verdadera ley.45 La historia del desarrollo de la industrialización es entendida aquí en relación con la resistencia de los trabajadores que, a la vez, tensiona y fuerza cambios en las estrategias productivas del empresariado.46
Como señala Harry Braverman, el concepto central de todos los sistemas de organización del trabajo es el control, ya que el manejo del proceso de producción es la condición necesaria para la formación del beneficio. En el caso de la empresa Siam, en sus primeros años –tal como veremos más adelante– la disciplina y las formas de control del proceso de trabajo se encontraban bajo el signo de la improvisación más que de la innovación. De allí que históricamente el capital reprodujo en el interior de la fábrica una disciplina basada en modelos sociales ya existentes (familia, ejército).47
A partir de la realización de los cambios organizativos de la producción, en el caso de la Siam hacia los años 40, los controles y mecanismos de producción vigentes hasta ese momento se mostraron insuficientes, debido a la constante acción de rebelión y resistencia obrera. Se planteó, entonces, la necesidad de una modificación en los modos administrativos y disciplinarios buscando, por parte de la empresa, reducir todas las discontinuidades posibles. El capital sistematizó las experiencias de control patronal sobre la vida del obrero fuera de la fábrica. Esta extensión del control se manifestó en la construcción de barrios obreros que, con mucho criterio, los investigadores le atribuyeron una ideología fuertemente coherente con las necesidades de la lógica fabril. La voluntad de disciplinar la fábrica disciplinando lo que está fuera de la fábrica –el taller y la casa– fue una estrategia de moralización social que se extenderá en muchas industrias de la Argentina y a partir de 1942 será impulsada con fuerza por el propio Torcuato Di Tella. En los procesos de mayor tecnologización, como el que intenta la Siam en los 40, el maquinismo tomará una forma objetiva, la de la dirección de la máquina, que suplantará al control capataz, a la vigilancia directa, y se combinará con las políticas anteriormente desarrolladas. La forma de subordinación del trabajo consistirá en la interiorización por parte del trabajador de las necesidades objetivas del proceso laboral. Al mismo tiempo, la disciplina capitalista buscará extenderse a todos los sitios en los que se habría refugiado. La resistencia obrera se expresó, entonces, en el uso del tiempo y la cualificación que el capital impuso. Por ello, la aplicación de técnicas más afinadas de control disciplinar, tales como las tayloristas y fordistas,48 buscará terminar con la resistencia obrera y la filtración del tiempo de trabajo allí donde la mirada del patrón no podía alcanzarle. Este proceso se complementará con otras formas de enfrentar la tensión y conflictividad en el marco fabril; allí donde la moralización y la máquina fracasaron aparecerá como variante la delegación de poder del patrón a los delegados obreros o diferentes formas de organización. Este tipo de disciplina llevará, con el tiempo, a la contractualización de la relación salarial e impulsará, en consecuencia, el concepto de contrato colectivo, modificando las formas disciplinarias, reemplazando a las anteriores o complementándolas. Las actitudes de los diferentes sectores sociales respecto de la aparición de estas formas de normatividad y organización implicaron diversos posicionamientos. Así, para el empresario se trataba de saber utilizar el principio de la delegación obrera como modo particular de relevamiento jerárquico y para los trabajadores, el saber utilizar este mismo principio como medio de lucha y de presión sobre el capital. Estas modificaciones las observaremos y analizaremos en la Siam, sobre todo durante los años del peronismo.
