1945. Desde 1950, experimentó un crecimiento continuo, llegando a los niveles de la Primera Guerra Mundial. En la década de 2000-2010 la relación capital-ingreso se situó en cinco o seis años del ingreso nacional de Francia y el Reino Unido (en Alemania creció menos, pero la tendencia era la misma). Este hecho se explica en gran medida por un mundo caracterizado por un lento y bajo crecimiento económico. El pronóstico de Piketty sobre el crecimiento en los países con mayor desarrollo tecnológico y también del planeta en su conjunto es poco optimista: las tasas de crecimiento no serán superiores al 1% o 1,5% anual en el largo plazo, y esto acontecerá sin importar las políticas aplicables3.
La gran concentración de la riqueza adquirida en el pasado y el bajo crecimiento causan un incremento continuo de la riqueza, aun cuando el nivel de ahorro no sea muy alto4. En estas condiciones, “resulta casi inevitable que la herencia, es decir, la riqueza resultante del pasado, predomine