Descalificación, autovalorización y saberes de los trabajadores
La principal tesis del citado Harry Braverman ha señalado el continuo proceso de descalificación y el permanente esfuerzo de los empresarios por restar el control de la producción a los obreros, destacando especialmente que la dinámica capitalista modifica continuamente el proceso de trabajo, sometiendo a los trabajadores a sus patrones de forma creciente y rutinizando sus tareas. Más allá de los reconocidos aportes de este autor, nos parece que sus esfuerzos analíticos no profundizan lo suficiente debido a que presta mucha más atención a lo que los capitalistas han intentado realizar que lo que ha sucedido realmente en el espacio social fabril, principalmente dejando en el olvido las acciones de los trabajadores. Las críticas de diversos autores, como Gordon o Montgomery, señalan que no son exclusivamente las condiciones objetivas y materiales las que determinan el devenir de las relaciones capitalistas, sino también la constante insubordinación del trabajo frente al capital. Los procesos de control sobre los trabajadores expresan los límites del triunfo del capital; esto significa la continua existencia de otros procesos de acción obrera, tales como la autovalorización.49 En este proceso se evidencia la continuidad e impermeabilidad de los saberes del trabajo50 –resistencia a la pérdida plena de los saberes de la producción fabril–, así como de la continua resistencia a través de la permanente conflictividad entre el capital y el trabajo. Si el planteo de Braverman respecto a la descalificación obrera fuera correcto en este aspecto, sería inexplicable el sentido que tendrían los cambios en las estrategias del capital –y sus nuevas tecnologías, desde el taylorismo al toyotismo– cuando apelan a controlar, en diferentes momentos de la historia del capitalismo, de un modo cada vez más complejo y sofisticado a los trabajadores en el marco del ámbito fabril. Por ello, nos parece que los procesos de conflictividad obrera en cualquiera de sus manifestaciones expresan la contracara de la resistencia permanente del trabajo y denotan las continuas estrategias del capital en su búsqueda constante por retener el control del trabajo.
En este libro, el punto no es solamente encontrar los anclajes de resistencia de los trabajadores en la fábrica Siam a las innovaciones técnicas, sino que, a lo largo de las diferentes etapas de análisis, se busca una suerte de rediseño de las estrategias de rebelión permanente de los trabajadores, expresado en la persistencia de los denominados saberes de los trabajadores, aquellos que ni siquiera los procesos de máxima descalificación laboral lograron arrebatar a los propios trabajadores. El saber obrero como parte constitutiva del proceso de autovalorización se instituye así en una suerte de reserva constante del trabajo y en una expresión de la permanente dependencia del capital al trabajo. Los picos huelguísticos de la industria metalúrgica, como 1936, 1942 y 1954 –cuando los obreros de la Siam tuvieron un elevado protagonismo–, no fueron las únicas expresiones de este proceso de resistencia; también surgieron otras formas de acción, tales como la circulación laboral, el ausentismo, el trabajo a desgano, el boicot y las presiones de las organizaciones sindicales en las fábricas, sobre todo en los años 40 y 50.
Relación entre salarios, productividad y control de la producción
En el proceso histórico tratado en este libro, hay tres conceptos que se relacionan de manera estrecha: salarios, productividad y control de la producción. Por ello, creemos que el vínculo entre los salarios reales y la productividad laboral manifiesta aspectos relevantes de la característica conflictividad entre el capital y el trabajo por el uso del trabajo social. Este vínculo se expresa en una fuerte puja por el control de la producción entre empresarios y trabajadores. En este sentido, la relación entre los salarios reales y la productividad laboral expresa una síntesis, al menos parcial, del conflicto entre el capital y el trabajo por la utilización del trabajo social. Numerosos estudios sostienen esta perspectiva, en la que se destaca el carácter histórico de los diferentes procesos de acumulación capitalista y su relación con la conflictividad de clases:
La distribución entre el trabajo necesario (para la reproducción de los trabajadores) y el trabajo excedente (fuente de la ganancia capitalista) es el resultado de la disputa de trabajadores y empresarios por el control de la actividad de los primeros, solo en la medida en que los empresarios logran controlar el proceso de trabajo, pueden extraer suficiente esfuerzo y consiguen frenar las reivindicaciones obreras como para generar y apropiarse del excedente que dará lugar a la ganancia.51
Algunas corrientes científicas han analizado estas relaciones en el marco de diferentes etapas históricas como si a cada período le debiera corresponder un “modo de regulación” distinto, tal como sugiere la escuela de la regulación francesa.52 Esta tiende a adoptar un modelo estructural